IV. Daydreaming [Chaennie] +18

563 37 2
                                    

«¿Quieres continuar».

Ni una palabra salió de su boca. El mordisco implacable en su labio superior y esa lengua enganchándose la entrada de su paladar le permitieron soltar solo un suspiro.

El suelo frío y húmedo en su espalda contrastaba deliciosamente con el calor hirviente de su cuerpo. La sensación palpitante y tortuosa le confundía.

Apretó con lentitud el labio inferior ajeno entre los suyos. Estaba frío y húmedo. Se encargó de recorrer todo ese ancho con su lengua caliente. Escuchó un gruñido casi silencioso y voluptuoso que le obligó a levantarse, derrumbando a la mujer con ella ahora encima.

No le importaba esa desesperación evidente y desvergonzada. Aunque no la llamaría de tal forma: lo que sucedía con ella era una complicada y llana pasión que motivaba a su cuerpo a quererse acoplar, fundir y mezclarse con ella.

Su intimidad desbordada e inquieta arruinaba la delicada tela de esos pantalones. Era molesto y agobiante que estuviera cubierta aún, mientras ella misma solo vestía una camisa humedecida por su sudor.

La pequeña brisa que corría a través de la habitación le rememoró la falta de lencería. Sus pezones se endurecieron con violencia en cuanto tomó conciencia de la posición en la que se encontraba y como la pelirrubia debajo de ella le miraba, quieta y paciente, esperando que hiciera el primer movimiento.

Las suaves yemas de sus dedos se aventuraron por esa porción nívea de piel desnuda acentuada en aquel crop top ceñido. Delineó con cuidado su abdomen y con cada caricia que daba recibía una similar sobre sus piernas. Pronto ya no eran solo sus dedos los que vagaban por aquel torso ya al descubierto, sino también sus uñas y sus palmas. Su poca delicadeza desentonaba con el cuidado con que fue tratada antes. Roseanne le había complacido con sus manos y con su boca de la manera más dulce posible, sin embargo, ella le trataba ruda y torpe, dejándose llevar por el rostro acalorado y jadeante.

Se deslizó presurosa, respirando con impaciencia sobre los pechos desnudos tan erectos como los suyos. Lamió y mordió, permitiendo y callando gemidos. Roseanne era tan ruidosa y a la vez tan obediente como ella.

Su lengua serpenteaba sobre los músculos de aquel abdomen y su mano tanteaba con premura sobre la atadura del pantalón. Escuchó como la pelirrubia tomaba aire y se agitaba. Jennie hundió su cálida boca, bebiendo de su humedad sin pudor alguno.

«Me gusta cómo me miras».

Sus mejillas estaban a punto de quemarse.

Jennie se burlaba y la provocaba, alternando comentarios y el vaivén de su lengua, mientras le observaba sin detenerse.

Sintió las grandes manos de su acompañante detenerse en su cabellera, apretando sin consideración su rostro contra su entrepierna por unos segundos eternos.

Jadeaban tan fuerte ambas, como si Roseanne no hubiese sido la única en alcanzar el tan anhelado clímax. Jennie, dispuesta a proseguir fue tomada por la barbilla y llevada, hipnotizada, a estar de nuevo de espaldas en el suelo.

«Quiero estar arriba, pidió entre besos calientes y ruidosos».

«Es mi turno», dijo la otra mujer mordisqueando y dejando un rastro húmedo por el largo de su cuello.

«Quiero estar arriba», repitió con una voz suave que erizó la piel de la pelirrubia.

Su cuerpo se dejó caer con suavidad por el peso de Jennie. Dejaría que hiciera con ella lo que quisiera. Roseanne sabía que, desde el primer encuentro con la pelinegra y sus ojos almendrados, su cuerpo y corazón les pertenecían a medias.

~ El libro de Rosé ~ (CHAENNIE/CHAESOO/ROZY-SUSÉ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora