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Capitulo M.

Cuando Jihyo regresó a casa esa noche, se llevó la gran sorpresa de no encontrar a nadie allí. Buscó desde la cocina hasta todas las habitaciones del primer y segundo piso, pero no encontró a ninguna persona.

—Maldición —chasqueó la lengua y salió corriendo por toda la casa, abriendo la puerta principal con furia—. Sabía que no debía confiar en... ¿Eh?

Sin embargo, una luz proveniente de los establos le pareció sumamente extraña. Ella no recordaba dejar nada encendido cuando fue a visitar a Boo esa misma tarde.

Haciendo una mueca y ajustando su sombrero firmemente a su cabeza, Jihyo dio unos pasos y se encaminó hacia el lugar, estando lista por si tenía que lidiar con ladrones.

Al llegar al pequeño establo, lo que vio allí la dejó tanto conmocionada como sorprendida.

Utilizando pilas de heno como asientos, Chaeyoung, Mina y Sana se encontraban sentadas alrededor de una fogata hablando animadamente hasta que ella apareció.

Chaeyoung fue la primera en levantarse y dirigirse hacia ella.

—Antes de que digas algo —dijo, acariciando su antebrazo derecho con la mano en un signo de nerviosismo—, fue mi idea, principalmente. Es una linda noche; las estrellas son, por alguna razón, más brillantes y... bueno... Pensé que, tal vez, a Sana le gustaría verlas con nosotras una última vez antes de...

Jihyo frunció el ceño ligeramente y entreabrió sus labios, dispuesta a regañar a la rubia por haber actuado sin su permiso, cuando Sana apartó la vista del fuego y la interrumpió.

—Señorita Park, le ruego que no vaya a decirle nada al respecto a Chaeyoung y Mina; si bien es cierto que fue su idea, yo misma accedí aún cuando sabía perfectamente que usted no estaría de acuerdo. Así que si va a gritarle a alguien, esa debo ser yo.

Observándola en silencio unos instantes, Jihyo se vio sumamente tentada a recordarle las reglas y dirigirle palabras grotescas por su comportamiento, no obstante, algo en la mirada de Sana la hizo desistir. Se veía extraña, y Jihyo no sabría decir con exactitud qué sentimiento reflejaba, pero decidió que, solo por esa vez, lo dejaría pasar.

Aún sin decir nada, la castaña suspiró y se quitó el sombrero de la cabeza, caminó unos pasos y se sentó en una pila de heno justo frente a Sana y las llamas, y habló finalmente.

—Me quedaré aquí también —murmuró, observando a la pelinegra unos segundos antes de desviar la mirada hacia el fuego—. Solo porque debo vigilarte.

Sana sonrió sin decir nada, agradeciéndole silenciosamente por su permiso.

Instantes después, Chaeyoung se levantó de su asiento y tomó dos bolsas pequeñas, levantándolas para que todas las vieran.

Believe In DestinyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora