CAPÍTULO XIV

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Alba

El restaurant era pintoresco, pequeño del tipo acogedor y no asfixiante. Todos los muebles, desde mesas y sillas hasta la barra eran de madera. El color marrón estaba por todos lados pero no se podía considerar excesivo o agobiante porque variaban los tonos, formas y al ser combinado con claros como blanco y beige convertía el ambiente en un anacronismo. Era casi como si el cruzar la puerta funcionara como maquina el tiempo y te trasportara a otra época.

Incluso la música de fondo allí era atemporal. No podía distinguir el cantante o ubicar la canción en sí, pero estaba segura de que era ese tipo de letras que ya no se escribían y que perduraban en el tiempo ignorando rankings de actualidad o modas.

Iba de algo como:

Llevo tu luz y tu aroma en mi piel

Y el cuatro en el corazón

Llevo en mi sangre la espuma del mar

Y tu horizonte en mis ojos

Al pasear mi vista por el establecimiento, descubrí que David ya me esperaba. Se veía relajado. Sus manos descansaban sobre la mesa y sonreía a nada o nadie en específico. Se levantó y amplió su sonrisa aún más cuando reparó en mí.

Irónicamente, sus ojos café encajaban a la perfección en el lugar.

Todo, excepto mi persona, encajaba allí.

Vestía una camisa blanca manga larga, falda envolvente negra, y unos scarpin del mismo color. A la altura de mi codo derecho colgaba mi tote blanco de Louis Vouiton edición especial. No se parecía en nada a los sitios que frecuentaba con Ethan... o sola, pero estaba bien. Hoy me había propuesto intentar algo diferente.

–Doctora. –me recibió con un beso en la mejilla y un fuerte abrazo.

La calidez de David era algo extraño. Se desenvolvía con una espontaneidad increíble. Su comportamiento parecía el de alguien que te conoce de hace mucho y de alguna manera me hacía sentirlo así. Tal vez estaba relacionado a su cultura, su gentilicio o inherente a los latinos... no lo sé, pero como fuese esa forma suya de ser tan extrovertida y despreocupada me agradaba.

–Hola. –curvé mis labios en un intento de sonrisa.

–Primero, –dijo serio– teniendo en cuenta que ya no soy su paciente y ya no es mi psicólogo, ¿podemos ser Alba y David? –sonrió entre nervioso y divertido– si no le incomoda, claro.

–No –contesté con seguridad– Alba y David está bien.

–Perfecto... y Alba, ¿deseas pedir algo ya? ¿una bebida quizá? –sugirió atento.

–Hmm, creo que agua estaría bien.

–Oh, empezando fuerte, así me gusta.–se mofó con una sonora carcajada de mi petición.

Cuando finalmente dejó de gastarme bromas, ordenó agua para mí y cerveza para él.

–Bueno, ¿quisieras hablar de las penas que pretendes ahogar en el vital líquido cristalino? –continuó jocoso. Su sentido del humor era imperturbable y teniendo en cuenta mi estado de animo la mayor parte del tiempo, era refrescante. 

Casi envidiable, pero solo era eso,  casi.

–Eh... no –dudé, creí o mejor dicho, estaba segura que era pronto para soltarle los complejos problemas que cargaba la especialista que se supone ayudaba a los demás con los suyos– mejor hablemos de ti –propuse casual y la verdad es que me daba algo de curiosidad– Cuéntame de tu familia, ¿les habéis dado la noticia ya?

Amante FielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora