𝗧𝗜𝗧𝗔𝗡𝗜𝗖 || 𝑑𝑖𝑓𝑓𝑒𝑟𝑒𝑛𝑡
Jack Dawson se enamora de una chica de primera clase. Pero no solo por su físico, si no por su forma de ser. Si, Elizabeth era diferente a los de su clase cautivando al chico de tercera clase.
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Al día siguiente, Lizzie se encontraba sentada con la compañía de su familia, de la señora Brown, el empresario director de una compañía de barcos Joseph Bruce Ismay, y el diseñador del Titanic Thomas Andrews. La castaña tomaba su bebida escuchando la conversación poco interesante.
—Es el mayor objeto móvil construido en toda la historia. El ingeniero naval, el Señor Andrews, lo diseñó desde la quilla.— habló Ismay.
—Lo he construido yo, pero la idea fue del Señor Ismay.— dijo.— Imaginó un buque de vapor tan grande y lujoso que su supremacía no sería puesta en duda. Y aquí lo tienen. Hecho realidad por su voluntad.
—Bien dicho. Tomaré salmón.
Lizzie dejó de tomar para sacar el cigarrillo y ponerlo en su boca, lo prendió y se lo sacó largando todo el humo, molestando a su madre.
—Sabes que eso no me gusta, Elizabeth.— murmuró y la mencionada la mira desafiante. Pero no ganó ya que Ruth se lo sacó y lo apagó tirandolo al pequeño plato, ganando la mirada de la señora Brown.
—Mi mujer y yo tomaremos cordero. Poco hecho y con poca salsa.— pidió Cal y el mozo asintió.— Te gusta, ¿verdad?— la pelirroja asintió con una sonrisa.
La de pequeñas pecas rodeó los ojos.
—¿Vas a cortarle la carne, Cal?— preguntó Margaret y Lizzie sonrió. El hombre la miró molesto.— Hey, ¿a quién se le ocurrió el nombre del Titanic?— cambió de tema y miró al empresario.— ¿Fuiste tú, Bruce?
—La verdad es que si. Quería dar la idea de su tamaño, que significa estabilidad, lujo, y sobre todo, fuerza.
—¿Conoce al Doctor Freud, señor Ismay?— preguntó Lizzie y Ruth la miró atenta con miedo a lo que iba a decir.— Sus ideas sobre la preocupación masculina sobre el tamaño podría resultarle interesantes.
Margaret levantó sus cejas algo divertida, Rose rió bajito, el señor Andrews sonrió sin querer reír, Cal permaneció serio y su madre la miraba con regaño.
—¿Qué te pasa?
—Nada, estoy bien, como siempre. Iré a tomar aire, disculpen.— se levantó y se fue siendo observada por los demás.
Salió y el aire chocó contra su rostro, dejando que algunos mechones de su cabello vayan hacia atrás. Necesitaba fumar, se sentía agobiada allí adentro. Caminó hacia los barrotes y se apoyó ahí, viendo a la gente hablar y a algunos con sus perros. De pronto sintió que la miraban por lo que buscó a ese alguien y al encontrarlo su mundo se paralizó.
Era un chico rubio, ojos azules, estaba acompañado de dos hombres. Por su vestimenta parecía ser de tercera clase. No podía quitarle los ojos de encima y el contrario tampoco podía hacerlo ya que para el la chica era una diosa. Sospechaba que era de segunda clase ya que estaba sencilla pues llevaba un vestido azul y decoraba su cabello con tan solo un rodete despeinado.
