23. Dolor o sufrimiento

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El dolor es una sensación física o emocional que no podemos evitar cuando nos ocurre algo malo, pero que tiene un límite y se puede superar. El sufrimiento, en cambio, es la actitud mental que tenemos ante el dolor, y que depende de cómo lo interpretemos y lo afrontemos. Si nos quedamos atrapados en el dolor y no lo aceptamos ni lo superamos, estamos eligiendo sufrir y vivir de forma negativa. Pero si nos enfrentamos al dolor y buscamos soluciones o aprendizajes, estamos eligiendo vivir de forma positiva. Por eso, el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional.

El tiempo en aquella cafetería de repente se detuvo, los minutos y segundos apenas pasaban para esas dos almas que estaban allí sentadas, una frente a la otra. Carol y Paula se miraban fijamente, sin saber qué decir ni qué hacer. Había tantas cosas que se habían quedado sin decir, tantas cosas que se habían quedado sin hacer. Había tanto amor y tanto dolor entre ellas.

Carol estaba inquieta por tenerla tan cerca y con las mismas ganas de hablarle como de no dirigirle la palabra, quería hacerse un ovillo y esconderse para no tener que enfrentarse a aquella situación. Tenía bastante miedo a que volviera a aparecer aquel dolor que últimamente parecía dormido o creía tener dominado.

Paula sentía un nudo en la garganta. No sabía si había hecho bien en volver a la cafetería. No sabía si Carol querría verla o no. No sabía si la perdonaría o no. Solo sabía que tenía que intentarlo. Tenía que hablar con ella. Tenía que pedirle perdón, aunque Carol no quisiera verla nunca más.

Y ahora se estaban tomando un té sin casi poder dirigirse la mirada, intentando esquivar todas y cada una de las sensaciones que se provocaban la una a la otra. Carol y Paula no percibían nada de lo que ocurría a su alrededor. Solo se fijaban en la otra, en sus ojos, en sus labios, en sus manos. Se habían olvidado del mundo exterior, solo existían ellas dos en su propia burbuja.

Si Paula se perdía en la piel del cuello de Carol o ésta contemplaba sus manos, mientras acariciaba los anillos de sus dedos o cualquier mínimo detalle, lo vivían con más intensidad de lo habitual porque, aunque quisieran negarlo, solo se enfocaban por completo en la otra y en lo que les provocaba, como una burbuja de agua y jamón que vuela por el aire y que al verla te ilusionas y la sigues con la mirada hasta que de repente se rompe, pero hay muchas más surcando el aire. Y aunque hubieran pasado meses y mucha distancia entre ellas, con tan solo reencontrarse, la burbuja que habían creado algún día las había envuelto, otra vez, de nuevo.

Todo se había vuelto complicado, tener una conversación sin reproches iba a ser bastante difícil y se les estaba haciendo cuesta arriba. Paula tenía que controlar todo su cuerpo para no empezar a temblar, sobre todo sus manos, por eso a cada rato tocaba sus anillos. Carol por otro lado, estaba inquieta en su asiento y carraspeaba continuamente, mientras le subía el calor a las mejillas, lo que la ponía aun más nerviosa. A ninguna de las dos les gustaba tener que estar disimulando, ni tampoco andarse por las ramas.

- Carol... - dijo Paula con voz suave.

Carol no respondió. Se limitó a mirarla con una mezcla se sorpresa y reproche.

- ¿Cómo sabías que estaba aquí? – Preguntó Carol dando con la pregunta adecuada para confundir a Paula.

Paula se puso nerviosa al oír la pregunta de Carol. No sabía si mentirle o no. No sabía si confesarle que había estado preguntado por ella en el teatro, que había seguido sus pasos hasta la cafetería. No sabía si decirle que no puede vivir sin ella, que la quiere con locura, que haría cualquier cosa por recuperarla. Se quedó mirándola con una expresión de duda y miedo, esperando que Carol le diera una señal.

Carol se quedó con los ojos fijos en ella esperando por una respuesta por su parte, hasta que levantó su ceja para que se animara a darle una contestación. Finalmente, Paula sonrió tímidamente y levantó los hombros.

La Última EscenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora