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- Viniste con alguien? - su sonrisa imborrable adornaba su pregunta

- Sí, con mi amiga y sus nov... roomies - solté con una risita nerviosa, él se unió a mí risa

- Ya veo, en ese caso te ayudo a buscarla. - declaró solemne - Intentaste llamarla? - indicó señalando su celular

- Cierto, espera... - dije mientras sacaba mi celular de la pequeña cartera que llevaba encima

Pude contactar a María, ante la atenta mirada de Kyojuro. Sentía que evaluaba cada uno de mis gestos. Yo estaba casi discutiendo con mi "amiga" que se había ido a un lugar más privado con sus novios, dejándome ahí porque no me encontraban y la premura del encuentro fue más.

Colgué y suspiré. Sola, en un país extraño, sin auto y sin saber dónde estaba la posada estudiantil donde me quedaba. Sentía que había cometido error tras error. Mi padre estaría decepcionado

- Amelia... - escuchar mi nombre en su voz era casi mágico - perdón, pero no pude evitar escuchar que no tienes cómo irte. Puedo llevarte a donde desees, mi auto no está muy lejos de aquí. - exclamó con una gran sonrisa, y señalando con su pulgar atrás de él.

A ver, no tenía una mejor opción. Literalmente, aún ni siquiera sabía cómo llamar a un taxi, y tomar un taxi extraño era más peligroso que irme con el hombre que vi en mis sueños, que ya me había defendido y esa sonrisa y ojos... Algo me decía que estaría bien.

No dije nada, solo correspondi a su sonrisa y con ayuda de él, bajé de la silla alta del bar. Un rubor me llegó al rostro, cuando me tomó de la mano con toda confianza, guiándome entre la gente de la discoteca, hasta la salida.

- No están, al parecer. - dijo al notar mi mirada nerviosa de lado a lado - Y si estuvieran, yo te protegeré.

Por un momento nuestras miradas conectaron y su sonrisa se hizo más grande. Yo también sonreí.

Llegamos a su auto, se veía un auto caro, rojo brillante y deportivo.

Me abrió la puerta del carro como todo un caballero, subí al asiento del copiloto y cuando él entró, se sintió un ambiente muy raro. Era casi estática, electricidad. Los dos sentados, lado a lado, en la oscuridad del auto. Pero si es un desconocido, cálmate!

- D-deseas un poco de música? - preguntó con timidez y voz baja, haciendo que su tono ronco sea aún más grave.

- Cualquiera que prefieras. - susurré, mirando mis manos. No me iba a hacer responsable de mis actos si miraba a aquél hombre de frente en ese ambiente

Sin mediar más palabras, en el táctil del auto, buscó una canción y la reprodujo, en un tono muy bajito. Era música clásica, una sonata de piano que reconocía, pero el nombre escapa de mi en ese momento.

Mi vista se fijó en el tablero del auto, casi todo era táctil. Encendió el auto con un espacio de huella digital y salimos del aparcamiento.

- Toma - me dijo entregándome su celular desbloqueado - coloca la dirección a donde desees que te lleve. - el tampoco me miraba, sino que atentamente miraba la luna frontal del auto, casi con concentración, sin perder una pequeña sonrisa en la comisura de sus labios. Yo ya lo estaba mirando y lamentablemente, demoré en responder.

El giró su rostro para ver por qué no respondía. No podía cometer más errores, él debía de pensar que estaba media tonta.

- Pe-perdón, pero es que yo... Yo... No conozco bien las calles aún. Me estoy quedando en una posada estudiantil, cerca a la facultad de Negocios de la universidad de Madrid. - empecé tartamudeando para mi desgracia, porque nuestros ojos estaban conectados.

- No me digas! - exclamó fuerte, haciendo que yo de un pequeño brinco en mi sitio. Se rió y continuó - yo soy, o bueno, seré profesor de esa universidad este ciclo que comienza.

Yo tenía mis cejas alzadas por el asombro y me uní a su risa.

- Que pequeño es el mundo... - dije muy bajito

Empezamos una conversación, suave y amena, en la que me contó que era profesor de filosofía e historia para los primeros ciclos. Antes era profesor de escuela y que ahora iba a empezar a enseñar en universidad. Que su padre era maestro de Karate en la universidad y lo ayudó a conseguir la vacante, a pesar de su corta edad para ser profesor universitario de esos cursos.

- Cuántos años me pones? - me preguntó divertido - Obviamente, soy mayor que tú. Espera, Amelia, cuántos años tienes? - hablaba rápido, emocionado por la conversación

- Pues... Yo te pongo unos 30 o 35 años creo y yo tengo 23 - ya estaba más en confianza.

Él hablaba hasta por los codos, por lo que se me hizo fácil conocerlo en pocos minutos.

- Cierto! Muy buena observación! - me felicitó como si fuera su alumna - Tengo 35 años, así que te llevo bastante más. - su sonrisa se desvaneció un poquito, pero yo lo noté.

Estacionó su auto, frente a donde yo me estaba quedando. El silencio de la noche era aplastante, solo podía escuchar su respiración y la mía dentro del auto, acompañado de la música clásica de fondo que nunca dejó de sonar.

Segunda Oportunidad - Rengoku KyojuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora