CAPÍTULO XXXVI

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     Ethan

Era cierto que no podía dejar de pensar que los últimos días cinco días habían sido un sueño. Alba y yo estuvimos más cerca de lo habitual, compartimos cada segundo e hicimos un sinfín de cosas por las que sin duda esa semana jamás la olvidaría. Me mostró esa versión que tanto había anhelado de ella. Pude ver a la mujer de la que no me había enamorado solo, a esa que correspondía mis sentimientos con igual intensidad y suspiraba por mí como yo lo hacía por ella.

Alba me permitió besarla a cada nada sin importar si había o no público presente, la estrechaba y acariciaba cada que podía para asegurarme de que realmente estaba conmigo y no era una mala pasada de mi imaginación. Y es que con semejante belleza sobrenatural bien que se podía uno confundir, en ocasiones no podía creer que fuese de carne y hueso o que yo fuese tan afortunado para tenerla... a medias pero la tenía más de lo que cualquiera la llegaría a tener.

Y claro, también era cierto que como todo acto de magia nuestra burbuja de felicidad se reventaría y llegaría a su final.

Lo que no me tenía muy contento ahora.

Tuvimos que volver para que se hiciera cargo de organizar la celebración de fin de año que se llevaría a cabo en la mansión y que a pesar de que sería algo intimo requería una líder que aprobara o no lo que se haría y el resto de la familia al estar de viaje llegarían con apenas tiempo de adaptarse.

Y ese no era el problema, hubiese estado bien con ello de no ser el detonante para que Alba adoptase nuevamente su postura de amiga y levantara esa muralla que dejaba un abismo entre los dos.

«Amiga» pensé con amargura.

Puede que sí, Alba era la mejor amiga que hubiese podido desear, la más leal y sincera amistad que había conservado a lo largo de los años pero además de eso era la mujer que amaba, de la que estaba jodidamente enamorado y no dejaba de cabrearme el hecho de que no lo pudiera demostrar abiertamente, que no pudiera gritar al mundo que era mía y de nadie más.

Así que terminaba de ajustar los puños de mi camisa frente al espejo de mi cómoda cuando tocaron a mi puerta y comprobé que mi cara de fue decepción muy evidente cuando papa dijo nada más entrar:

–Soy solo yo –me miró con una disculpa implícita en sus ojos y añadió –¿Te apetece un trago con tu viejo? –mi encogimiento de hombros le dio pie para acercarse a mi mini bar y servir dos vasos de whisky, me ofreció uno al tiempo que bebía del suyo– ¿Algo que quieras contarme?

– ¿Cómo qué? –pregunté antes de tomar asiento frente a él que ahora yacía en el borde de mi cama.

–Ethan, eres mi hijo y sé que no estás bien –desde luego que no lo estaba pero odiaba que me conociera tan bien– Solo quiero ayudar o por lo menos escucharte... hablar también es una forma de apaciguar nuestros demonios.

–No sé qué hacer–admití

– ¿Respecto a qué?

– ¡Respecto a Alba! –exclamé con obviedad no estaba para andarme por las ramas– ¿sobre quién si no?

–Ya sé que se trata de ella–dijo en tono conciliador, pasando por alto mi altanería– pero se más específico... –suspiré profundo antes de responder. Mi padre era demasiado benévolo, no merecía que le tratara mal pero con la ira palpitante me era casi imposible contenerme.

–No sé qué hacer para para que me acepte, para que salga de la sombra de lo putos miedos e inseguridades que la atan y se enfrente a todo el amor que le quiero dar sin restricciones. Quiero que me deje de condenar a una vida desdichada en la que no le tengo...–podía sentir como mi respiración se aceleraba y me costaba más hablar– Le he dado tiempo, espacio, he sido paciente, comprensivo, he aceptado cada imposición, cada cosa por absurda que sea como el tratar de meter Alicia en mi vida a la fuerza... y ¿para qué? –resoplé– nada ha servido. Nada es suficiente...–me sentía tan asteado que no lo podía definir con palabras– Simplemente... no sé qué hacer padre.

Amante FielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora