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La fiesta de la Gala empezó y era increíble la de gente importante que había ahí.

Pedri me presentó a un montón de gente del equipo técnico, y también a algunos jugadores que aún no conocía y a sus mujeres.

Pedri me presentaba como su chica, a quienes le preguntaban que si era su novia les contestaba "no, todavía" siempre recalcando la última palabra con una sonrisa.

- ¿Quieres algo de beber? - me preguntó.

- Vale, vino blanco - le dije mientras que nos acercábamos a Sira y a mi hermano.

Asintió y fue hacia el camarero, mientras yo me quedaba con ellos.

- Quién te iba a decir que ibas a venir a estos eventos y no acompañándome a mi - rió Ferrán.

- Yo lo sabía desde el primer día - aseguró Sira, llevándose una mala mirada de su novio - ¿qué? será tu hermana, pero yo sabía desde que se conocieron que iban a acabar juntos.

- No estamos juntos - murmuré.

- ¿Hace falta que te lo pida para que lo seáis? - frunció el ceño Ferri.

- Eh, también se lo puede pedir ella - alzó los hombros Sira.

- No sé, estamos bien y siempre habíamos dicho de no poner etiquetas - aseguré.

- Ya gordi, pero lleváis mucho, ¿no te apetece formalizarlo? - preguntó Sira.

- A ver sí, pero tampoco quiero presionarlo, ya sabéis todo lo que se lío con Lorena, supongo que quiere estar seguro antes de dar el paso - murmuré de nuevo.

- Estás tonta, te quiere, solo hace falta ver cómo te mira nena - dijo Sira.

- Tiene más seguro que quiere estar contigo qué que le gusta el fútbol - asintió Ferri.

- Vosotros flipáis - aseguré riendo.

Al poco tiempo llegó Pedri con mi copa y con Gavi.

- Nuestro chico de oro - sonreí abrazando a mi amigo.

- Sigo sin creermelo enserio - aseguró.

- Yo sigo sin creerme que nos hayas mencionado en el discurso, con lo que nos metemos contigo - dijo Sira agarrándolo del brazo, y refiriéndose a nosotras.

- Para que dejéis de hacerlo - dijo alzando los hombros, a lo que soltamos una carcajada.

- Me acaba de decir Xavi que mañana tenemos entrevista y rueda de prensa - dijo Ansu, apareciendo entre nosotros.

- ¿A qué hora? - preguntó Pedri.

- Después de comer, en el Camp Nou - indicó.

- Los temas de conversación van a ser a Gavi por su premio, a Ferri por mí y a Pedri por Val - suspiró Sira.

- Y a mí por aguantaros a todos sin suicidarme - aseguró Ansu.

- Venga allá, si nos adoras - dijo el sevillano revolviendo su pelo.

La Gala continuó normal, gracias a ser una fiesta privada no había nada de prensa ni de paparazzis, por lo que Pedri y yo hacíamos lo que queríamos y cuando queríamos.

- No puedo más con ese vestido - me susurró una de las veces, erizando mi piel.

- O te callas o te rapto - aseguré.

Él soltó una risita pero sabía que no iba a parar, ya que nos teníamos ganas desde que nos vimos así vestidos. Iríamos guapos, pero nuestras ganas de quitarnos los trajes las superaban.

Empezó a hacerme caricias por la espalda baja, dejando besos húmedos en mi hombro cada vez que nadie miraba, así que no tardé en agarrar su mano y entrar en el primer baño que encontré.

- ¿Quieres dejar de provocarme? - pedí.

- ¿De verdad quieres que pare? - dijo acercándose a mí.

- Sí - respondí, sin creermelo ni yo.

Él soltó una risa y me puso contra el lavabo, poniendo una mano a cada lado de mi cintura.

- ¿Segura? - preguntó de nuevo.

- Pedri... - suspiré.

Sonaron unos golpes en la puerta que nos hizo cortar la tensión de momento, y casi se me cae la cara de vergüenza al ver que era Araujo queriendo entrar al baño, aunque éste hizo una broma de las suyas al vernos ahí.

Salimos intentando mantener la compostura, pero sin poder aguantar la risa de la situación que acabábamos de vivir.

- Que sepas que en menos de una hora estás en mi cama sin ese vestido - aseguró Pedri, susurrándome al oído de nuevo.

- A sus órdenes - dije sin rechistar.

Volvimos con el resto y Gavi nos presentó a unos primos suyos que habían ido a la Gala, saludamos también a sus padres y a su hermana, que nos dijo que un día de estos teníamos que quedar.

Yo ya no podía concentrarme, tampoco me enteraba de nada. Pedri no escapaba ni un solo momento en el que nos quedábamos solos para besarme, acariciarme o susurrarme cualquier guarrería.

Cuando ya no pude más, le pedí que llamasemos a un taxi. Nos despedimos de todos diciéndoles que me encontraba un poco mal y nos fuimos corriendo a su casa.

Nos besamos en el taxi como dos adolescentes, incluso agarraba mi muslo subiendo la mano cada vez más. Menos mal que el conductor estaba pendiente de la carretera, o eso esperaba.

Cuando llegamos a casa de Pedri no dejé ni que cerrase la puerta, ya estaba quitándole la chaqueta del traje y fundiendome en un beso con él.

Nos fuimos quitando la ropa sin separar nuestras bocas, aumentando las ganas y la respiración agitada.

Subimos a su habitación y no sé cómo no nos matamos por las escaleras, ya que íbamos manoseándonos sin parar.

- Qué ganas te tenía Val - aseguró Pedri, tirándome en su cama.

- Me llevas calentando toda la noche - dije yo.

Se puso encima de mí besándome con intensidad, mientras que yo entrelazaba las piernas en su cintura, notando ya su erección.

- Si que tienes ganas sí - rió viendo como pegaba nuestras zonas.

- Cállate ya - dije besándolo de nuevo.

Se deshizo de mi tanga, dejándome completamente desnuda y bajando hasta mi zona para lamer, chupar y absorber mi punto debil, mientras yo arqueaba la espalda y echaba la cabeza hacia atrás del placer que me daba sentirlo.

Introdujo un dedo, y antes de darme cuenta otro, haciéndome soltar pequeños gemidos.

- Pedri... - balbuceé con la voz entrecortada.

- No sabes cómo me pone que gimas mi nombre, Valeria - dijo mirándome desde abajo, para posteriormente volver a mi boca y entrar en mí de una estocada.

- Joder, estás empapada, no voy a durar nada - murmuró con voz ronca.

No fue así, ya que no sé ni el tiempo que estuvo penetrándome. El aguante que tenía y el placer que me daba cada vez que lo hacíamos era inigualable.

Al cabo de un rato aumentó el ritmo para llegar los dos al orgasmo.

- Madre mía - suspiré.

- Eso digo yo - dijo él.

Nos dimos mil besos más cuando recuperamos la respiración, aunque esta vez se trataban de besos suaves y con cariño, los típicos que después del polvazo que acabábamos de echar hacían que se me llenase el corazoncito.

- Te quiero - susurré.

- No más que yo - dijo para acurrucarme sobre él, haciendo que ambos quedásemos dormidos.

AMBIVALENCIA - PEDRI +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora