pequeñas pero hermosas cosas

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Durante todo el tiempo en el que Beomgyu y Hyunjin estaban abrazados, la mayor pudo apreciar mejor aquellos ojos marrones. Le recordaban a la única persona que de verdad le amaba. Al dejar de llorar, el timbre de la casa sonó. Jungeun abrió la puerta, encontrándose con Heejin, su guitarra en mano y un ramo de flores oculto tras su espalda.

—¿Qué hace ella aquí?— preguntó la mayor de las cuatro adultas.

—Yo le invité aquí, espero que no haya sido un problema.— dijo Beomgyu, soltándose de su madre para ir a abrazar a Heejin.— ¡Mira tía Jinsol! ¡Ella es Heejin, es mi amiga!

La rubia sonrió forzadamente y la castaña lo notó. Hyunjin notó que sentía más nervios que antes, y la pareja les dejó a los tres en el salón. Yéndose hacia su habitación, Jinsol miró a su novia y ambas sabían lo que iba a pasar.

—¿Me echabas de menos? Porque yo a ti sí.— habló la tatuada, cerrando la puerta con su talón y dejando sus cosas encima de la mesa.— ¿Cómo te has portado estos días?

—¡Muy bien Heejin!— le abrazó y puso su cabeza en sus piernas.— Mami Hyunjin estaba triste.— Heejin miró a esta y pudo ver que en sus mejillas aún habían rastros de lágrimas.

—No te preocupes, hablaré con ella.— Heejin le pidió a Beomgyu traerle algo de la cocina, y fue ahí cuando aprovechó para acercarse a Hyunjin.— ¿Por qué estás aquí?

La pelinegra miró a la castaña, y en su rostro podía ver a Beomgyu. Se tenía que calmar antes de decir nada, y lo primero que hizo fue desahogarse abrazándole. Heejin no rechazó esto, y sujetó fuertemente la cintura de esta. No sabía lo que pasaba, pero odiaba ver a su querido amor así.

—Dime qué ocurre... Puedo ayudarte, lo sabes. Siempre he estado por ti y me has tratado como a una extraña. Esta vez no dejaré que esto ocurra.

—Heejin, no me quedan lágrimas para derramar.— escondió su rostro en su cuello, logrando tranquilizarse por el olor de esta.— Tengo que hablar contigo de algo.

La castaña mayor comenzaba a sudar al verla tan nerviosa. No quería preguntarle más cuando Hyunjin le guio hasta el sofá. Allí, ambas se sentaron y Hyunjin siguió con la mirada perdida. No podía soltárselo así sin más, aunque Beomgyu volvió de la cocina interrumpiendo.

—Aquí tienes el vaso de agua.— sonrió el pequeño, abultando sus mejillas. Heejin besó su frente y Hyunjin aceptó la verdad.— ¿Esas flores para quién son?— señaló al ramo de rosas que estaban encima de la mesa.

—Son para tu madre.— miró de reojo.— Pero se las daré luego y las pondrá en agua.— devolvió la risa. Hyunjin seguía sin poder decir nada, viendo cómo su hijo y Heejin interactuaban. Desde el sofá, pudo ver al pequeño yendo a por la guitarra. Heejin se levantó para ayudarle a cogerla y se sentaron de nuevo. Esta vez, el niño tomó asiento encima de su madre, mientras que la castaña sacaba el instrumento de su funda.

—¿Qué canción vas a tocar?— dijo Beomgyu, acurrucado en el pecho de la pelinegra.

—¿Qué canción quieres? Tengo muchas.— rieron y le sacó una mueca divertida a Hyunjin.— En nuestro álbum tenemos algunas que te pueden gustar, imagino que las habrás escuchado.

—¡Sí! ¡Me encantan!— aplaudió.

—Mira, tengo una canción nueva de la que nadie sabe su letra ni melodía. Puedes ser tú el primero en escucharla.— afinó las cuerdas bajo la sonrisa de Beomgyu y la mirada de Hyunjin. Acarició el cabello del pequeño y se acordó de aquella mañana en París.

stranger | 2jinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora