El grito de Sophie se a taladró en mi cabeza que estaba distorsionada por los pequeños sucesos que habían ocurrido dentro de la habitación.
«¿A dónde me llevan?»
A mis oídos demasiado sensibles llegó la indignación de miles de mujeres, que me empujaban a propósito varias veces; haciéndome caer, golpear y volver a levantarme con gran esfuerzo. Algo que me llevaba a sospechar que aún seguía dentro de la residencia femenina, con las muñecas atadas y los ojos completamente vendados por un pañuelo de seda fino.
Dando pequeños pasos y sintiéndome vulnerable hasta al punto de temerle al próximo movimiento que hiciera.
Sentí de nuevo las manos de alguien en mi espalda y un fuerte empujón me hizo rodar escalera abajo. Ellas reían a mi alrededor, escuchando como me retorcía del dolor hasta que con el último escalón perdí la conciencia.
-¡Mierda, Edith! -la voz temblorosa de Sophie se escuchaba tan lejana como si una gran ola me hubiera tragado y estuviera bajo el agua.
INICIO DEL FLASHBACK:
Era junio de 2001, cuando fui a mi primer crucero con mi madre. Ella como siempre sostenía mi pequeña y lacia mano buscando que no me perdiera entre la multitud de turistas. Su mirada preocupada se desplazaba lentamente por cada lugar de nuestro alrededor mientras subíamos abordo.
-Mami, ¿Qué sucede? -pregunté al notar el temblor de sus manos y la debilidad en sus pies. Habíamos corrido mucho tiempo bajo el sol, como si intentáramos escapar de alguien y por ello estábamos cubiertas de un sudor pegajoso -¿Dónde esta el abuelo? -Fijó su mirada febril en mi y sonrió con amargura.
-No te preocupes, cariño -rozó con las puntas de sus dedos mi mejilla al agacharse a mi altura y darme un cálido abrazo -El abuelo es un tipo muy malo y yo te estoy salvando.
-Pero el abuelo es el que me regaló la muñeca -señalé la maleta donde la había guardado -Él no es tan malo -fruncí el ceño cruzándome de brazos, mis ojos se entrecerraron y empecé a llorar.
El abuelo era bueno, muy bueno, por lo que era imposible que fuera malo. Después de todo él era el que siempre jugaba conmigo y me compraba todos los domingos helados de diferentes sabores.
Mi madre me cargó y a pesar de mis berrinches me llevó a la habitación y hizo que me acostara sobre la cama. No comprendía su forma de pensar; solo se que lo único que quería en ese momento era volver a ver a mi abuelo y aún así algo en mi interior me decía que jamás lo conseguiría.
Luego de que ella saliera, los minutos pasaron lentamente, el tictac del reloj frente a mí y un olor a podrido, me mantenían despierta con la mirada fija al techo; esperando a que regresara y me sacara de esta habitación.
-¡Edith! -la voz agitada de mi madre que volvía me hizo enderezarme sobre la cama -¡Levántate, tenemos que irnos!
Ella me alzó entre sus brazos y un estruendo horroroso golpeó el barco con furia. Nos tambaleamos hacia un lado y otro golpe aún más fuerte hizo que nos fuéramos al piso.
Escuché a las personas gritar desde la lejanía y un golpe más nos empujó hacia la pared que estaba agujereada por varias barras de metal y alambre que sobresalían. El barco se inclinó hacia un lado y cuando estaba apunto de golpearme contra las largas barras de metal, mi madre me cubrió protegiéndome.
Vi con claridad como muchas barras metálicas traspasaban el pecho de ella mientras la sangre fluía por su barbilla y goteaba justo en mis manos.
-¿Mami? -le tomé el brazo. Escuché su respiración se entrecortaba y su sonrisa cándida al mirarme.
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Universalmente Extraordinario
Teen FictionNecesitamos amar... Pero cuando este amor te asfixia ¿A donde correr? Creí que mi vida estaba resuelta, tal vez me casaría con él después de que despertase del coma y encontraría a la persona que lo puso en este estado. Pero que pasa cuando otro de...