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El jadeo incesante y el sudor no me dejaban. Aún estaba oscuro, vi al rededor y estaba en mi habitación, pero sentía claramente los estragos de aquellos besos, besos que jamás había sentido.

Traté de controlar mis impulsos y vi la hora, aún era de madrugada y no había comido nada. El sueño había abandonado mi cuerpo, así que me puse a leer unos libros de la universidad que tenía pendientes, para matar el tiempo.

Los días previos al viaje fueron un caos. Ya que no había avanzado mucho por el retraso que significó Marco en los preparativos a mi partida, tenía que hacer todo casi a última hora.

- Estás llevando esa casaca que compré para tu cumpleaños? Te queda bonita, hija, llévala. - insistía mi madre, ocultando sin éxito su nerviosismo la noche antes de mi partida.

Ya no quedaba más que hacer, solo esperar unas cuantas horas para ir al aeropuerto y partir.

Bajé por un poco agua y ahí estaba esperándome, espectante, mi padre.

- Sé que estás lista. - no sé si lo dijo para consolarse a sí mismo o a mí - Te he criado bien. Eres fuerte e independiente, estarás muy bien.

Corrí a abrazarlo. Lo iba a extrañar mucho.

- Gracias papá, solo serán unos meses, no hagas drama - dije riéndome, ocultando mi rostro en su pecho

- Yo? Drama? Eso dejaselo a tu madre - me siguió el juego

- De quién están hablando? - gritó mi madre desde arriba. Solo atinamos a reírnos.

Al aeropuerto me acompañaron mis padres, mi hermana mayor (que hizo un espacio en su ocupada agenda de negocios para ir a despedirme), mi mejora amiga Jessica y mi mejor amigo Luis

- No dejes de escribirnos, loca - me decía mi mejor amigo, mientras me despeinba los rulos

Mi madre, un mar de llanto; mi padre consolándola y dándome una sonrisa de aliento. Mi mejor amiga, otra llorona que casi no podía articular palabra. Mi hermana, seguía hablando por teléfono coordinando unos asuntos de su empresa, pero me miraba con cariño, levantándome el pulgar en gesto amable. Hicimos un abrazo grupal, ante la queja de mi hermana y Luis, y abordé el avión.

Después de un largo vuelo, pisé suelo Español, un poco desorientada por tantas horas en el aire.

Logré ubicarme y llegar al hospedaje estudiantil que brindaba la universidad a los estudiantes, no muy lejos de la facultad de Negocios.

Habitación 202, no debe estar lejos. Ya quiero dormir.

Con la mano temblorosa, abrí la puerta de mi habitación con la llave que me habían brindado en recepción. Una cama, una mesa, una silla, un ropero pequeño, un espejo de cuerpo entero y una gran ventana era lo que ofrecía dicho espacio. Más que suficiente para mí.

La habitación tenía baño propio, por lo que pronto empecé a instaurarme. Luego de un baño, caí rentida en los brazos de Morfeo.

Abrí los ojos en una especie de cama grande, sábanas blancas e impolutas, la decoración del sitio parecía ser de otra época o de otro país. Japón, China, algo oriental. Podía verse el atardecer.

Ahora sí mi mente ya voló pensé con alarma

- Mi dulce dormilona, tengo que ir a una misión - esa voz... Esa voz!

Siempre me jacté de tener un oído muy agudo y de recordar bien los sonidos. Esa voz era la misma del hombre con el que había soñado la otra vez.

Segunda Oportunidad - Rengoku KyojuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora