Hacía frío. Las cicatrices en su espalda la mataban, pero no podía irse, todavía no. Félix estaba dormido y Debriel todavía no podía decidir si el silencio en su mente era bueno o malo. Lo extrañaba... tal vez... pero jamás se lo diría. Por suerte, por esta ocasión no podía oírla.
La estúpida niña humana tendría que haber llegado hacía 15 minutos y Debriel estaba comenzando a preocuparse. Aquella ciudad ya era bastante peligrosa y si a aquello le sumaban la advertencia que le había alcanzado a escuchar a Azrael en su encuentro en el cementerio... no quería preocuparse, no era un ángel de la guarda, pero era parte de su naturaleza.
Le echó una ojeada al reloj del celular. Félix casi se había infartado cuando la había visto tomarlo, pero no había dicho nada. Estaba extrañamente callado desde aquel encuentro con el ángel de la muerte, pero Debriel no alcanzaba a definir porqué. Por alguna razón, todo lo que tenía que ver con Azrael en la mente de Félix estaba oculto incluso para el lazo absoluto que compartían.
3:16. Si no llegaba en cinco minutos...
No era, ni por mucho, una calle solitaria. Por el contrario, era una de las principales avenidas de la ciudad e incluso a esa hora, la circulación era bastante nutrida, mucho más por todo lo que pasaba apenas media cuadra más adelante. Era un parque hermoso con cientos de árboles, jardineras, bancas, algunas atracciones turísticas, un gran reloj de sol hecho con flores de estación y pintorescos andadores que lo cruzaban de un lado a otro como una telaraña de piedra.
Eso de día, porque en la noche... la banqueta que bordeaba la gran avenida estaba tapizada de... bueno... damas de la noche. A Debriel no le gustaba la otra palabra... no solo porque era vulgar, sino porque ninguna mujer merecía ser llamada así, sin importar a lo que se dedicara.
Había intentado caminar por aquel tramo de la avenida para ver si captaba a alguno de los fugitivos, pero no había dado ni cinco pasos cuando un auto se estacionó junto a ella y un chico que apenas llegaba a los veinte se había asomado por la ventanilla y "¡Chst! ¡Chst! ¡Amiga! ¡Amiga! ¿Cuánto?" No iba vestida de forma provocativa y mucho menos como las mujeres que ahí trabajaban; aun así, el río de hormonas que circulaban por aquel cuerpo lo habían llevado a hacerle la misma pregunta que se escuchaba, de una u otra forma a todo lo largo de los doscientos o trescientos metros que abarcaba aquel tramo.
Prefirió regresar sobre sus pasos y aguardar un tanto oculta en una esquina, porque si a algún otro libidinoso pecador se le ocurría volverle a chistar, terminaría por arrancarle la lengua y algo más abajo.
El mensaje que Luzy le había enviado a Félix sólo decía la hora y exactamente aquella esquina como ubicación. Por la hora, Debriel dedujo que no se trataba de una invitación a desayunar como la otra vez y por el lugar, Félix supuso que sería algo relacionado con uno de los fugitivos. Era curioso, dentro de todas las perversiones que el chico podía esgrimir, buscar sexo "fácil" no era una de ellas. Él decía que era sólo una cuestión de dinero, "sí yo tuviera dinero, tendría mi departamento de soltero lleno de amigas pre-pago". Lo único que detuvo a Debriel de darle un zopapo mental por aquella vulgar forma de referirse a una mujer, fue la enorme tristeza que se asomó brevemente desde lo más profundo de su alma.
—¡Viniste! —el alegre grito la alcanzó desde el otro lado de la enorme avenida, desde donde una figura algo regordeta, vestida con una minifalda de mezclilla, medias negras, botas de cuero negro, una blusa rosa tipo ombliguera con mangas de princesa y con un pesado maquillaje que la hacía parecer mayor de lo que era echó a correr hacia ella.
—Tú nos citaste aquí —reclamó Debriel, entre fastidiada y enojada —¿qué esperabas?
La chica le dio un rápido beso en la mejilla a modo de saludo y el ángel pudo percibir un leve tufo a alcohol en su aliento y de inmediato se le hizo agua la boca. Tenía más de una semana que Félix se negaba a ir al bar y Debriel no quería contradecirlo. Todavía había una leve fricción entre ambos y no quería empeorarla. Si tan solo su aura de encanto funcionara en aquel lugar, podría aprovecharse y pedirle al cantinero que le regalara una botella, pero, para colmo, aquel era quizá el único lugar en la Tierra donde no podía hacerlo.
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Alas de sangre
FantasiaCuando Dios abandonó el Universo, la cacería comenzó. Ella era la mejor cazadora, soldado y mensajera de su universo, en su nuevo hogar es sólo la marioneta del tirano que usurpó el trono de Dios. Él es un simple Otaku sin vida social pero es el úni...