pequeños corazones blancos

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Hyunjin volvió aquella misma mañana bajo la mirada de su marido. Wonho corrió hacia ella y le abofeteó, dejando una marca en su mejilla. La pelinegra no dijo nada y simplemente se fue a su cuarto, despertando así a Beomgyu. El pequeño fue tras ella y abrazó su pierna, mientras bostezaba.

—¿D-dónde estabas, mami?— seguía abrazado.

—Mi amor, ven.— le alzó y le cargó encima suya, sentándose en la cama.— Mamá tuvo una pelea ayer con papá, pero todo estará bien, te lo prometo.— besó su cabeza, sabiendo que el problema principal no era precisamente Wonho.— 

—Mami, ¿qué tienes en la mejilla? La tienes roja.— se escondió en su cuello acariciando la parte mencionada.

—Esto es... Nada, es un mosquito.— sonrió a punto de derramar una lágrima. 

Sabía que no era su primera vez engañando a Wonho, y tampoco se merecía el amor que Heejin le daba. Simplemente quería desaparecer del mundo y que nadie más supiera de ella, ni siquiera la castaña. Dejó a Beomgyu en su cama durmiendo un poco más y suspiró de cansancio.

Al salir del cuarto, se dio cuenta de que Wonho aún seguía dando vueltas por el salón, por lo que se dirigió a la cocina. Hyunjin se comenzó a preparar una manzanilla casera, y su marido entró aún cabreado.

—¡Es que no entiendo por qué me has hecho esto!— alzó sus brazos.

—¿El qué exactamente?— le miró despreocupada.

—Que me hayas puesto los cuernos, Hyunjin.— soltó. La pelinegra se temió lo peor, pero negó las acusaciones.— Esta mañana he llamado a tus amigas, preguntándoles si estaban contigo. Jinsol dijo que no, que sólo estaban Jungeun y ella en casa. Luego Chaeyoung diciéndome que estaba con Mina en un café, y Chaewon casi lo mismo. 

—¡¿Por qué mierda les has llamado?!— exclamó con furia, casi tirando la taza con la infusión.

—¡Porque estaba preocupado por ti!— suspiró— Pero ya veo lo mucho que te preocupas tú por este matrimonio.— Hyunjin le miró con decepción y se encaró con él.

—Este matrimonio ya está más que roto desde hace años.— dijo en seco.— No creas que por irme de fiesta, tengas el derecho de decirme todo esto. Ya no te amo, Wonho.— intentó irse de la cocina, pero fue retenida por este.

—¡¿Qué mierda has dicho, zorra?!— el más mayor le cogió de la muñeca, dañándole por la fuerza.— ¡Tú no me puedes estar diciendo esta mierda! ¡Tú me amas, soy tu esposo! ¡Por algo te casaste conmigo!— le cogió la mandíbula, apretándola violentamente.

—¡S-suéltame!— le pegó en la cara. Wonho tiró a Hyunjin al suelo, pateándole el pecho. La pelinegra se tocó esta zona, notando que el más alto se iba de allí.

—Que sepas que esto no se va a quedar aquí.— le señaló con el dedo, yéndose hacia el baño.

Hyunjin se levantó como pudo, y las lágrimas salieron al ver que Beomgyu se encontraba delante suya. Supo que su hijo le había visto, y él corrió a los brazos de su madre. Acarició su cabello y besó su frente.

—Mami...— comenzó a llorar.

—Ya está cariño, ha sido sólo una pequeña discusión.— siguió acariciándole. Maldijo mentalmente y llevó a este a su cuarto para cambiarle. Se iban a ir de la casa lo más pronto posible, y no querían que Wonho se enterara de esto.

Las horas pasaron y la familia ya había comido, e incluso Wonho jugó con Beomgyu en el salón. Hyunjin vio esto, y pensó lo mucho que había sufrido a su lado. No quería abrir los ojos al tener que cuidar de su niño. Su corazón nunca le perteneció a Wonho, y fue su relación con Heejin lo que le llevó a casarse con él.

Hyunjin esperó hasta tarde para poder empacar una maleta y llevarse a Beomgyu, cosa que resultó ser un poco difícil. Mientras Wonho se echaba una siesta en el sofá, el pequeño niño tiró sin querer el mando de la televisión al suelo. Rápidamente, Hyunjin escondió la maleta detrás de la puerta, la cual estaba abierta.

—¿A dónde te crees que vas?— se levantó del sofá y fue hacia ellos.

—Beomgyu me ha pedido llevarle a una heladería, quiere comer alguna tarrina mientras vemos películas.— cruzó los dedos.

—Hijo, ¿es eso cierto?— se agachó para besarle la mejilla, a lo que el pequeño se apartó un poco.— Responde.

—S-sí papi... Mami me iba a comprar helado de chocolate.— miró apenado.

—Os quiero en casa en menos de quince minutos.— sujetó el brazo de Beomgyu con fuerza, haciendo que el niño se quejara. Hyunjin le separó de él rápidamente y Wonho se fue al baño para asearse.

La pelinegra aprovechó para sacar la maleta de detrás de la puerta, y se fue con Beomgyu a la calle. Cuando el mayor salió del baño, escuchó cómo un coche aparcaba, pero no le tomó importancia hasta que vio un papel en la mesa; era el número de los taxistas. Corrió hacia la ventana para ver cómo Beomgyu subía en el vehículo, y posteriormente Hyunjin.

Gritó de enfado y tiró todas las cosas que habían sobre la mesa. Derribó el perchero que había en la entrada y rompió cada papel que tenía en su despacho. Por la furia, terminó llorando pensando en que su mujer le había dejado para siempre, y sabía que no se equivocaba.

No tenían citas, no se acordaban del cumpleaños del otro, y ni siquiera se sabían el día de su aniversario. Era tan patético su matrimonio, que lo único que les unía era Beomgyu. Desde que su hijo nació, no tuvieron oportunidad de manetener relaciones sexuales. Hyunjin siempre acababa sin libido, y Wonho no podía tener erecciones por tanto tiempo.

Fue tambíen la falta de comunicación lo que les perjudicaba, y por eso tampoco se decían que se amaban. Era Heejin quien completaba ese vacío en el corazón de Hyunjin, y le costaba aceptar que fuera siempre ella en la que pensaba cada noche. 

Razonó un instante en dónde podría pasar la noche, y pensó que cierta pelinegra estaría disponible. Beomgyu se recostó en su hombro, descansando por el martirio que había sufrido minutos antes. Una vez en el lugar, después de diez minutos dando vueltas por Seúl, Hyunjin y su hijo habían llegado a su destino; la casa de Jinsol.

stranger | 2jinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora