Como las parejas normales

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No hicieron nada más que abrazarse en silencio, respirando el aroma de la otra, dejando caricias, limpiando algunas lágrimas de alivio que aparecieron un par de veces, dando sonrisas, así pasaron horas que para ellas no fue tanto.

Lisa estaba acostumbrándose al tumulto de emociones en su pecho, intentaba no agobiarse, por más que eran las mismas que ella tenía, de alegría, de alivio, de amor, parecía que podría desbordar.

Era como si todas sus emociones se hubieran multiplicado, corriendo en su interior.

Por otro lado, Rosé intentaba permanecer tranquila, por más que quería casi gritar de felicidad, podía sentir la ligera inquietud de Lisa por tanta carga.

Cuando cayó la noche, alguien golpeó la puerta del cuarto.

Rosé miró a la omega.

—¿Esperabas a alguien?

Lisa negó.

—Si es Kim no abras.

—No necesitaba que me lo dijeras para no abrirle.

Rosé se separó un poco de Lisa para no aturdirla con el grito de "¿Quién es?", que propinó desde la cama.

La puerta se abrió y una mujer joven les dedicó una sonrisa amable, al ser beta, no tenía olor que pudiera molestarlas.

En las primeras horas del lazo, las parejas tenían la necesidad de permanecer juntas y solas, compartiendo su aroma y compañía, creando un espacio único para las dos. Y cualquier otro aroma alteraría bastante la tranquilidad de ambas.

La mujer cargaba una bandeja de comida.

—Me ha comunicado la joven Kim que Lalisa Manoban no ha comido bien —dijo, y la pelinegra se ganó una mirada seria por parte de Rosé—. Quizás ahora que está usted pueda hacerlo.

Rosé asintió, dándole permiso a la mujer al pasar.

La beta acomodó una mesa de cama junto a ellas antes de dejar la bandeja en esta, hizo una reverencia y se retiró, cerrando la puerta.

Park vio varios cuencos con comida, desde sopa de fideos, hasta ensaladas y pollo, acompañado de pequeñas botellas de salsa de soja y aceite, con palillos y cubiertos para ambas.

Se sentaron, aún bastante cerca de la otra, pero lo suficientemente apartadas para comer cómodas.

Rosé comenzó a regañarla por no comer, con lo que Lisa sólo bajó la cabeza, concentrándose en su sopa y sus fideos.

—Rosie —la cortó, la otra dejó de hablar, la omega tragó duramente—. Estoy embarazada...

El volumen de su voz había ido bajando estrepitosamente en esas dos palabras, y Rosé tardó un momento en pensar que había escuchado bien.

Una mirada insegura, acompañada por ese sentimiento en su pecho, hicieron a Rosé reaccionar.

Sonrió amplíamente, mostrando sus perfectos dientes, haciendo desaparecer sus ojos, comenzó a reír.

Lisa sintió toda la felicidad de la alfa, por lo que sonrió también.

La rubia la miró con gratitud, besó sus labios con cariño, y luego bajó sus manos hacia el abdomen de la menor, imaginando una enorme y adorable barriga que dentro de unos meses sería realidad.

Ambas sintieron el miedo de la omega descender.

—Yo... no sé si seré una buena madre —murmuró Lisa.

—Lo serás —habló con seguridad—. Tampoco voy a dejarte sola, Lisa. Es nuestro. Todo lo que no sepas hacer, te ayudaré. Seremos madres juntas.

La tailandesa sonrió, mirando sus palillos revolver su comida.

Delta | ChaelisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora