20. Valor

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Había salido el sol y el día aparentaba comenzar animado ya que, desde primera hora de la mañana su entrenador Felipe la puso a correr en la cinta para hacer un poco de cardio antes de comenzar con el entrenamiento. Ella seguía todas las indicaciones que le daba; sus músculos se tensaban y destensaban, mientras que su mente se sumergía en un estado de concentración absoluta. Estaba cansada y sus mallas empapadas en sudor, pero liberar endorfinas le ayudaba a pensar con claridad.

Una hora y media después, Paula había terminado con su entrenamiento, se miró al espejo y se sintió satisfecha con su aspecto. Había perdido algunos kilos desde que empezó a entrenar y su figura se veía más definida y tonificada. Su entrenador le sonrió y le dio una palmadita en la espalda felicitándola por el buen trabajo que había hecho hoy.

Paula llevaba algunos días pensando en la posibilidad de ir a Barcelona, le habían ofrecido hacer una audición para el papel de una investigadora de policía y esa era la excusa perfecta para ir a buscar a Carol. Paula quería intentarlo, sobre todo porque esa sería su oportunidad para verla y quizás también poder recuperarla. No había un solo día en que no pensara en ella, no sabia como volver acercarse ya que, en su última conversación había herido a Carol con sus palabras y con sus actos.

Ella quería respetar el espacio que le pidió Carol de algún modo al haberse marchado de Madrid, pero sabia que todo eso estaba basado en el dolor y en los celos. El corazón de Paula le pedía a gritos que volviera a intentarlo, pero su cabeza le decía todo lo contrario, impidiendo que actuara y buscando el momento adecuando para hacerlo. ¿Llegaría ese momento algún día? Después de seis meses, ninguna de las dos se había intentado poner en contacto con la otra, una por miedo y cobardía y la otra por orgullo y coraje.

Durante ese tiempo Paula nunca perdió detalle de lo que estaba ocurriendo en la vida de Carol, no solo por las cosas que ella subía a sus redes sociales, sino también porque sus fans se encargaban de publicar todo. En las fotos donde aparecía se veía más delgada y con el pelo más largo y oscuro y casi siempre salía sonriendo o mirando divertida a quien le sacaba la foto. Y otras muchas eran videos de trozos de la función que estaba haciendo o con fans a la salida del teatro. A pesar de que esos videos eran de mala calidad podía apreciar lo bien que actuaba, cantaba y bailaba Carol, le encantaba todo de ella, sobre todo cuando cantaba con esa voz melosa y si era para ella aún más.

En muchos de aquellos videos y fotografías aparecía con una chica a su lado, que según los comentarios era una compañera bastante especial para Carol ya que, siempre estaban juntas y no se separaban una de la otra, otros decían que las habían visto salir por tal sitio cogidas de la mano, que si besándose y que posiblemente fuera su nueva novia. Paula las miraba atentamente y tenía que admitir que ambas hacían una buena pareja, mientras que una punzada de desazón y celos le encogía el corazón, aunque admitía que ahora Carol se veía más feliz.

Paula no hacía sino mirar la fotografía que tenía guardada en la galería de su móvil, una imagen de Carol acostada a su lado envuelta en sábanas después de haber disfrutado de una noche de pasión juntas. Se preparó un té de frutos rojos, mientras disfrutaba del ratito libre que tenía antes de ir al set para rodar y así prepararse para ponerse en el papel de su personaje y olvidarse de sí misma una vez más, un día más. Salió a la tarraza, a su magnifica terraza con vistas al Jardín de las Vistillas, las mismas vistas que no hace mucho disfrutaba Carol y que en alguna ocasión habían disfrutado juntas.

El día que Carol se marchó, el ático dónde vivía y que tenía alquilado quedó libre y Paula al enterarse de esto no se lo pensó dos veces y se fue a vivir en él. Recogió todas sus cosas de su antiguo apartamento llevándose sus dos gatos y sus plantas de allí para ocupar una parte de aquella terraza con ellas. Aun así, a pesar de haber llenado con sus cosas aquel espacio todavía le quedaba muy grande para vivir ella sola.

Francesco también se fue de aquel apartamento que habían compartido y que se había convertido en un infierno las ultimas semanas, aunque esperó durante un tiempo a que ella volviera después de todo lo ocurrido entre los dos, pero nunca lo hizo.

Aquella noche en el restaurante, después de que Carol huyera de su casa en Benissa, Paula sintió que el mundo se le venía encima. Su respiración se aceleró, su pecho se oprimió y su vista se nubló. Era un ataque de ansiedad, uno de los peores que había tenido en su vida. Su corazón latía desbocado, como si quisiera escapar de su cuerpo. Su piel se empapó de sudor frío y sus manos temblaron sin control. No podía hablar, no podía moverse, no podía pensar. Solo sentía un vacío enorme en su alma y una culpa insoportable en su conciencia.

No terminaron de comer y se marcharon de aquel lugar sin terminar de cenar, ella ya no soportaba estar un segundo más junto a su novio, solo quería irse y estar sola. Paula se subió al coche de su novio con el corazón en un puño. No podía dejar de pensar en Carol, en su mirada dolida, en su voz temblorosa, en su cuerpo alejándose de ella. ¿Qué había hecho? ¿Cómo podía haber sido tan cruel con la mujer que amaba? ¿Y si la perdía para siempre?

Francesco arrancó el motor y salió del aparcamiento. Estaba enfadado y no se molestó en ocultarlo.

- ¿Qué coño te ha pasado en el restaurante, Paula? ¿Por qué tienes que joderlo todo? ¿Me quieres explicar que está pasando?

Paula se encogió en su asiento. No sabía que decir. No podía contarle la verdad, no podía admitir que estaba enamorada de otra persona, que le había sido infiel, que le había mentido. Pero tampoco podía seguir fingiendo mucho tiempo más que todo estaba bien, que lo quería, que era feliz con él.

- No sé...- balbuceó Paula.

- ¿Cómo que no sabes? ¡No me vengas con estupideces! ¡Llevamos dos años juntos y me sales ahora con esto! ¡Me merezco una explicación!

Paula sintió un nudo en la garganta. Sabía que tenía razón, que se merecía una explicación, pero no se atrevía a dársela. Tenía miedo de su reacción, de su ira, de su dolor. Tenía miedo de perderlo todo.

Lo miró a los ojos y vio el fuego de la rabia y el hielo de la decepción. No había amor, no había comprensión, no había perdón. Solo había reproche, desconfianza y resentimiento. Se dio cuenta de que ya no lo quería, lo había querido en algún momento de verdad, pero hacía ya mucho tiempo que ese amor había desaparecido. Se dio cuenta de que solo estaba con él por comodidad, por costumbre, por miedo a estar sola. Se dio cuenta de que estaba desperdiciando su vida con alguien que no le hacía feliz.

Y se dio cuenta de que solo había una persona que podía llenar ese vacío, que podía hacerla sonreír, que podía hacerla sentir viva. Y esa persona era Carol.

El silencio inundó lo que restó de trayecto, volverían a Madrid a la mañana siguiente y él le volvería a pedir una explicación en el vuelo de regreso.

Paula se armó de valor y tomó una decisión.

- Lo siento...- dijo Paula -. Lo siento mucho, pero tengo que decirte algo. No puedo seguir contigo. No te quiero. Yo a quien quiero es a Carol- suspiró -. Ella es la mujer de mi vida. Y voy a ir a buscarla.

Paula se sintió acorralada y, a la vez, aliviada. Sentir que Francesco sabía de alguna manera la verdad hizo que en aquel avión le dijera todo lo que estaba sucediendo, pero no esperaba lo que ocurrió. Francesco tras el enfado y la impotencia inicial, después de que Paula le confirmara lo que llevaba días pensando acerca de la aparente visita de Carol, le suplicó derrumbado que no le dejara, que esperara un tiempo y meditara, pero que no se apartara de su lado.

Y tras unos días muy difíciles, él se presentó en casa con dos billetes de avión para Tenerife, lo tenía todo organizado, había llamado algunos amigos de su grupo para irse todos juntos de vacaciones.

Paula no tenía ganas de ir, a ese lugar paradisiaco sí, pero no con Francesco y sus amigos, no en ese momento, cuando con quien más deseaba estar era con otra persona. Por un lado, se sentía muy culpable y sentía que debía darle una oportunidad a Francesco, a pesar de todo él merecía que ella hiciese ese último intento. Y, por otro lado, Carol ni siquiera le había devuelto las llamadas, así que no lo pensó más y se lanzó a la aventura. ¿Qué podría pasar?

Y ahora, en este instante, se disponía a vivir otra aventura, pero una muy distinta. Esta vez se iba a guiar por lo que le dictara el corazón y no por lo que le sugería la mente. Sus pulsaciones se aceleraron cada vez más, apartó la vista de la foto, entró en internet y compró un pasaje de avión rumbo a Barcelona, destino: recomponer cada pedazo de su alma.

La Última EscenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora