Vive tu vida

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—Sí... No se ha levantado, no sé cuánto tiempo ha estado en el nido. No sé exactamente cuándo lo hizo.

Jennie abrió un poco la puerta para mirar hacia la cama, al cuerpo hecho un ovillo bajo las sábanas.

—Está dormida ahora, estuvo llorando un buen rato hasta que se durmió.

Habían pasado las horas, era casi la media tarde, Joy no había regresado y tampoco contestaba ninguna de las mínimo diez llamadas que le había dejado, ni había leído los mensajes.

Escuchó al médico suspirar.

—¿Todavía no la marcaste, Kim?

—No —dijo, bastante bajo.

—¿Qué esperas?

Jennie no quería hablar, no quería hacerlo.

—No quiero marcarla sin que ella quiera —dijo la primera excusa que se le pasó por la mente.

—Si te refieres al tema del amor, Kim, eso puede esperar, pero la vida es algo más importante, muchacha. Ya tendrán tiempo para enamorarse, pero para eso Lisa tiene que sobrevivir, debes hacer el lazo.

Jennie negó, por más que el doctor no la viera.

Sin querer decir nada, la joven alfa colgó, se giró a la puerta y la miró un momento antes de entrar al cuarto.

Se acercó a la cama, viendo el tranquilo vaivén de la respiración de la omega.

Apoyó una mano en el hombro de la menor.

—Lisa... despierta, tengo algo importante para decirte... —movió un poco su cuerpo, pero la chica no reaccionó—. Lisa... ¿Lisa?

Corrió las sábanas que la cubrían, viendo lo tranquilo del rostro de la pelinegra al dormir, y como sus labios se movían un poco con su lenta respiración.

Jennie apoyó el dorso de su mano sobre la mejilla de la omega, estaba muy fría.

Lisa ya no tenía rubor en el rostro, al contrario, su piel casi parecía papel, con oscuras y moradas ojeras bajo sus ojos, además de sus labios tenían un tono azulado.

El corazón de Jen se aceleró por la preocupación, la chica se veía mucho peor que antes.

Subió a la cama, olvidándose en romper el nido, y como si Lisa hubiera sentido eso, comenzó a negar con la cabeza, y su expresión tranquila cambió a una desesperada, aunque no tenía fuerza para abrir los ojos, sus pestañas se aleteaban, apretaba los ojos y apenas abría una rendija para ver, aunque no pudo mirar bien a la castaña.

—Tranquila, Lisa —Jennie la tomó por los lados, apretándola contra sí en un abrazo firme, aunque la omega se agitó para intentar liberarse.

—N-No... —murmuró.

La mirada de Jennie fue hacia su cuello, viendo su lechosa piel, imaginando una marca en su lugar correcto.

Sin su total consentimiento, sus manos fueron hacia el cuello de Manoban, quien se sobresaltó, como si supiera lo que Kim estaba pensando.

—No, no, no... —pidió, apenas con un hilo de voz, sintió las lágrimas caer—. No serás mi alfa, mi lazo no es contigo, no...

Jennie se alejó para mirarla.

—Yo tampoco quiero, Lisa —murmuró.

—¿Entonces por qué mierda lo haces? —soltó, con sus ojos apenas abiertos.

Jennie se detuvo, y por un segundo admiró a aquella omega con todo su ser, aún estando tan débil y enferma, Lisa mantenía su postura, y estaba dispuesta a pelear incluso sin poder moverse.

—¿Sabes que estás muriendo, Lisa? —dijo, casi en un susurro.

Lisa se congeló un momento, su labio inferior comenzó a temblar, negó suavemente.

—No voy a morir —murmuró—, mi alfa no va a dejarme...

—¿Tu alfa?

Ella asintió, las lágrimas caían, aún así, sonrió.

Jennie recordó las conversaciones con Sooyoung.

—Tu alfa... ¿Roseanne Park?

Y volvió a asentir.

—Estuviste con ella cuando te creíamos perdida, ¿verdad?

Lisa asintió de nuevo.

—Ella me cuidó —murmuró—. Y me prometió que estaríamos juntas, así que vete.

Jennie suspiró.

—Lisa, tú... ¿ves a Roseanne Park por aquí?

—Ella vendrá...

—Estás muriendo, Lisa, y yo puedo salvarte.

—No me estás salvando —hablaba con seguridad, a pesar de sonar débil—. Me estás condenando a vivir.

Jen no pudo decir nada.

—Te estás condenando a vivir también —agregó—. ¿No puedes vivir por ti misma? ¿Al menos en una vida? Por qué no pruebas vivir tu vida, Kim...

La castaña no tenía palabras.

Los ojos de Lisa se cerraron, dejó de forcejear y Jennie recargó su liviano cuerpo sobre ella.

La respiración de la extranjera estaba agitada, casi como si hubiera corrido varios kilómetros, se había agotado en esa discusión.

—Déjame dormir —murmuró la menor, en su pecho—. Y no hagas nada.

Jennie tardó un segundo en hacerle caso, la
dejó en la cama, cubriéndola con las sábanas y volviendo a acomodar torpemente el nido, salió del cuarto sintiéndose un poco mal.

Caminó por el pasillo, intentando borrar la idea de que Lalisa Manoban moriría por su culpa.

Escuchó la puerta de la entrada abrirse, y frunció el ceño.

Escuchó pasos apresurados y al llegar a la escaleras vio a tres personas en su sala.

—¿Jisoo? —murmuró, sintiendo su corazón agitarse al verla.

Las tres alzaron la vista hacia ella, pero un llanto las hizo mirar más allá.

Un sollozo como el de un animal, viniendo desde detrás de la última puerta del pasillo.

—¿Lisa?

Un intenso olor a café la hizo voltear de nuevo, viendo a la única de las tres que no conocía, una chica rubia y alta, subiendo las escaleras rápidamente.

Su fuerte olor y el bajo gruñido de la tipa la hizo apartarse del camino, pegando su espalda a la pared.

Al pasar a su lado, ahora captando el olor a pino, pareció golpearle por su intensidad.

Vio a aquella alfa rubia entrar al cuarto de Lisa, cerrando la puerta rápidamente.

Delta | ChaelisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora