Collar

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Rosé comprendió cuando Lisa había dicho que conforme pasaban los días tendría más ganas de consolarse, porque durante el resto de la mañana, el mediodía y la temprana tarde no lo había dejado separarse de ella ni para bañarse, aunque ella tampoco puso mucha resistencia. Aunque el baño quedó en segundo lugar, ya que también terminaron haciéndolo bajo la ducha, jugando con la espuma del shampoo, con risas y besos, hasta terminar con el cuerpo de la menor acurrucado contra el pecho de Rosé, con esta acariciando su espalda en círculos y apoyando el rostro sobre la cabellera de la omega, inhalando su aroma.

—¿Sabes que conocí a tu hermana? —soltó Lisa de la nada, haciendo que Rosé tardara unos segundos es responder con un simple "¿Qué?"—. Park Sooyoung —añadió.

La rubia asintió, por supuesto que sabía el nombre de su hermana.

—Me habló mucho de ti —continuó la omega—. Se ve que te extrañan bastante, te siguen esperando.

Park tardó un segundo en suspirar.

—Que digas esas cosas no me hace sentir mejor o algo, ya lo sé, prefiero no hablar de-

—Me dijo que si tú hubieras estado en casa aún, me hubieran presentado contigo en vez de ella.

Las palabras la hicieron callar.

Lisa movió un poco el rostro para mirar hacia arriba, chocando su ojos con los de Rosé.

—Si no me hubieran marcado... Y yo no hubiera huido —habló la mayor con lentitud—. Yo sería una de tus pretendientes —sonrió.

Lisa asintió.

—Incluso si nada hubiera pasado nos hubiéramos conocido —arespondió la omega—. Destino.

Rosé alzó el rostro de su chica para besarla.

Al salir del baño, cuando ya comenzaron a tener frío, Rosé tomó una toalla para la pelinegra y otra para ella, aunque no había terminado de secarse la mitad del cuerpo cuando Lisa pasó la toalla sobre ella, enganchando su cuello para atraerla hacia sí misma, sonrió a a centímetros de su rostro antes de besarla.

A Rosé simplemente le encantaba.

Pensó apenas unos días atrás, donde se había avergonzado cuando despertó abrazando a Lisa en la primera noche. Y ahora estaban pegadas piel con piel sin ninguna vergüenza de su desnudez, habían aprendido que la ropa sólo les era un estorbo.

Las manos de Rosé bajaron sin querer hacia el collar de la menor, tocando la textura de la tela que lo forraba.

Sus dedos fueron hacia la curva entre su hombro y cuello, y maldijo al collar con todo su corazón.

Lisa pareció sentir que pasaba, porque se separó del beso para mirarla como si pidiera perdón, su mirada se tornó melancólica repentinamente.

Manoban llevó sus manos al collar, aprestándolo con fuerza, enganchando sus dedos debajo de este, como si al tirar lo suficiente podría romperlo, sus nudillos se volvieron blancos y las mejillas se tornaron rojas por la fuerza.

—Lis, no, no... —Rosé tomó las manitas, tirando de ellas para que soltara su collar, usando un poco más de fuerza de la que quería para que se rindiera.

Vio las lágrimas de frustración en los ojos de Lisa, y como se mordía el labio con fuerza para intentar contenerse.

—Li-

—Lamento que tenga que ser así —dijo, intentando hacer dura su voz—. No sé la contraseña... De saberla me lo hubiera quitado el primer día, pero- —un hipido de llanto interrumpió sus palabras—, quiero quedarme contigo, Rosé —las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

Delta | ChaelisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora