¿Qué ha pasado? — musitó Kyungsoo suavemente desde su enorme cama, observando a su esposo mientras este empezaba a desabrocharse la camisa. Jongin había llamado antes y había pedido a Kyung que dispusiera que llevaran a casa a todos los donceles y a sus hijos entre fuertes medidas de seguridad porque los hombres iban a estar ocupados. Kyungsoo accedió y no había recibido noticias de él desde entonces, a excepción de sus mensajes de que todo iba bien.
Era tarde, pero Kyung no había podido dormir. Lo había esperado despierto y cada minuto parecía una eternidad; el sueño lo evitaba porque no dejaba de darle vueltas a la cabeza.
La lamparita de la mesilla estaba encendida y vio la sonrisa de oreja a oreja de su marido.
Misión cumplida. Nos llevamos a un abogado con nosotros para que redactara los papeles y que ese imbécil cediera cualquier derecho de custodia de Tae. Vivía en una pocilga en Guro-gu, un borracho igual que la madre de Taeoh. Estaba tan hecho mierda que apenas era coherente. Tuvimos que espabilarlo solo para conseguir que firmara.
Kyungsoo se estremeció ante la idea de que Taeoh hubiera estado a punto de verse en la misma situación otra vez. Entrecerró los ojos:
¿Le pagaste o le pegaste?
Ninguna de las dos cosas — respondió Jongin con neutralidad mientras se quitaba la camisa con un movimiento de los hombros y la tiraba sobre una silla. Empezó a quitarse los pantalones antes de responder — Digamos que nos enfrentamos a él con unos cuantos trapos sucios sobre las actividades delictivas que descubrimos sobre él y decidió que no quería pelear contra nosotros. En realidad, no quería a Tae cuando averiguó que tiene problemas de salud y que necesita cuidados especiales. Supongo que pensó que podía llevarse el cheque por darle acogida y sacarle un poco de trabajo esclavo. Cabrón. Solo tiene siete años. — Se bajó el bóxer y los pantalones, quedándose completamente desnudo.
Kyungsoo suspiró al estudiar el glorioso cuerpo desnudo de Jongin. Era fuerte, muy musculoso e increíblemente guapo.
Eres guapísimo — musitó en voz baja, devorando su tableta de chocolate y torso musculoso con la mirada. Tenía cicatrices de su infancia, pero lo hacían parecer más fuerte, poderoso y completamente irresistible.
Jongin subió a gatas a la cama, acechándolo.
Bebe, si no me gustara tanto oírte decir eso, juraría que estás ciego. — Retiró la colcha y las sábanas — Joder, estás desnudo — resolló.
Kyung le sonrió de forma seductora.
Estaba esperándote. — Después de tener a Insoo, había empezado a llevar camisón porque tenía que levantarse muchas veces por las noches. Pero había echado en falta la intimidad de estar piel con piel con él.
Joder. De haber sabido que iba a recibir esta bienvenida, habría torturado a ese cabrón para terminar antes — dijo bruscamente mientras acariciaba a su esposo con una mirada cariñosa.
Mi héroe — susurró Kyungsoo abrazándose a su cuello — Bésame, guapetón.
Jongin no perdió el tiempo. Lo tumbó de espaldas y le sujetó las muñecas por encima de la cabeza.
Mío, joder. Mío — rugió al abalanzarse su boca sobre la de él.
Kyungsoo se deleitó en su abrazo a medida que la lengua de Jongin se adentraba en su boca, exigente, un acto de posesión absoluta que le envió una espiral de deseo directamente a la entrepierna. Sus lenguas se enredaron con necesidad apremiante, Kyungsoo dando paso a la insistencia dominante de Jongin.