II. Cita en el parque.

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II

CITA EN EL PARQUE

CITA EN EL PARQUE

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7 de julio de 2005

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7 de julio de 2005.

Meg tenía doce años la primera vez que vio a Mitsuya Takashi, parado junto a Draken y sonriendo amablemente cuando los presentaron el primer día de su primer año como estudiantes de secundaria, y fue como si de alguna forma mágica, su nombre se hubiera grabado en su corazón con tinta permanente, porque habían pasado casi tres años de eso y ella seguía perdidamente enamorada de él. Sin embargo, había un inconveniente con su situación: a él no le gustaba ella, por lo cual era un amor unilateral.

Suspiró con desgano al pensar en eso, apoyando su cara en la palma abierta de su mano y mirando por la ventana de la cafetería. Era la hora del almuerzo y la comida del día no era precisamente mala, pero no tenía apetito.

—Deja de estar mirando la ventana y cómete eso de una buena vez —ordenó Kenchin con voz seria, sentado frente a ella en la baca al otro lado de la mesa en la cafetería.

— ¿Otra vez pensando en Mitsuya? —le preguntó Mikey, sentado al lado de él mientras devoraba la comida en su plato como si no hubiera probado un bocado en años. Sentada a un lado de Meg, Emma comía tranquilamente a diferencia de su hermano, mirando a Draken de vez en cuando, derramando amor hasta por los poros. Cada vez que la veía mirarlo así, Meg sentía algo de pena de sí misma porque estaba segura que así lucía ella cuando se trataba de Takashi.

— ¿Por qué no le gusto? —les preguntó a los tres en voz alta, mirándolos. Mikey no la miró, concentrado en su almuerzo. Ese tonto acababa de llegar a la escuela apenas un rato antes y solamente era para comer el almuerzo y luego se quedaba dormido sobre la primera superficie que se encontrara.

—Porque es un idiota —contestó Emma, convencida. Si hablaba de él o de Kenchin, Meg no tenía idea, pero pensaba que ambos cabían en la descripción de idiota.

—Te daré el chocolate que compré esta mañana si te callas y comes —ofreció Kenchin.

Meg no discutió esta vez y tomó sus palillos para comenzar a comer su almuerzo. Mikey no tardó mucho en terminar su propio almuerzo y comenzó a quitarle del suyo, soltando un par de quejidos cuando apartó su mano a manotazos. Emma los miró, pensando que le recordaba a cuando eran niños de preescolar y Sachi y Shinichiro los dejaban comer de las frituras que ellos comían cuando veían películas los fines de semana. El recuerdo ya era algo borroso después de casi diez años, pero Emma apreciaba la nostalgia que la invadía al pensarla y sabía que Mikey y Meg se sentían de la misma forma.

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