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Su mirada amenazante asustaba a cualquiera que pasara por su lado mientras se dirigía hacia una cierta dirección enfurecido. 

Sus puños estaban apretados con fuerza a cada lado de su cintura mientras iban de atrás hacia delante mientras caminaba a ruidosos pasos. 

Agradecía que la hora de física hubiese terminado, porque si seguía viendo la cara de la maestra, seguramente no se hubiera aguantado en lanzarle un banco en la cara a la mayor. 

Sus orejas de oso se levantaron cuando encontró a su pareja hablando animadamente entre su grupo de amigos, sabía que podía encontrarlo ahí si el castaño no lo iba a buscar primero. 

Fue hasta el mexicano y se paró frente a él mirándolo fijamente, sus orejas volvieron a bajarse y sus ojos brillaron gracias a las lágrimas que se le empezaban a acumular. 

Roier preocupado, tomó las manos del argentino entre las suyas —Cielo ¿qué pasó? —preguntó. 

Spreen no aguantó más y se aferró al torso del más alto con fuerza, casi como si su vida dependiera de eso. 

El de bandana lo miró algo perplejo ante la repentina acción de su novio, pero después entendió todo y diciéndole algo a sus amigos, salió de aquel lugar llevándose al pelinegro con él. 

Llegaron al salón de música que estaba vacío en ese momento, pues ese día no había ningún ensayo ni nada por el estilo. 

En cuanto llegaron, el híbrido de desplomó contra su pareja dejando salir todas las lágrimas de impotencia y decepción que llevaba cargando sin dejarlas salir para no mostrarse débil frente a la gente. 

Roier suspiró y acurrucó al argentino entre sus brazos mientras sobaba su espalda con delicadeza, iba a dejarlo desahogarse todo lo que necesitara. Desde que se convirtió en su pareja, se prometió ser el pilar del más bajo en cada situación que atravesara. 

El de piel blanquecina se separó un poco sorbiendo su rojiza nariz debido al llanto, sus ojos violáceos estaban cansados y sus lindas pestañas estaban húmedas haciéndolas brillar. 

—¿Ya está mi amor? —preguntó suavecito el mexicano plantando un besito en la frente del contrario. 

Recibió un asentimiento de cabeza por parte del mayor. 

—Osito... ¿qué pasó mi cielo? —volvió a decir acariciando la mejilla de su novio, esperaba que Spreen pudiera contarle todo lo que quisiera con tal de librarse. 

—La vieja de física... me puso un 6 en la exposición que me tocó hacer con ese grupo de mierda que me eligió —relató con odio— y con la excusa chota de que el trabajo "era grupal" cuando terminé haciendo casi todo yo porque los pelotudos de mierda aquellos no hicieron un carajo en toda la semana. Los odio a todos, ojalá se caguen muriendo. —finalizó de decir escondiendo su cara en el cuello del castaño. 

Dejaría pasar ese vocabulario por esta vez, ya que Spreen no estaba en condiciones de ser regañado por aquello, su ira y frustración eran entendibles ante esa situación de mierda. 

—Hey, escúchame —pidió entrelazando sus manos con las híbrido haciendo que este elevara su vista para mirarlo— entiendo que estés frustrado cariño, pero solo debe importar tu opinión y lo que tú pasaste haciendo ese trabajo de la chingada que te tocó —sonrió al escuchar una risita del pelinegro— eres perfecto mi cielo, y ni la maestra ni un pinche equipo va a quitarte lo inteligente y hábil que eres para todo. 

Las palabras del más alto hicieron aparecer el sonrojo en la cara del argentino, sonrió tímidamente y sin esperar más, enredó sus brazos en el cuello del más alto haciéndolo juntar sus labios con los suyos en un beso. Roier sin negarse, siguió el beso abrazando la cintura de su pareja con cariño. 

Solo Roier lograba subir su ánimo sin importar si el día que estaba teniendo era una mierda total, solo su lindo y tierno novio lograba mejorarlo con tan solo palabras y mimitos. Lo ama demasiado. 






















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¡Mírame, chico de pestañas bonitas! | spiderbear.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora