Kyungsoo entró nervioso en la cocina, a sabiendas de que lo que llevaba puesto le quedaba más ajustado, el cuerpo más voluptuoso que antes de dar a luz. El traje negro parecía aún más pequeño que antes: la camisa estaba ceñida al cuerpo y los pantalones ni hablar, se había maquillado con cuidado y se sentía más vivo de lo que se había sentido en mucho tiempo. Se puso uno de sexy bóxeres que volvían loco a Jongin, una prenda con la que ni se había molestado durante un tiempo. Se había calzado con unos zapatos se podría decir con un poco de plataforma. Tal vez lo hicieran más alto que algunos hombres, pero Jongin seguía siendo más alto que él. Su marido era tan alto y musculoso que fue el primer hombre que lo hizo sentirse menudo.
Con el chaquetón y móvil de mano, miró a su alrededor en la enorme sala y divisó a Jongin apoyado sobre la encimera, dándole la espalda; hablaba por teléfono.
Kyungsoo entró en la cocina y los zapatos sobre el suelo de baldosa hicieron que Jongin se volviera.
Luego te llamo, mamá — dijo antes de apagar el teléfono y metérselo en el bolsillo del traje sin apartar la vista que vagaba por su cuerpo posesivamente.
¿Todo bien en casa de tu madre?
Todos están bien — respondió Jongin con aire distraído sin que su mirada ávida vacilara lo más mínimo.
Kyung suspiró, mirando a su marido, guapísimo con un traje gris oscuro y corbata color burdeos.
Qué apuesto, Sr. Kim — bromeó intentando poner bajo control su corazón desbocado. Aun tras dos años de matrimonio, Jongin seguía excitándolo, sobre todo cuando lo miraba como si quisiera devorarlo enterito.
Se acercó a él como un depredador, los ojos brillantes de deseo.
Estás precioso, pero no sé si me gusta esos pantalones — gruñó él. A Kyung se le cayó el alma a los pies.
¿Me queda demasiado ceñido?
Te hace parecer la maldita fantasía de todo hombre y no quiero que seas la fantasía de nadie más que la mía — farfulló descontento al detenerse frente a él.
Kyungsoo soltó una carcajada de sorpresa.
Eres el único lo bastante loco como para pensar que me veo bien — dijo. Estaba dejando que sus inseguridades lo turbaran. Jongin nunca había criticado su aspecto; jamás. De hecho, siempre lo había hecho sentirse como la persona más deseable del mundo. Incluso cuando estuvo más desaliñado desde que diera a luz le había dicho que era precioso. Pero él no se lo había creído.
No solo te ves bien. Estás increíblemente sexy — dijo ensartándole los dedos en el cabello e inclinándole la cabeza hacia arriba.
A Kyung se le cortó la respiración al oír en su voz un tono posesivo y animal que no escuchaba desde hacía mucho tiempo, el sonido que emitía un hombre a punto de perder el control. Exhaló en su boca cuando él le dio un beso cálido, suave y tierno en los labios antes de soltarlo para ayudarlo a ponerse el chaquetón.
«¿De verdad creía que iba a arrancarme la ropa aquí, en la cocina, y a poseerme?»
A Kyung le encantaba la faceta tierna de Jongin, pero echaba de menos al marido descontrolado que necesitaba tomarlo y poseerlo y saber que era suyo.
Jongin lo condujo fuera hacia el ascensor privado del ático sin mediar una palabra más. Rompiendo el silencio cuando esperaban junto a la puerta, Kyungsoo le preguntó con curiosidad.
¿Dónde vamos?
Él dejó que entrara primero en el ascensor antes de seguirlo y respondió: