5. Preguntas

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Los días en Alicante transcurrían lentos. Sus padres tenían la casa en primera línea del Mar Mediterráneo en la Costa de Benissa, la villa contaba con unas privilegiadas vistas, desde la terraza se podía ver como la enorme piscina se mimetizaba al fondo con el inmenso mar que parecía no tener fin y si mirabas justo un poco a la derecha observabas una preciosa panorámica de la costa, con su imponente perfil, gracias al peñón. Con un diseño arquitectónico modernista esta residencia exuda elegancia, apoya la vida fina en proporciones inmensas y está maravillosamente construida para asegurar que no le falte de nada, contando con un acceso directo que conecta con el pequeño puerto.

Su familia solía viajar allí a menudo, les gustaba aquella vida tranquila, sin tráfico, residencial y confiriéndole de una exclusividad difícilmente comparable. Desde pequeña Paula había ido todos los veranos de vacaciones a esa casa, le parecía maravillosa y no quería marcharse nunca de aquel paraíso ya que desde siempre le fascinó el mar y se la pasaba todo el tiempo si era posible dentro del agua.

Su padre poseía un catamarán un poco antiguo que estaba atracado en el puerto todo el año y del cual disfrutaban siempre que iban. También tenían unas motos de agua que sacaban de vez en cuando ella y su hermano, los dos eran unos entusiastas de la velocidad y cada vez que se subían a ellas eso se convertía en una pura competición. Una de las tantas veces cuando eran más jóvenes su hermano por un descuido tuvo un accidente que lo dejo incapacitado durante varios meses con una fractura vertebral, incluso dejando esa afición apartada de lado por el miedo, pero el entusiasmo de la rubia para que volvieran a disfrutar de algo que a los dos le gustaba y compartían lo animó de nuevo a subirse a la moto siendo el mismo dúo que eran desde críos.

Su madre disfrutaba pasar las tardes paseando por el camino que llevaba al puerto para luego subirse al barco y poder disfrutar del atardecer desde ese lugar predilecto. Se sentía en plena armonía con la pasmosa tranquilidad que desprendía el mar, pero hacía ya un tiempo que no se pasaban por aquella casa, ni tampoco se subían en aquel barco de los que tantos recuerdos tenía con su familia, creía estar ya un poco mayor para esos trotes y estar todo el día en la embarcación ya le cansaba y molía su cuerpo, así que prefería quedarse en casa, a pesar de todo, tenía que cumplir con sus compromisos en Valencia.

Paula era una chica muy familiar y amaba pasar tiempo con ellos, aunque tenía unas obligaciones y un trabajo que le apasionaba los echaba mucho de menos y más a su hermano Gonzalo. Su relación con él iba de querer matarse algunas veces a protegerse el uno al otro, se sentía nostálgica cada vez que lo veía, su pequeño se estaba haciendo mayor y anhelaba pasar tiempo juntos como cuando eran pequeños. Esas vacaciones serían diferentes ya que se reunirían todos allí como en los viejos tiempos.

Si fuera por ella se mudaría aquel lugar de inmediato ya que pensaba que no se podía vivir en un sitio mejor, miraras donde miraras se respiraba calma. Amaba salir a mar abierto sintiendo la brisa en su cara, las olas chocando con sus pies y escuchando solamente el sonido del mar sin nadie a su alrededor perturbando su tranquilidad. Ver a la rubia pasando todo el día en el bote para que el sol ponga su piel morena era digno de admirar, se le podían pasar las horas volando, surcando el mar mediterráneo.

A Francesco no le gustaba ni el mar ni nada que estuviera relacionado con el, de hecho, le mareaba y fatigaba subirse en los barcos o cualquier cosa parecida, lo pasaba fatal e intentaba evitarlo en cualquier situación. No le interesaba aquella vida y pasar tanto tiempo en contacto con la naturaleza le aburría. Él asistía a Benissa, con su portátil, su móvil y conexión a internet con gigas ilimitados para poder estar conectado con su trabajo y el mundo, decía que no podía estar aislado tanto tiempo de su vida en la ciudad, eso y hablar con el padre de la rubia era todo lo que hacía durante el día. Nunca quería acompañarla a dar un paseo por la playa porque odiaba que sus pies se llenaran de arena, tampoco a ver el atardecer desde el puerto, ya ni intentaba hacer el esfuerzo en interesarse por las cosas que le gustaban a la valenciana y al final habían hecho ese viaje para poder pasar más tiempo juntos cuando lo menos que estaban logrando era eso, sino todo lo contrario, se estaban alejando y aislando del otro.

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