OCTAVO CAPÍTULO

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CAPÍTULO VIII

Cerré los ojos por unos instantes para intentar tranquilizarme, pero los abrí de golpe, porque un hombre se tropezó conmigo y se le cayó el batido que estaba tomando encima de mi cara.

-Lo siento mucho de verdad, es que iba despistado- me dijo el hombre mientras yo intentaba limpiarme la cara.

El hombre era calvo y tenía los ojos de color violeta, era muy extraño.

-No se preocupe- dije conteniendo las lágrimas.

-¿Se encuentra bien?- se agachó para escucharme mejor porque era muy alto.

-Sí tranquilo, gracias- no me pude contener y bajé la cara para que no me viese llorar.

- ¿Está usted segura? Porque sus actos no me dicen lo mismo- no contesté- Bueno, sé que soy feo y mis ojos dan miedo, pero es que tengo el Síndrome de Alejandría, por eso mis ojos son de este color, pero no pasa nada... De todas formas, creo que no estás llorando porque se me haya caído el batido encima tuya, y el hecho de que estés tirada en el suelo dice mucho sobre lo que te ocurre. Además tienes que tener cuidado con el dinero que tienes al lado, pueden quitártelo- miré a mi derecha donde se situaba el dinero, un poco húmedo por el agua de lluvia que había caído durante la noche- Bueno, creo que he hablado suficiente, si necesitas ayuda llámame- me entregó una tarjeta de un tal clarividente y médium con un número de teléfono.

- ¡Espere! ¿Por qué me entrega esta tarjeta?- me levanté.

- Porque soy yo,Edmond Durand, el mejor clarividente y médium de Nueva Orleans- dijo con orgullo y acento francés.

- Así que usted ha adivinado lo que me ocurre-

- No, pero no me importaría que me lo dijeras- sonrió mostrando un diente dorado.

- Bueno, hasta luego- evité contar lo ocurrido.

- Adiós, y ten cuidado con lo que te deparará el futuro- mostró de nuevo su diente dorado y pude ver una pequeña cicatriz en el borde del labio.

Me senté nuevamente en el suelo mientras observaba la tarjeta que me acababa de dar Edmund.

No pude más y cerré los ojos mientras me sumergía en un mar de lágrimas. La vida es al fin y al cabo como un libro, a veces hay momentos buenos y otros malos, pero si no pasas de página no sabrás nunca lo que está por venir. En esos momentos mi vida había cambiado a peor, y no sabía si iba a salir del gran pozo en el que había caído en tan solo unos días.

No podía parar de llorar, estaba muerta por dentro y en ruinas por fuera.

-Hey, hola- ¿acaso me había muerto y los ángeles me estaban hablando? Los párpados me pesaban demasiado.

-Hola- me encontré con la señora mayor del otro día.

-Ahora me dirás que solo estás aquí sentada y con estas pintas porque te aburrías y querías mancharte de suciedad- dijo con voz sarcástica.

-No es eso- bajé la cara apenada.

-Ya lo sé, es obvio que te pasa algo y sé que no me incumbe, pero aunque no te conozca ni sepa tu nombre estoy preocupada por lo que te pueda pasar- sonrió.

- Me llamo Bella, Bella González Davis- me limpié las lágrimas.

-Al fin, después de tantas conversaciones sé tu nombre, yo soy Aurore Wright- estiró la mano e hicimos un leve saludo.

-Encantada-

-Bueno, ¿tienes dónde hospedarte?- al final se lo tuve que decir.

-Em, la verdad es que no- bajé la cara.

-Entiendo, ¿tienes familia?- dijo alzándome la cara.

-Es una larga historia- miré a otro lado.

-Dispongo del tiempo que necesites-

Suspiré y empecé a contárselo todo, incluso lo de Cody. Al acabar se quedó durante unos segundos en blanco, pero luego hizo algo que me sorprendió, se acercó a mí y me dio un abrazo.

-Lo siento mucho Bella-me dijo mientras se le escapaba una lágrima-¿Pero por qué no has llamado a la policía? Deberías hacerlo, sería lo más lógico-

-¡Nooo!-grité- Nadie puede enterarse, al menos hasta dentro de un tiempo, porque vendrá a por mí y me hará daño- me empezaron a doler los oídos y me los tapé con fuerza.

-Anda, ven conmigo- tiró de mi mano levantándome del suelo.

- ¿A dónde vamos?- dije confusa.

- A mi casa, al menos hasta que encontremos una solución-

- No hace falta de verdad- no quería que hiciesen más cosas por mí.

- Sí hace falta, me gusta ayudar a la gente-

- Muchísimas gracias, de verdad-

-No es nada- sonrió.

Íbamos caminando hasta que nos paramos enfrente de un gran edificio con grandes ventanales.

-Es aquí- sacó las llaves del pequeño bolso que portaba.

Estaba asombrada de lo bonito y espacioso que era. Entramos y era incluso mejor, había estatuas esculpidas de oro, una gran alfombra roja y las lámparas eran de cristal. Entramos en el ascensor que estaba lleno de cristales de colores.

Mientras subíamos se podía ver la ciudad desde lo alto. Éste nos dejó en la decimoséptima planta. Nos plantamos enfrente de una puerta de mármol que ponía arriba A. Entonces me acordé de que en la tarjeta de Edmond ponía esta dirección, solo que la letra B.

-¿Es este el piso de Edmond Durand?- le pregunté señalando la puerta B.

- ¿Lo conoces?- me preguntó sorprendida y a la vez extrañada.

-Sí, antes lo conocí, es simpático-

-¿Enserio?- dijo poniendo cara de asco.

-Sí-

-Pues ese hombre está loco, se piensa que con sus jueguecitos de mago va a llamar la atención- se río con elegancia.

Metió la llave y abrió la puerta.

-Bueno Bella, ¡bienvenida a mi humilde hogar!- elevó el tono.

De humilde no tenía nada.

☆☆☆

¡Holaaa chic@s! Aquí tenéis el capítulo octavo y el noveno.

Hoy quiero dedicárselos especialmente a todas aquellas personas que se toman un ratito de su tiempo en leerme. Muchísimas gracias a todos por esas más de 3000 visualizaciones.❤📚💫

¡Espero que os guste! :)

Con cariño,
Carla 🍂

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