DECIMOTERCER CAPÍTULO

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CAPÍTULO XIII

Serían las cinco de la mañana cuando me desperté entre sofocos, debido a las voces, esas tan horripilantes que rondaban por mi cabeza aquellos días, y no sabía el motivo, bueno, en el fondo sí que podía hacerme una idea.

Intenté calmarme buscando algo a lo que aferrarme, pero sobre la mesita de noche solo había un reloj tétrico y a la vez con un toque de elegancia. Así que inspiré y expiré suavemente, buscando la cima de la tranquilidad.

Me quedé dormida durante un par de horas, unas cinco o seis imagino, ya que al levantar la persiana reflejaban unos pequeños rayitos de luz.

Me mantuve un rato tumbada de nuevo en la cama, era como si mis huesos pesaran más de la cuenta y me impidieran moverme, pero conseguí levantarme con un pequeño esfuerzo. Me puse la primera sudadera ancha que pillé, unos joggers y los crocs con calcetines. Antes de salir por la puerta, apareció la persona que en esos momentos era la menos indicada de aparecer.

-¡Joder!- exclamé en voz baja intentando cerrar la puerta.

-¿Pero qué te pasa gilipollas? ¿Quién te crees para cerrarme la puerta en las narices?- me gritó y torné los ojos en blanco.

-Anda déjame, tengamos la fiesta en paz- dije intentando que se fuera de una vez por todas.

-Lo gracioso es que te recogen de la basura, te aprovechas de todos los lujos y ahora te piensas que eres la reina, ¿no?-

-Mira, si alguien no querría estar aquí soy yo, ¿o acaso te crees que no me gustaría estar felizmente con mi familia al completo viendo una película mientras comemos palomitas? Ya de por sí que el tema es complicado no dejemos que vaya a peor, joder-

-Claro, tan complicado es que tienes que estar aquí viviendo del dineral de mi abuela, ¿verdad?- se pegó más a mí.

-Juro que devolveré todo, aunque tenga que trabajar día y noche, pero necesito mi espacio, por favor- le pedí.

-Eres la persona más despreciable que conozco, no entiendo porqué no te mataron a ti también y te hubieras ido con los asquerosos de tu familia-

-Vaya, no me conoces ni de hace una semana y ya soy la persona más despreciable que conoces, qué miedito. ¿Eres siempre así?-

-De pequeño me decían que fuera yo mismo, aunque soy más majo con las personas que no son unas mantenidas- se burló.

-Vaya, pues quien te haya dicho que seas tu mismo no podría haberte dado mejor consejo- le miré con una cara de asco.

-¡Rata asquerosa!- gritó.

-Qué pesado, utiliza otros argumentos, por favor- me reí.

-Menuda hija de puta estás hecha-

-Podríamos seguir discutiendo, pero ya me he cansado lo suficiente de ti- y me fui dejándole la palabra en la boca.

Bajé después de aquella maravillosa discusión, encontrándome a Evolet haciendo el desayuno, mientras los demás desayunaban.

-¿Por qué se escuchaban tantos gritos, Bella?- preguntó William.

-Nada padre, es que Bella se había encontrado una cucaracha y la estábamos intentando matar- dijo el subnormal este.

-Sí, perdonadnos-

Cuando terminé de desayunar subí a mi habitación para hacer la cama, limpiar el baño... Me habían dicho que esas tareas las hacía Evolet, pero a mí no me importaba en absoluto.

Fijé la vista en mi mano, la cual seguía teniendo escrito el teléfono de Owen, aunque como se estaba yendo la tinta cogí un trozo de papel y lo apunté. Le di unas cuantas vueltas, pero acabé marcando su número en el teléfono fijo.

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