Capítulo 12

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♡CAPÍTULO 12

Me hierve la sangre por cómo esta mujer acaba de besar a William tan cerca de la boca y él no ha hecho absolutamente nada para impedírselo

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Me hierve la sangre por cómo esta mujer acaba de besar a William tan cerca de la boca y él no ha hecho absolutamente nada para impedírselo.

Me arde el pecho por dentro. ¿Qué es esto?

–Hola, Michelle.

¡Hola! ¡Hola, Michelle! ¡Será imbécil! A mí nunca, jamás, me ha saludado. Y ahora, de pronto, descubro que saluda a esta mujer que le ha besado en la comisura de la boca y se me ha despertado una rabia desconocida que me recorre el cuerpo entero.

–Estaba esperando tu llegada –le dice ella sonriéndole coquetamente hasta que de pronto mis ojos se desplazan de su sonrisa al dedo que juguetea sobre el brazo de él haciendo ridículos círculos –. Tengo que presentarte a alguien.

Tira de él pero William no se mueve.

–¿Te acuerdas de Valerie? –ella deja de sonreír en cuanto me mira. Oh, vaya. De nuevo esa mirada terrenal de a quien están robándole algo. También me miró así en Forest Glen –. Creo que os conocisteis en Chicago.

Perpleja, pestañeo. ¡Cree! Pero ¡tendrá cara! ¡Que lo cree, dice! ¡Como para olvidarlo! Por culpa de que esta mujer me habló en aquel brunch pasé casi veinticuatro horas de rodillas solo por desobedecerle y corresponder a su conversación.

–Oh, claro –responde Michelle con una amplia sonrisa que parece fingida. Demasiada tensión en la boca. Se nota que mi presencia no es de su agrado. Hay gente que sabe disimular y otra gente que no. Michelle no sabe hacerlo, o simplemente no quiere. Se me acerca y sus largas y brillantes ondas cobrizas se mueven cuando da un paso hacia mí, sin molestarse en evitar mirarme de arriba hacia abajo. Yo hago exactamente lo mismo, pensando en que ese ridículo y estrecho vestido de estampado de leopardo por mucho que tenga el símbolo de una marca carísima en su cinturón bajo el generoso pecho escotado a más no poder le queda fatal. Sus dientes blancos se ven cuando expone de nuevo una falsa sonrisa en su rostro –. Es un placer volver a coincidir contigo, Valerie.

Me da la impresión de que nunca me habían soltado una mentira tan descarada. ¿Es que esta mujer quiere hacerme sentir incómoda con su falsa amabilidad? Porque no lo va a conseguir.

–Lo mismo digo –miento yo también.

Su atención se dirige a William al segundo. Solo a él.

–Ha venido el ingeniero del que te hablé en nuestro último encuentro –me mira un instante ocultando una sonrisa que parece que es privada, solo para William, pero que pretende que yo vea también. ¿Qué pretende? –. Resulta que, casualidades de la vida –sonríe aún más ella, encantada de haberse conocido mientras se abanica el cuello como si hiciese calor y se mueve tratando de mostrar todos sus sexys atributos –, sale con una compañera del bufete del padrino de Matt –William la mira sorprendido y ella, haciéndole ojitos, agrega –: Estaba deseando que llegases.

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