CAPÍTULO XXVI

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     Ethan

Desperté porque un punzante dolor de cabeza no dejaba de atacarme, era irritante y de veras que me estaba jodiendo. Había cobrado consciencia, más me resistía a ver la luz, no quería abrir los ojos pero fue una suave caricia en la mejilla la que alertó mis sentidos.

No estaba solo y aunque reconocí de quien provenía no sabía cómo estábamos juntos.

El último recuerdo que tenía de mí era en la costa de Valencia a la que conseguí llegar en menos de dos horas, sin hallarme en la propiedad que tenía allá, salí al mar y me quedé oyendo música sentado en la arena con un solo trago que no pude tomar. Mi garganta estaba sellada, comprimida tanto como para ni poder pasar saliva. Después de lo que me pareció una eternidad mirando a la inmensidad oscura del océano, solo me dormí con las palabras de Bieber en That Should Be Me causando estragos y de fondo amortiguado por el sonido de las olas.

El enajenamiento que corría por mi sistema, aumentando tanto mi temperatura corporal como para no sentir la corriente helada.

Extrañado, sin poder seguir resistiéndome abrí los ojos y me topé con su mirada fija en mí.

Tragó saliva y dejó sus manos tímidas suspendidas en el aire pero yo estaba más pendiente de cómo era posible que estuviese conmigo y velando mi sueño después de anoche.

Su rostro se veía agotado, grandes medialunas que parecían tener días formándose contrarrestaban con el tono blanquecino antinatural de su piel.

Sus labios entreabiertos dejaban escapar el aire con dificultad porque sin darse cuenta estaba conteniendo la respiración. Y sus ojos... sus ojos hinchados, parpados cansados, el blanco de su esclerótica sustituido por un carmesí y sus iris azules estaban tan opacas que se acercaban más al gris como si una nube tormentosa los obstruyera.

Había llorado hasta hace poco, probablemente un segundo antes de que yo me levantara porque algunas lágrimas que no terminaron de caer comenzaban a secarse en su rostro...

Y lo más impresionante de todo era que su apariencia seguía siendo la de un ángel. Un ángel sublime y perfecto de belleza sin igual.

¿Mi ángel que nos estabas haciendo?...

–Lo siento. –musitó al fin con la cabeza gacha.

– ¿El qué?

–Eh, en primer lugar por despertarte...

–Vale –dije quedamente– ¿Qué haces aquí?–no quise ser brusco y hablé por necesidad pero ahora mismo no entendía su presencia acá.

–Yo... tu jefe de seguridad me informó que habíais venido y yo... no... no sabía cómo reaccionarías después de... de lo que pasó– hace una pausa tomando una gran bocanada de aire como si le fuese costado muchísimo decir aquello– quise asegurarme de que estuvieras bien.

El chiste se contaba solo. Justo entonces pensé en las múltiples connotaciones que una simple y vulgar palabra como bien recibía a menudo con ligereza

« ¿Cuantas formas de estar bien sin estarlo existían? » quise saber seriamente.

Físicamente íntegro y respirando sí.

Y puede que a sus ojos estuviese bien pero yo era muy consciente de que estaba de muchas formas pero bien no era una de ellas. Lo que me llevó a formularme otra pregunta « ¿Cuantas personas rotas, con grietas o a punto de quebrarse, ofrecían una sonrisa a diario asegurando estar bien sin estarlo »

Amante FielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora