Pa-pá — dijo alegremente la pequeña Kim Insoo mientras Jongin repartía un plátano machacado y unos cereales en el plato de su trona. Kyungsoo lo observó mientras él sonreía de oreja a oreja justo antes de que su hija extendiera el brazo y le diera un manotazo en la cara por accidente. Él lo ignoró completamente mientras se enderezaba presumiendo ante Kyung:
¿Has visto lo lista que es? ¿Quién es mamá, Insoo? — Kyungsoo se acercó a su hija mientras esta balbuceaba:
Ma-má — haciendo aspavientos con el brazo en dirección a Kyung.
Jongin tenía una sonrisa embobada en la cara que decía que creía que tenía la hija más inteligente del universo.
Kyungsoo se inclinó y besó a su querida hija en la cabeza porque el rostro de Insoo ya estaba lleno de plátano.
Muy bien, mi niña — la arrulló, observando cómo tiraba los cereales, de los cuales únicamente unos cuantos terminaron en su boca.
Mier-da — musitó claramente la niña.
Kyungsoo se cruzó de brazos y lanzó a Jongin una mirada enojada.
¿Qué? ¡Yo no le he enseñado eso! — protestó.
¿Entonces dónde lo ha escuchado? — preguntó Kyung con curiosidad. En realidad, era difícil mantener el rostro serio; oír esa palabra de boca de su hija fue sorprendente — Sus orejitas tendrán que haberlo aprendido de alguien.
Seguro que no son más que balbuceos de bebé — contradijo Jongin, sin mirarlo a los ojos — Solo ha sonado como si dijera "mi..." — se detuvo rápidamente y terminó diciendo —: una palabrota.
Puede que sea por mi culpa — dijo Taeoh descontento cuando se unió a ellos en la cocina para desayunar — Lo decía a veces hasta que Jongin dijo que era una palabrota — confesó mirando a Kyungsoo con cautela — Lo siento.
A Kyung se le derritió el corazón porque Taeoh parecía muy triste. Se agachó y le dio un beso en la cabeza. Había crecido en un entorno donde oía esa palabra constante y probablemente muchas otras que eran mucho peores. No era culpa suya.
No pasa nada, cariño. Pero es una palabrota y no queremos que tú las digas ni que Insoo las copie.
No volveré a decirlo. Lo prometo.
Sé que no lo harás — dijo Kyungsoo sonriente.
¡Tae! — gritó Insoo emocionada, evidentemente feliz de verlo.
Kyungsoo observó mientras este se acercaba a ella y la ayudaba a comer cereales pacientemente.
¿Por qué no usa cuchara? — preguntó con curiosidad. Kyung le sonrió.
Todavía no ha crecido lo suficiente para coordinar la cuchara, pero acabará haciéndolo.
Un día le enseñaré — se ofreció Taeoh.
Kyungsoo miro a su marido. Se le encogió el corazón e intercambiaron una mirada melancólica. ¿Seguiría allí Taeoh para enseñarle nada a Insoo? Sentía los ojos llorosos ante la idea de que no seguiría allí. Taeoh era muy bueno con su hija y Kyungsoo ya quería al pequeño. Estaba casi seguro de que Jongin también se estaba encariñando con él.
Los cuatro juntos en una sala parecían encajar. Se sentían como una... familia.
Jongin agarró a Taeoh por la cintura y lo sentó a la mesa, poniéndole el desayuno delante. Kyung observó cómo calculaba mentalmente los carbohidratos en la comida y preparaba la cantidad adecuada de insulina para el desayuno de Taeoh. Su marido lo hacía con tanta pericia y tranquilidad que se había convertido en parte de su rutina matutina. Sorprendentemente, no huía de lo que necesitaba el niño diabético, aunque habría sido mucho más fácil dejárselo a Kyung puesto que era enfermero. No. Jongin, no. Lo atacaba todo con gusto, aprendía todo lo que necesitaba saber de los libros y del equipo médico de Taeoh, que había elegido él mismo. Su marido ya lo manejaba todo como un profesional veterano.