El fallo del plan

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Lyra yacía tumbada en el suelo, tratando de recuperarse, habría tomado control de su mente nuevamente, habría salido corriendo si no fuera porque dos mortífagos la obligaron a levantarse quedando atrapada.

Narcisa y Lucius Malfoy solo la miraron con preocupación.

—Mi señor mi señor

Era la voz de Bellatrix, que hablaba como si se dirigiera a un amante.

—Mi señor

—Ya basta —dijo Voldemort.

Más pasos; varias personas se retiraban del mismo lugar. Voldemort se estaba levantando, al mismo tiempo que varios mortífagos se alejaban en dirección a la multitud que bordeaba el claro. Sólo Bellatrix se quedó atrás, arrodillada junto al Señor Tenebroso.

—Mi señor, permitidme

—No necesito ayuda —le espetó Voldemort con frialdad. Aunque no podía verla, Harry imaginó a Bellatrix retirando una solícita mano—. El chico ¿ha muerto?

Se hizo un silencio absoluto en el claro. Nadie se acercó a Harry.

—Tú —indicó Voldemort, y hubo un estallido y un ligero grito de dolor—, examínalo y dime si está muerto.

Harry ignoraba a quién había dado esa orden. No tenía más remedio que quedarse allí tendido, con el corazón palpitándole y amenazando con traicionarlo, y dejar que lo examinaran. Unas manos más suaves de lo que suponía le tocaron la cara, le levantaron un párpado, se deslizaron bajo su camisa hasta el pecho y le buscaron el pulso. Oyó la rápida respiración de la mujer, y su largo cabello le hizo cosquillas en la cara. Harry sabía que ella le detectaba los fuertes latidos de la vida en el pecho.

—¿Está vivo Draco? ¿Está en el castillo? —le susurró muy quedamente la mujer, rozándole la oreja con los labios, al tiempo que su larga melena ocultaba la cara de Harry a los curiosos.

—Sí —musitó el muchacho.

—¡Está muerto! —anunció Narcisa Malfoy a los demás.

Todos soltaron gritos y exclamaciones de triunfo y dieron contundentes patadas en el suelo.

—¡¿Lo veis?! —chilló Voldemort por encima del alboroto—. ¡He matado a Harry Potter y ya no existe hombre vivo que pueda amenazarme! ¡Mirad! ¡Imperio!

Lyra volvía a estar a las órdenes de Voldemort, de pronto un gran estruendo hizo que Harry casi se levantara, aunque no podía ver, estaba seguro de que era el aleteo de una bestia, un dragón volaba por el castillo.

Voldemort se carcajeada de la emoción.

—Y ahora —anunció Voldemort—, iremos al castillo y les mostraremos qué ha sido de su héroe. ¿Quién quiere arrastrar el cadáver? ¡No! ¡Esperad!

Hubo más carcajadas y, pasados unos instantes, Harry notó que el suelo temblaba bajo su cuerpo.

—Vas a llevarlo tú —ordenó Voldemort—. En tus brazos se verá bien, ¿no crees? Recoge a tu amiguito, Hagrid. ¡Ah, y las gafas! Pónselas; quiero que lo reconozcan.

El muchacho percibió que los brazos de Hagrid temblaban debido a sus sollozos convulsivos, y unas gruesas lágrimas le cayeron encima cuando el guardabosques lo cogió, pero no se atrevió a darle a entender, mediante movimientos o palabras, que no todo estaba perdido.

—¡Muévete! —ordenó Voldemort, y Hagrid avanzó a trompicones entre los árboles, muy juntos entre sí.

Hagrid no pudo continuar y rompió a llorar de nuevo. Poco después, Harry supuso, porque hacía más frío, que habían llegado a la linde del bosque.

Harry Potter y las reliquias de la muerte // Lyra GrindelwaldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora