11. Silencio

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La noche dio paso a la mañana y la mañana a la tarde. Durmieron casi 10 horas de un tirón, sin nada ni nadie que las molestara.

Rosa, la señora que limpiaba la casa, solía ir por las mañanas a realizar su trabajo, ella llevaba trabajando para esa familia casi 20 años y ya formaba parte de ella. Rosa era quien se encargaba de mantener y cuidar la casa durante el resto del año cuando ellos no residían, junto a su marido Juan que se ocupaba de los alrededores de la vivienda, como la piscina y el césped. Ellos no tenían horarios, podían entrar y salir a cualquier hora, igual los veías cerca de la casa a todas horas que tal vez no los veías en varios días a no ser que los precisaras. Se les había permitido esa libertad por la cercanía, el cariño y la confianza que les habían tomado al matrimonio por estar tanto tiempo trabajando para su familia.

Ellos no solían aparecer todos los días por la estancia cuando la familia se hospedaba, pero ya llevaban varios días sin ir, sabían que Paula se había quedado varios días más en Benissa y que tenía visita. Ese día se habían pasado a realizar su trabajo y a ninguno de los dos les extrañó no ver a la rubia ni su amiga en toda la mañana. Es verdad que Paula solía levantarse bastante temprano, como ella misma decía, sus horarios eran muy caóticos, ya que los rodajes comenzaban siempre muy pronto. A fin de cuenta ella era una artista con letras mayúsculas, solían decir ellos.

En ocasiones, cuando Paula se quedaba en casa, Rosa pensaba que la chica aún seguía durmiendo y en cambio se encontraba desde muy temprano en ese cuarto tan especial que ella llamaba su pequeño refugio, el cual se encontraba al otro lado de la casa y estaba insonorizado. Se encerraba allí horas y horas practicando para sus funciones, bailando, cantando, recitando algún texto de cualquier obra de teatro. Algunas veces se le olvidaba cerrar la puerta o abría alguna ventana para ventilar la habitación y se le podía escuchar desde afuera y Rosa cuando la oía, cerraba los ojos deleitándose con su voz, con la pasión y la fuerza con la que decía aquellos textos disfrutando de su talento.

Su voz siempre le había resultado muy cautivadora pudiendo encantar a cualquiera, desde niña, ella solía decirle "Paula, eres tan dulce, que cualquier día vas a llegar tan alto que vas a conseguir convertirte en un ángel" y aquella niña de ojos marrones y saltones la miraba asombrada sin creerse que algún día de verdad sería el ángel que otra persona necesitara para salvar su vida.

A sus 29 años, aun conserva esa inocencia, igual te mira sorprendida como intentaba levantar a Rosa en sus brazos y sin previo aviso por todo lo alto, feliz y divertida. Estaba tan llena de vida, queriéndose comer el mundo y disfrutando de su pasión. Paula era una mujer con personalidad, positiva, dulce y con mucha fuerza que Rosa la quería como si fuera su propia hija.

Ese día, Rosa le preparó el almuerzo a ella y su invitada, muchas de las veces que se quedaba allí era ella quien iba a cocinarle. Les había hecho una fideuá para comer y le dejó una nota escrita pegada a la nevera con un pequeño imán. Normalmente, era ahí donde todos dejaban sus notas para poder comunicarse por si no se veían o por si tenían algo que recordar.

"Les he dejado el almuerzo hecho y también hay algo de fruta en la nevera. Francesco ha estado toda la mañana llamando porque tienes el móvil apagado y le he dicho que tú y tu amiga seguían durmiendo. Hasta mañana dulce ángel"

Así era como la llamaba Rosa de vez en cuando, la había empezado a llamar así desde aquel día y a Paula le encantaba.

Mientras seguía enfaenada en sus labores se dio cuenta que Paula había salido muy temprano a navegar esa mañana antes de que su marido y ella llegaran. Su preocupación aumentó mucho cuando al mirar por la ventana vio como de violento estaba el mar hoy. Juan lo había deducido cuando bajó al embarcadero para cerciorarse de que las embarcaciones estuvieran bien sujetas y notó que unas de las motos de agua tenia las sogas mal amarradas. Rosa también vio toda la ropa empapada que había en el cuarto de lavar tras seguir las huellas de barro marcadas en el suelo de la cocina.

No era raro que esa chica últimamente hubiese adquirido aquella afición de salir en el alba a navegar, para después sentarse en ese único banco al final de la avenida. Rosa sabía que la madre de Paula hacía lo mismo desde el primer día que la conoció, como también lo hacia su abuela y tampoco dudó en preguntarle por qué hacía aquello y obtuvo la misma respuesta que le dijo aquel día que se lo preguntó Paula a su madre.

Esa niña tan pura y genuina que un día conoció se había convertido en una mujer luchadora y a la que ahora veía que estaba lidiando con sus propios demonios internos. Tenía una cierta preocupación por ella, aunque también sabía que saldría adelante, quizás no ahora, pero si cuando pudiera aclarar sus pensamientos y dudas. Estaba segura de ello.

Rosa cerró la puerta tras de sí y salió de aquella casa dejándola en pleno silencio. Eran las 4 de la tarde, el día había sido largo y se había demorado mucho más tiempo que de costumbre y Juan ya estaría esperándola en casa. En lo que pensaba que les haría de comer a las chicas para mañana sintió una cierta inquietud mientras caminaba y dejaba la casa a sus espaldas, paró, se giró y miró hacia la ventana de la habitación de Paula.

Lo que acontecía en aquella habitación pretendía ser ese contraste entre la realidad y la apariencia, ser como ese árbol que se cae en mitad del bosque, pero que su estruendo se escucha hasta en los confines más alejado del universo, aunque resulte complicado asegurar que haya hecho algún ruido cuando nadie lo ha escuchado. Quizás ese silencio que nosotros vemos sea solo la ausencia de sonido, pero en este caso si somos francos el silencio no es el problema sino la ausencia de la comunicación, todo el ruido que generan nuestros pensamientos acaba destruyéndonos. Y si no hay silencio, de poco o nada sirve que haya ruido, ya que por mucho que alces la voz, por mucho que quieras hacerte oír, nadie te va a escuchar.

Había demasiado silencio.

La Última EscenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora