Capítulo 7

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–Llama a la hermana –la voz tenue de uno de los hombres se escucho desde alguna parte del auto –Y dile que ya tenemos a la chica.

Mi cabeza deliraba, sus voces se escuchaban amortiguadas y algunas veces tan claras y perceptibles. El aire en el mismo carro era neutro, casi impecable y la forma en la que me tenían agarrada era delicada y brusca a la vez.

–No contesta –respondió el segundo hombre.

–Sigue insistiendo –replicó el primero.

Otra vez. Otra vez me llevaban atada de manos y completamente cegada, solo que esta vez no era la pandilla, ni los estudiantes. Esta vez la causa del secuestro no seria Liam o ¿quizás si?. No lo sabia con certeza, pero por mas que pensaba el porque de esta situación, no lo encontraba.

Estaba recuperando un poco la conciencia y mi cuerpo se estaba llenando de energía, cuando el sonido de los frenos y las puertas del auto abriéndose hicieron que perdiera la esperanza y me llenara de miedo. Habíamos llegado a un lugar.

<<Pero ¿a que lugar?>>

El miedo me volvió a inundar, como la primera vez que sentí que caminaba en una cuerda floja y que pronto caería al precipicio gigante de la incertidumbre. Percibí los dedos ásperos de dos individuos a mi alrededor y con la misma fuerza y brusquedad con la que me metieron al coche, me sacaron. Intente resistirme, intentarlo de nuevo y aun así no pude. Era imposible escapar, me tenían completamente inmovilizada. Camine unos pasos hacia adelante y el arrancar del auto a mis espaldas me hizo estremecer mientras me tapaban la boca de nuevo con el trapo, haciendo que volviera a deambular en la misma oscuridad de la que ya me empezaba a acostumbrar.

★★★

Me desperté una vez mas. La cabeza me palpitaba con dolor y mi garganta carrasposa suplicaba por un vaso de agua. Gemí, forzando el lazo que aprisionaba mis delgadas manos, escuché murmullos varoniles a mi derecha y luego pasos ligeros que se acercaban.

Los dedos fríos de alguien destaparon la venda que me cegaba. La luz del sol que a penas entraba difusa en la habitación, me cegó por un momento.

–Bueno. Hola –una mujer de tez morena me miraba desde arriba con los brazos cruzados –Así que eras tu –agarró una silla desportillada y se sentó en ella. Bajo las pestañas que me miraban alumbraban dos perlas azabache.

La mire. La forma de sentarse, su mirada desafiante y los movimientos toscos de sus piernas me decían que era una bravucona.

<<¿Otra pandilla mas?>> Lo inferí de inmediato

<<DIOS MIO>> La observé con sorpresa y temor.

Ella ensanchó su sonrisa maliciosa y tiro duro de la cinta que mantenía mis labios cerrados. Se quedó en silencio, esperando a que yo hablara, que gritara, que al menos hiciera algún movimiento con mi boca y no lo hice. No le daría el gusto a quien querría hacerme daño, de verme desesperada. Aunque por dentro así fuera, estaba tan desesperada por este aprisionamiento tiránico.

–Habla –exigió ella. Suspiré desviando la mirada y sonreí amargamente apretando los labios –Si no lo haces, sera peor. Créeme.

Otro silencio más se prolongo en la sala. Este era como un hangar, lleno de pedazos metálicos de aviones y otras chucherías que traían un olor penetrante a gasolina y amoniaco. Las pequeñas gotas de agua que caían desde los agujeros del techo y goteaban en el suelo, eran el único sonido tangible en el espacio.

–Bien –susurró la muchacha levantándose del banquillo mientras lo tiraba hacia atrás –Háganlo –ordenó. Los hombres a sus espaldas me miraron con codicia y se empezaron a acercar.

Universalmente ExtraordinarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora