Capítulo 3

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El viento fresco de la tarde rozó mi rostro, el olor suave de los primeros brotes de flores inundaban mis fosas nasales con melancolía, mientras recordaba el último picnic que había hecho con mi novio en una tarde de primavera.

La ola de brisa que azotó mi vestido al levantarlo de forma atrevida, hizo que volviera a la realidad. Miré de nuevo a los autos que pasaban rápidamente por el asfalto, hasta que uno de ellos frenó con un movimiento seco justo frente a mi.

Era un auto caro con luces tintadas de negro y con un desafiante color rojo vino tinto. La ventana polarizada del conductor bajó lentamente:

-Oye niña, ¿Estás preparada para pagar tu deuda? -preguntó Liam analizando cada esquina de mi cuerpo con su mirada, durante mucho tiempo -Si el firmamento tuviera favoritas, tu serías una de ellas, estrella.

Alcé la ceja con reproche y contesté fastidiada.


-Gracias. Pero no necesito de tu hipocresía -la sonrisa de él decayó por completo junto con su mirada que parecían haberse perdido en algún lugar del tiempo. Sin embargo poco después volvió a sonreír con la misma sonrisa socarrona de siempre -Vamos, súbete.

Me subí al auto y este arrancó aceleradamente. Miré por la ventana los árboles y los transeúntes que paseaban por el parque con sus mascotas.

-¿Te gustan los animales? -aquella pregunta me tomó por sorpresa, pero sin dudarlo asentí.

-Si, por supuesto -me pareció que la respuesta que había dado era muy ambigua así que me apresuré a hablar -En mi pueblo natal, tengo un perro llamado Brandy y una gata llamada Keila. Ambos son unos consentidos -sonreí al recordarlos.

-Que hermosos. Algún día los conoceré -afirmó. Entrecerré mis ojos con duda mientras lo miraba fijamente.

-¿A qué viene ese comentario? -él sonrió al escuchar la pregunta, frenó un poco el auto y se inclinó hacia mí quedando a centímetros de mi cara. Lo miré a los ojos y luego mi mirada decayó hacia sus labios carnosos y milimétricos.

-Oye niña, eres muy problemática. Pero incluso eso es más atractivo ante mis ojos -se alejó con burla volviendo a tomar su lugar y acelerando de nuevo.

Desvíe la mirada con incomodidad hacia al frente; mi corazón se había agitado insólitamente con su cercanía y este sentimiento me aterraba, porque mientras mi novio estaba en una camilla conectado a varios aparatos, yo estaba mirando los labios de otro chico.

Durante mucho tiempo ninguno de los dos quisimos hablar, la tensión que sentía en mi cuerpo me hacía ignorarlo. Recordé los sucesos de la noche anterior:

Cada una de sus palabras que habían quedado grabadas en mi memoria: "No acostumbro a golpear mujeres. Pero eso no quiere decir que no vaya a tomar cartas en el asunto"

Recuerdo muy bien que cuando él estaba apunto de llamar a la policía le arrebaté el celular y le pedí que no lo hiciera. Sin embargo él solo contestó: "Si quieres salir ilesa de esto tendrás que pagar por tu osadía"

Suspiré exasperada mirándolo por el borde del ojo. No sé cómo había conseguido que Liam se calmara y me diera la oportunidad de explicarle absolutamente todo. A pesar de eso, aquella noche él parecía estar tan abatido que cuando le entregué la torta, sus ojos se iluminaron por un momento antes de tomarla.

-¿Cómo te llamas?

-Edith.

Se volvió a quedar en silencio mirando con atención los espejos retrovisores del auto mientras se desviaba por un camino estrecho hasta que cruzamos un umbral y llegamos a una gran casa blanca con negra.

-¿Dónde estamos?

-En el paraíso.

Unos ladridos de perros llamaron mi atención cuando me giré hacia el portón. Mi corazón se paralizó de ternura y de felicidad al ver como una horda de perros corrían regocijados de emoción hacia nosotros.

Él se agachó y extendió sus brazos hacia los lados abrazando a los cachorros que lo empezaban a rodear.

-Preciosos míos, ¿Cómo han estado? -Susurró él echándose a reír cuando uno de ellos le lambio la oreja. Su voz, sus gestos y sobretodo su risa hacían eco en mi corazón que por primera vez después de tanto tiempo volvía a renacer.


El chico me miró; sus ojos contenían una pizca de ternura genuina.

-Ven, acércate. Quiero presentarte a estos campeones.

Pase al lado del auto y me arrodillé a su altura. Los perros saltaron con fuerza hacia mi derrumbándome y estallé de la dicha al empezar a acariciarlos.

-Ey Lucy, ven aquí -un cachorrito se le acercó en sus tres patas mientras cojeaba -Déjame revisarte -Lo acostó en el pasto y con mucho cuidado empezó a palpar su cuerpo.

Me acerqué mucho más, acaricié su suave cabecita y luego de unos segundos cerró los ojos. Miré a Liam quien parecía muy concentrado en examinar al cachorro.

-Joven Liam, veo que trajo a una invitada -alcé la vista hacia la voz de una anciana. Él parpadeó varias veces al mirarme, como si por un momento se hubiera olvidado de mi presencia y volvió a sonreír.

-Así es. Ella hará un voluntariado hoy para estas joyitas -luego se volvió en mi dirección -Asi que asegúrate de darles mucho amor y cuidado.

Universalmente ExtraordinarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora