Capítulo 11: Saber y Rider luchan por sus ideales en un duelo feroz

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El hogar de Ángel se convirtió en un escenario de horror cuando Bennett, el Máster de Berserker, irrumpió violentamente. El filo del cuchillo de Bennett se hundió sin piedad en el cuerpo de Ana, esparciendo la vida de ella sobre el suelo. Mientras Ana luchaba por mantenerse consciente, el destino parecía estar de su lado.

En ese preciso instante, cuando el aliento vital de Ana parecía desvanecerse, una figura enigmática surgió de las sombras. Assassin apareció en un destello oscuro y, con movimientos rápidos y mortales, utilizó su chal para asfixiar a Bennett hasta su muerte.

"Debemos socorrer a nuestra Máster", susurró Assassin con una voz apenas audible, mientras se acercaba cautelosamente a Ana. Con manos hábiles y precisas, retiró el cuchillo del pecho de Ana, consciente de que la vida de su Máster no podía extinguirse. El chal de Assassin se deslizó suavemente sobre la herida, intentando contener la sangre que brotaba.

Sin embargo, en ese momento, algo extraordinario aconteció. El poder mágico latente en el interior de Ana, un secreto oculto incluso para ella misma, se manifestó con furia. Una explosión de energía envolvió el cuerpo de Ana, desencadenando una onda expansiva que sacudió la habitación. Las paredes se agrietaron, los muebles se deshicieron y las ventanas estallaron en innumerables fragmentos.

El estallido mágico afectó a todo el vecindario, sumiéndolo en el caos. Las llamas danzaron en el aire, mientras los escombros se alzaron en una danza destructiva. Los residentes aterrorizados huyeron, incapaces de comprender la magnitud de lo que sucedía.

En medio de aquel caos infernal, Assassin se mantuvo imperturbable junto a Ana, protegiéndola de los peligros que acechaban en el remolino de poder desatado. Las sombras que la rodeaban se retorcieron y se expandieron, creando una barrera protectora a su alrededor.

Poco a poco, el torrente de energía mágica comenzó a amainar. Las llamas se extinguieron, los escombros se asentaron y el barrio quedó sumido en un extraño silencio, como si hubiera sido testigo de la calma después de una tormenta infernal.

Ana abrió los ojos lentamente, su mirada aún turbia por los eventos que acababan de ocurrir. Sus ojos se encontraron con los de Assassin, quien la observaba con una mezcla de preocupación y determinación.

"¿Qué... qué ha sucedido?" balbuceó Ana, luchando por comprender la magnitud de su propio poder.

Assassin sonrió con suavidad y acarició el rostro de su Máster. "Has despertado, Ana. Has desatado un poder mágico que yacía latente en tu interior. Ahora, nosotras debemos velar por ti".

El aire se impregnó de humo mientras los escombros caían sobre Ana y Assassin. La joven maga cayó desfallecida, agotada por el repentino despertar de su poder mágico. Sin perder la compostura, Assassin la sostuvo firmemente y se adentró en la oscuridad de los restos, buscando un lugar seguro donde resguardar a su Máster.

Mientras tanto, en el exterior de la casa, Ángel llegó acompañado por Caster y María justo a tiempo para presenciar la escena de destrucción. La visión de su amada hermana desmayada y cubierta de escombros desató en él una mezcla de furia y desesperación.

Ángel se precipitó hacia la zona afectada, ignorando cualquier peligro que pudiera acechar. Caster intentó detenerlo, consciente de que actuar impulsivamente podría empeorar la situación, pero su voz se desvaneció en el aire cargado de caos.

Mientras tanto, entre las llamas y el humo emergieron dos figuras imponentes: Elizabeth Schellerenberg y Juana Azurduy, conocida como Saber, una guerrera valiente y orgullosa. Ambas habían sido atraídas por la magnitud de la explosión mágica y acudieron para investigar.

Elizabeth contempló la destrucción con curiosidad, mientras Saber se mantuvo en alerta, lista para actuar en cualquier momento. Sin embargo, antes de que pudieran intervenir, Ángel, consumido por la angustia, acusó a Elizabeth de ser la responsable de la tragedia.

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