Luzy no era la única que tenía dotes de detective. El carácter obsesivo y las habilidades con la computadora de Félix combinados con los poderes de Debriel, finalmente habían logrado desentrañar parte del misterio de la chica.
Si la idea hubiera sido entrar por la fuerza, el ángel no habría tenido problemas para despachar al guardia que custodiaba la caseta de entrada, ni mucho menos para derribar el portón de acero inoxidable. Seguramente habría más personal de seguridad al interior, pero tampoco serían problema para ella. Sin embargo, "nada de violencia", le había pedido Félix y Debriel había aceptado, aunque más por la idea de evitar algún problema con las autoridades locales que por complacer al fastidioso chico.
Encontrar la casa no había sido difícil. El nombre completo de Luzy, más un poco de investigación en la galería a la que había invitado a Debriel, más diez dólares en un sitio web de investigación de data jurídica, seguirla la última vez que había ido a su departamento a desayunar... y listo.
Esa había sido la parte fácil. Entrar iba a ser lo complicado. La imaginación de Félix había elaborado un intrincado plan que implicaba a Debriel vestida en un diminuto uniforme de repartidora de pizza, granadas de gas somnífero (si es que tal cosa existía), complicado equipo de escalar para entrar por los ductos de ventilación de la mansión y caer directo en la recámara de Luzy, donde Debriel noquearía rápidamente al guardaespaldas y luego, la chica detendría al ejército de guardias privados que entraría por la puerta para neutralizar al intruso que había fallado en esquivar el último detector láser.
—Buenas tardes, joven —al final, Debriel había reconocido que había cierto mérito en la idea de Félix, pero para nada como el muchacho lo había imaginado —soy amiga de Ana Lucía. Andaba por el rumbo y pensé en pasar a saludarla, ¿está en casa?
Iba vestida como una veinteañera normal, pantalón de mezclilla holgado, pero con enormes recortes en los muslos y las rodillas, ombliguera blanca con un gran corazón amarillo en el centro, una enorme camisa de franela atada a la cintura, tenis de tela amarillos con detalles en blanco, gafas oscuras en la cabeza y con cuatro enormes cajas de pizza en las manos. Félix casi se había infartado cuando vio la cuenta, simplemente, de la ropa, y Debriel no dejó pasar la oportunidad de burlarse de él. "Porque las granadas de gas somnífero y el equipo para escalar los regalan, ¿verdad?".
—¿A quién anuncio? —preguntó el guardia detrás del vidrio blindado, con gesto suspicaz.
—Sabe, la idea es darle una sorpresa y tener una reunión de amigas. Muy espontáneo todo. Aunque tal vez cuatro pizzas sea demasiado para nosotras dos, ¿puedo dejarle una a usted? —replicó Debriel con voz aniñada y batiendo ligeramente las pestañas.
—Lo siento... tiene que anunciarse y dejar una identificación...
—¡Ouch! Dejé mi cartera en casa. De hecho, también tengo que pedirle prestado para un taxi... es que me gasté todo lo que traía en las pizzas —una risilla inocente selló el comentario.
—Puedo... puedo pasarle su recado... la señorita podría bajar y usted podría hablar con ella —los ojos del hombre, alto y de poblada barba castaña, no se despegaban de la pizza y el gradual cambio de opinión le decía a Debriel que su aura de encanto estaba funcionando.
—Mmmm... no sé, venir a pedirle dinero y, encima, hacerla bajar hasta acá para ayudar a su amiga, la despistada... ¡Ándele, no sea malito! La pizza se enfría y seguramente a usted no le gusta la pizza fría, ni tiene tiempo de ir hasta el micro ondas para calentarla, ¿verdad?
—No... no tengo tiempo... —el guardia se levantó un poco para echarle una ojeada a Debriel, luego a la calle solitaria a esa hora de la tarde-noche y, enseguida, al pequeño monitor donde podía ver las cámaras externas —Mi supervisor me va a matar.
ESTÁS LEYENDO
Alas de sangre
FantasyCuando Dios abandonó el Universo, la cacería comenzó. Ella era la mejor cazadora, soldado y mensajera de su universo, en su nuevo hogar es sólo la marioneta del tirano que usurpó el trono de Dios. Él es un simple Otaku sin vida social pero es el úni...