Historia:
El proceso de mudanza puede ser una experiencia emocionante para los niños, sin embargo, ese no siempre es el caso para los padres ya que son ellos los responsables de asegurarse que todo esté en orden y no falte nada. En general, es una experiencia estresante y fue el caso de Rodrigo y sus padres: luego de vivir todas sus vidas en Chile ahora se estaban preparando para mudarse a los Estados Unidos de América. Rodrigo no podía dejar de sonreír y gritar sobre los nuevos amigos que iba a hacer cuando sus padres le contaron que se iban a otro país, pero al mismo tiempo, el niño debía entender que ya no podría visitar a sus amigos en Chile. Rodrigo, con tan solo seis años, ya había terminado su educación preescolar y debía despedirse de todos sus amigos.
El padre de Rodrigo, Gabriel Ortiz, era el más emocionado y nervioso por la situación, ya que él era la razón de la mudanza: Gabriel había sido un funcionario de la PDI (Policía de Investigaciones de Chile) específicamente por más de diez años y siempre estuvo obsesionado con casos de homicidios. Su mayor sueño era resolver una numerosa cantidad de casos para distinguirse de los demás, pero este sueño causó que el hombre fuera distante de su familia algunos días. A Rodrigo no le importaba mucho esta negligencia, admiraba a su padre por estar haciendo una diferencia protegiendo a las personas del peligro mediante la captura de criminales. A veces, Gabriel llevaba a su hijo a lugares donde se habían cometido crímenes hace mucho y le contaba historias sobre las investigaciones. Al chico le entusiasmaba escuchar las historias porque su padre se retrataba como un héroe, pero para el adulto Chile era un país demasiado pequeño y con pocos casos (sin mencionar la calidad de los funcionarios de PDI y Carabineros), así que después de día tras día tratando de convencer a Fernanda Rojas, su esposa y madre de Rodrigo, para mudarse a Estados Unidos y tener una oportunidad de entrar a la FBI, Fernanda por fin cedió.
El viaje a Estados Unidos fue eterno para los adultos, pero no para Rodrigo quien nunca había viajado en avión antes. Sus ojos café claro se iluminaban cada vez que miraba por la ventana, todo sonido le llamaba la atención y no paraba de molestar a sus padres diciéndoles lo genial (y aterrador) que era el avión. A medida que pasaban las horas, el niño se aburría más y más y sólo tenía su muñeco para entretenerse, los dos eran inseparables: su madre le hizo el muñeco a Rodrigo luego de que el pequeño se lo pidiera para darle una forma física a su amigo imaginario felino. Al llegar ya a Estados Unidos todo transcurrió sin problemas para la familia, ya tenían un lugar para arrendar en Burlington, Vermont, y ambos adultos ya habían encontrado empleos para ellos y una escuela para Rodrigo.
Los primeros años de escuela de Rodrigo fueron complicados: tuvo que acostumbrarse a una nueva cultura y a un lenguaje del cual no era experto (sabía un poco de inglés, lo suficiente para entender algunas cosas gracias a su madre y padre quienes tenían un inglés fluido). Mientras que algunos niños se burlaban del acento de Rodrigo, otros sólo querían escuchar insultos en otro idioma. Lo único que le importaba a Rodrigo es que fue capaz de hacer amigos más o menos rápido. Tras cuatro años, la familia adquirió su nacionalidad estadounidense, Fernanda empezó a trabajar como profesora de Inglés en una escuela local y Gabriel por fin pudo postular al FBI. Luego de aprobar todas las pruebas, Gabriel pasó a formar parte del FBI como un Agente Especial lo que significaba que, una vez más, se distanciaría de su familia.
Luego de dos años, Rodrigo, ahora de doce años, estaba cansado de que su padre no le prestara atención. Gabriel ya no lo llevaba a escenas del crimen ni pasaba tiempo con él en general; ahora su padre estaba obsesionado con casos extraños y sin resolver de homicidios cometidos cerca del bosque. Los casos habían sido abandonados hace tiempo ya que nunca había suficiente evidencia para continuar con las investigaciones. Gabriel no debería estar trabajando en estos casos, si sus superiores se enteraran de seguro enfrentaría terribles consecuencias. Un día, Rodrigo accidentalmente encontró una de las carpetas confidenciales, sus ojos se detuvieron sobre una de las fotos: mostraba a una persona quien tenía en sus hombros una “O” con una “X” encima. La foto estaba borrosa, pero los símbolos eran claros como el agua. Gabriel descubrió a su hijo y, luego de una conversación, le contó que tenía acceso a estos casos gracias a la ayuda de dos de sus colegas quienes, al igual que Gabriel, querían resolverlos. El adulto le pidió a Rodrigo que no le contara sobre la situación a nadie, por lo que el chico guardó silencio.
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Investigación Creepypastas 2023
Mystère / ThrillerBienvenidos a mi libro el cual hice para que los que ahora somos investigadorxs consigamos información y lograr saber cosas sobre ellos por si en alguna situación pase lo que cada investigadorx tiene miedo a que pase (intentaré actualizar todos los...