Bocaditos de arroz con leche

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Hinata

Subo los escalones del porche de dos en dos mientras corro desde el coche, abro de golpe la puerta de casa de mis padres y la cierro tras de mí

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Subo los escalones del porche de dos en dos mientras corro desde el coche, abro de golpe la puerta de casa de mis padres y la cierro tras de mí. Me apoyo en ella y me tomo unos minutos para calmar la respiración. Esto de huir despavorida de ese puto gato cada vez que vengo ya me está cansando. No me ha mostrado su cara, pero cada vez que Kakashi ha estado aquí en las últimas dos semanas, ha armado un infierno, y ahora Kakashi duerme con una pequeña pala bajo la almohada.

Sonrío para mis adentros, pensando en las últimas semanas. Después de nuestra tan esperada charla, Kakashi y yo hemos estado perfectos. Mejor que perfectos. Puede que nos haya llevado un tiempo, pero por fin hemos aprendido que es mejor hablar de las cosas en cuanto nos molestan, que dejar que se enconen e inventarnos todo tipo de razones equivocadas para cualquier problema que podamos tener.

Por mucho que quisiéramos poner a prueba la confianza de Kakashi en que volver a su antigua receta solucionaría nuestro problema sexual, tardamos más de una semana en dejar de imaginarnos a Guy y Anko lamiéndose la mantequilla el uno al otro y a mi madre y mi padre disfrutando del porno del fisting. En ese momento, sólo quedaba una semana para nuestra boda y ambos decidimos hacer al menos una cosa tradicional: abstenernos de tener relaciones sexuales hasta la noche de bodas.

No voy a mentir, ha sido duro. No importa lo agotados que estemos Kakashi y yo cuando llegamos a casa del trabajo, y después de haber hecho las cosas de última hora que necesitábamos para la boda, nos hemos propuesto reservar al menos veinte minutos para hablar de cualquier cosa que nos preocupe.

Mientras estamos tumbados en la cama.

Apretados unos contra otros.

Sólo en ropa interior.

La lucha es real. La lucha es tan real que ahora mismo estoy de pie en el pasillo de casa de mis padres, mirando la barandilla de la escalera que hay al final del pasillo, preguntándome lo bien que me sentaría frotar mi vagina sobre ella.

Por suerte, la tía Orochi llega corriendo a la entrada desde el salón antes de que pueda decidir si jorobar la barandilla de mis padres es buena o mala idea.

"Houston, tenemos un problema".

Antes de que pueda preguntarle qué pasa, me coge de la mano y me arrastra hasta el salón. Anko está sentada en el sofá y me saluda con la mano. Empiezo a saludarla y entonces me doy cuenta de que hay alguien sentado a su lado en el sofá a quien no reconozco.

"Oh, esta es mi amiga del trabajo, Tayuya", me presenta Anko al ver la cara de confusión que pongo. "Ella es la que nos reunió esta noche".

El fuego artificial que causó estragosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora