La diadema perdida

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—¡NEVILLE! ¿Qué quiere decir esto? ¿Cómo?

Pero Neville acababa de ver a Lyra, Ron y Hermione, y, loco de alegría, fue a abrazarlos. Cuanto más miraba Harry al recién llegado, peor lo veía: tenía un ojo hinchado y amoratado y varios cortes en la cara, y su aspecto desaliñado delataba que llevaba tiempo viviendo en pésimas condiciones. Con todo, su maltrecho semblante resplandecía de felicidad cuando soltó a Hermione y volvió a exclamar:

—¡Sabía que vendrías! ¡Ya le decía yo a Seamus que sólo era cuestión de tiempo!

—¿Qué te ha ocurrido, Neville?

—¿Por qué? ¿Lo dices por esto? —Se señaló las heridas quitándoles importancia con un gesto—. ¡Bah, no es nada! Seamus está mucho peor que yo, ya lo verás. Bueno, ¿nos vamos? ¡Ah! —dijo volviéndose hacia Aberforth—. Quizá lleguen un par de personas más, Ab.

—¿Un par de personas más? —repitió Aberforth, alarmado—. ¿Qué significa eso, Longbottom? ¡Hay toque de queda y un encantamiento maullido en todo el pueblo!

—Ya lo sé, precisamente por ese motivo se aparecerán en el bar. Envíalos por el pasadizo cuando lleguen, ¿quieres? Muchas gracias.

Tendiéndole una mano a Hermione, Neville la ayudó a subir a la repisa de la chimenea y a entrar en el túnel; Ron la siguió, y luego el mismo Neville se metió también por el hueco. Harry se dirigió a Aberforth:

—No sé cómo darle las gracias. Nos ha salvado la vida dos veces.

—Pues cuida de ellos —repuso Aberforth con brusquedad—. Quizá no pueda salvaros una tercera vez.

Harry le tendió la mano a Lyra para ayudarla a subir y trepó a la repisa y se introdujo por el hueco que había detrás del retrato de Ariana. Al otro lado se encontró unos desgastados escalones de piedra; daba la impresión de que el pasadizo era muy antiguo. De las paredes colgaban lámparas de latón, y el suelo de tierra estaba liso y erosionado. Los chicos se pusieron en marcha y sus sombras se reflejaron ondulantes en las paredes.

—¿Cuánto tiempo hace que existe este túnel? —preguntó Ron—. No aparece en el mapa del merodeador, ¿verdad, Harry? Yo creía que sólo había siete pasadizos que conectaban el colegio con el exterior.

—Todos ésos los cerraron antes de que empezara el curso —explicó Neville—. Ya no se puede utilizar ninguno de ellos, porque hay maldiciones en las entradas y mortífagos y dementores esperando en las salidas. —Se puso a caminar de espaldas, sonriente, como si no quisiera perder de vista ni un momento a sus amigos—. Pero eso no importa ahora Oye, ¿es verdad que entrasteis por la fuerza en Gringotts y escapasteis montados en un dragón? Se ha enterado todo el mundo, nadie habla de otra cosa. ¡Carrow le dio una paliza a Terry Boot por contarlo a los cuatro vientos en el Gran Comedor a la hora de la cena que Lyra Grindelwald domo a un dragón!

—Sí, sí, es cierto —contestó Harry.

Neville se echó a reír con alegría y preguntó:

—¿Qué hicisteis con el dragón?

—Lo llevamos a su hogar — contesto Lyra.

—Pero ¿qué habéis estado haciendo? Había gente que decía que habías huido, Harry, pero yo no me lo creí. Seguro que te traías algo entre manos.

—Tienes razón —dijo Harry—. Pero háblanos de Hogwarts, Neville. No sabemos nada.

—Pues bueno, Hogwarts ya no parece Hogwarts —afirmó el chico, y la sonrisa se le borró de los labios—. ¿Sabes lo de los Carrow?

—¿Esos dos mortífagos que dan clases en el colegio?

—Hacen algo más que dar clases: se encargan de mantener la disciplina; les encanta castigar.

Harry Potter y las reliquias de la muerte // Lyra GrindelwaldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora