CAPÍTULO XXV

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Ethan

Nunca esperé encontrarme con una escena como aquella y no sabía cómo afrontarla.

Ver a Alba, mi Alba, mi pequeña... acostada frente la chimenea con la cabeza apoyada en el regazo del miserable de David mientras este acariciaba su cabello con sus sucias manos igual que solía hacerlo yo... esa era una imagen que sabía por más que quisiera nunca podría borrar.

– ¿Qué tú qué? –desafié sintiendo como el fuego abrasador de mi interior refulgía en mis ojos y me acerqué hasta ella– ¿Qué apenas has esperado que me dé la vuelta para meter a este... tipo en tu piso? ¿Qué soy un idiota por preocuparme mientras tú pasabas el tiempo con este ...? ¿¡Qué Alba!? Joder, ¡dime!

–Ethan... –intentó mediar David colocándose entre Alba y yo que ya nos separaba poco espacio.

– ¡Ethan nada! –negué iracundo antes de agarrarle por el cuello de su camisa y estamparlo contra la pared para después presionar su cuello con el antebrazo– a ti quien coño te ha pedido hablar ¿eh?

No le di tiempo a que respondiera cuando estrellé mi puño en su cara con tanta fuerza que aunque lo tenía cogido de la camisa el impacto no impidió que cayera al suelo.

La sangre brotó de su boca y Alba se lanzó angustiada a su encuentro.

Quise reír de la ironía cuando pese a lo que había visto al llegar, ese gesto me había resultado peor.

Ese mero gesto punzando y clavándose en mi pecho, haciéndome sentir el idiota del año que más que rabia, temblaba a medida que me calaba la decepción.

– ¡Ethan no, por favor! –exclamó antes de ayudarle a pararse y mis nervios se crispaban aún más por esa cercanía– ¿Estas bien? –le preguntó y este asintió– Creo que lo mejor es que te vayas, –le dijo– necesito hablar con él...

– ¿Hablar con quién? –gruñí arrugando el entrecejo antes de cerrar mi mano en torno a su muñeca para apartarla de ese imbécil y pegarla mucho a mi rostro, su cabeza inclinada ligeramente hacia atrás para poder sostenerme la mirada por la diferencia de estatura– no creo que tengas nada que hablar conmigo o me habrías llamado, ¿no crees? –siseé bajo apretando la mandíbula para contenerme– hasta hace un minuto no tenías nada que decirme porque estabas muy a gusto con este intento de hombre...

– ¡Suéltala! –ordenó el muy gilipollas atreviéndose a ponerme una mano encima de la que tenía sobre Alba. Solo le miré y con una sacudida me deshice de su mano.

–David, no te metas. Por favor... vete. –gimió ella con las lágrimas asomando a sus ojos muy hinchados y rojos. Cualquiera que la viese pensaría que llevaba horas llorando...

–Escúchala –agregué sin despegar la vista de Alba, apenas y la sostenía en un tacto vago pero lo había hecho porque no toleraba verla cerca de... de nadie más.

–Cómo crees que la voy a dejar así contigo, si se te ocurre ponerle...

– ¡David! –profirió ella en reprimenda.

–Si serás...–trataba de digerir que había insinuado que yo era un riesgo capaz de hacerle daño a Alba, ese fue mi límite. Así que, sin poder tolerar más, deshice el agarre y me alejé considerablemente – No puedo seguir aquí... –murmuré con el poco aire que me quedaba antes de darle la espalda para abandonar a toda prisa el salón.

Prescindí de todo lo que decía a mis espaldas, ignorando sus intentos por alcanzarme o detenerme y con grandes zancadas llegué a mi Aston Martin, llevándole al máximo como nunca antes deseando que la adrenalina mitigara un poco la asfixia que sentía.

«Esto no podía estar pasando, Alba no me podía estar haciendo esto... ella no estaría con nadie porque solo me quería a mi ¿o no? Para ella solo existía yo ¿no es así? ¿Acaso lo imaginé? » me atormentaban jodidas voces en mi mente.

Joder, dolía, dolía como si estuviera muriendo aplastado por una gran roca... no podía continuar un segundo más escuchando su voz. El aire no llegaba a mis pulmones, reclamaban a mi cuerpo por oxígeno pero este no podía responder. Fue entonces cuando me di cuenta que me había ahogado con las lágrimas que no paraban de robarme el aliento... mi visión empañada tampoco ayudaba al conducir. Retiré una mano del volante para presionar mi pecho pensando que ayudaría a contener la opresión pero solo aumentaba con cada segundo que pasaba.

Alba era todo para mí, todo lo que tenía, todo lo que quería, era mi vida... y yo no podía imaginar que mi vida terminara en brazos de otro...

Eso era ella, mi vida y yo... yo no podía pensar en perderla. No era una opción pero tampoco sabía si podría evitarlo... si sería capaz siquiera de luchar en contra de sus deseos, ahora no tenía fuerzas... estaba dolido, abatido y herido...

¡Joder, muy herido!

Amante FielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora