Capítulo V

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𝐄𝐋 𝐃𝐄𝐌𝐎𝐍𝐈𝐎 𝐃𝐄 𝐌𝐈 𝐇𝐀𝐁𝐈𝐓𝐀𝐂𝐈𝐎́𝐍
capitulo cinco.

México estaba castigado, sentado en un rincón de la habitación de Argentina mientras esté trabajaba como todas las tardes y cada cierto tiempo volteaba para asegurarse de que seguía sentadito mirando el rincón como le había ordenado. No podía creer que había funcionado aún así, no pensó que de verdad lo iba a hacer e iba estar arrepentido por lo que hizo en su cama con su hermano. Si, todavía estaba molesto porque había tenido relaciones sexuales con Paraguay en su propia cama. Todavía no se quitaba el asco de su cuerpo de saber que ahí mismo donde dormía lo habían hecho. Argentina estaba enfadado, y no había forma de remediar aquello.

—¿Ya puedo salir de aquí? —México preguntó con tristeza y cansado también. Ya no quería estar sentado en el rincón, quería levantarse para acostarse en la cama —, ¿Por qué eres así, Argentina? Solo fue una vez, ya no volverá a ocurrir. —le prometió.

—Nadie va a quitar el hecho de que tuviste sexo en mi propia cama con mi hermano. —le recordó, mirándolo y dándose cuenta de que estaba mirándolo. —¡Mira la pared, ahora!

Volvió a su posición con mirada de cachorro arrepentido. Así se quedó unos minutos más hasta que Argentina le dijo que puede levantarse. México sonrió, yendo hacia la cama donde se acostó por fin, enrollandose en las sábanas de Argentina como siempre para dormir un poco. No fue nada agradable dormir en el sillón, mucho menos para alguien de su tamaño. Las sábanas olían a Argentina; dulce y agradable. Sonriendo, frotó su rostro contra la almohada, captando la atención de Argentina.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó confundido.

—Me gusta tu aroma. Es lindo. —respondió con una sonrisa —¿Por qué no quieres que duerma contigo? Puedo abrazarte por las noches y darte besitos si eso te gusta, mi amor, no tengo problemas con darte un poco de cariño.

—No, gracias. No quiero besitos ni el cariño de un demonio que solo está aquí para darme pesadillas... Y sueños muy extraños. —respondió al final extrañado, volviendo a su trabajo.

—Sueños húmedos, corazón. Así se llaman. Tampoco es como si fuera una sorpresa, tienes gustos muy extraños, mi amor. —reveló con una risa final. —te gustan los hombres mayores y más altos que tú, que te carguen y te acorralen.

Argentina volteó lentamente hacia México, dandole una mirada llena de terror de que lo haya dicho en voz alta. El más alto se escondió en las sábanas para que dejara de verlo de esa forma. Daba más miedo Argentina que él mismo y no le agradaba que lo mire con esos grandes ojos repletos de odio.

—Si no quieres volver a dormir en el sillón, entonces es mejor que te quedes en silencio y te duermas. —Argentina ordenó, volviendo a lo que estaba haciendo. México hizo caso y se acomodó en la cama, cerrando sus ojos para tratar de descansar.

¿Se durmió? No, de hecho se levantó de la cama para ir a molestar a Argentina y ver qué es lo que estaba haciendo. Se quedó a su lado, mirándolo de vez en cuando para apreciar lo bonito que se veía concentrado. Argentina le dió un golpe con lo que tenía cerca en el rostro, sacándolo de sus pensamientos. México se quejó, acercándose más ahora, apoyando su mejilla sobre la cabecita del argentino. Argentina suspiró, dejando que hiciera lo que se le plazca mientras lo deje trabajar. México aprovechó para darle un beso en la mejilla y luego varios en el mismo lugar.

Dándole un gran beso en la mejilla al final, lo abrazó. Argentina no dejaba de hacer su trabajo, por lo que mantenía su vida en la laptop que tenía frente a él. El cuerpo de México era grande, sus brazos fuertes que le rodeaban el cuerpo con facilidad y lo mantenían cerca de él.

México era muy cariñoso, parecía que no le importaba su espacio personal. Parecía una pulga con Argentina, yendo de un lado a otro detrás de él, abrazándolo y aferrándose a él. La única forma en la que podía deshacerse de México era cuando salía a trabajar o no estaba en casa por unas horas. En esas horas podía estar tranquilo, el problema era que tenían que regresar a casa solo para encontrarse a México esperando por él.

—México.

—Dime, corazón.

—¿Sabes que en algún momento me voy a ir, verdad? Ya no viviré aquí cuando consiga otro lugar. —avisó. México se confundió con eso, mirando a Argentina a los ojos.

—¿Pronto? —negó. —entonces no tengo porque preocuparme, mi amor. Cuando tú te vayas, yo ya no estaré aquí tampoco, corazón. Me tengo que regresar de dónde vine, wey, este no es mi hogar.

—¿Ya no volveré a verte?

—No, mi vida. —rió.

—... Oh. Entiendo.

—¿No es eso lo que querías? Una vez que termine mi tiempo aquí ya no volverás a verme y podrás seguir con tu vida. Tal vez no recuerdes lo que pasó después. —explicó, alejándose de Argentina y levantándose para ir nuevamente a la cama donde se acostó.

Argentina miró a México, suspirando. No lo soportaba, pero era una buena compañía en las horas en las que no podía dormir debido al insomnio que pasaba y cuando tenía que pasar parte de la madrugada despierto arreglando algunos trabajos. México estaba ahí despierto junto con él en la cama, viendo lo que hacía, intentando hablar con él o solo a su lado durmiendo cuando ya no podía más.

—¿Ya no volverás más? —Argentina preguntó de repente.

—Si vuelvo a meterme en problemas, si. Dejaré de coquetear con otros demonios en vez de hacer mi trabajo, porque por eso estoy aquí. —se burló de si mismo, sonriendo, —me dijeron que debía de aprender a ser un mejor demonio, pero es agotador.

—No creo que aparecer en los sueños de la gente sea agotador. —habló, cruzando sus brazos. —solo haces eso y le das una mala experiencia a los humanos.

—Consume mucha energía. —se quejó. —soy un demonio sexual, mi amor, nunca te lo dije. —se acomodó en la cama con las sábanas.

—¿Demonio sexual?

—Me cojo a los humanos en busca de parte de sus almas. Así es como vivo, corazón, y es mi trabajo también. —respondió. —me meto a los sueños de la gente para tomar la forma de la persona que les gusta y así hacerlo. En tu caso no sé por qué no cambio.

—¡¿Me estás robando el alma?! —preguntó asustado.

México rió. —Obvio, mi vida. Una parte tuya ya está ahí abajo, corazón. No es al azar a quien tomamos, Argentina, es por una razón en específico. —se acercó otra vez a él, agachándose para verlo a los ojos. —tienes secretos, mi amor. Lo que pasó con tus padres no fue un accidente. —susurró.

Argentina se levantó molesto. —¿De qué estás hablando?

—Se por lo que pasaste, corazón. El trauma que vienes arrastrando y mantienes en tu cabecita es preocupante. Tienes un historial en el lugar de donde vengo, por cierto. —avisó, parándose recto frente a él, mirándolo serio a sus bonitos ojos ámbar.

Argentina frunció el ceño. No le gustaba el tono de voz que usaba con él. —No me gustan las amenazas, México.

—No te estoy amenazando, solecito. Solo te estoy diciendo la verdad. —le acarició el cabello, sentandose en la cama para más comodidad. —Puedes confiar en mí, bonito, incluso para decirme lo que de verdad le pasó a tus padres.

Los padres de Argentina estaban muertos.

𝗘𝗟 𝗗𝗘𝗠𝗢𝗡𝗜𝗢 𝗗𝗘 𝗠𝗜 𝗛𝗔𝗕𝗜𝗧𝗔𝗖𝗜𝗢́𝗡 ! mexargDonde viven las historias. Descúbrelo ahora