Día 4 «Final»

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Es terriblemente feo sentir que alguien pierde su vida en tus manos, pero es aún peor ver cómo esa persona mejora y luego muere en un instante...

Su sonrisa me cautivaba, me decía: «Viviré por miles de años», y joder me ha fallado, ahora no la tengo a mi lado.
Mientras yo estaba delante de ella, ella estiró la mano para pedirme un favor, ese favor era que yo le hiciera un poema, que ella fuera la protagonista de mis palabras, y que tuviera un final feliz.

Me fui contento a casa, pensando que—otra vez—por fin la haría reír.
Ingenuo de mi parte pensar que Tina seguiría viva, para escuchar ese poema que nunca pude escribir.
Luego de 6 meses en la camilla de aquel hospital, los doctores la querían dar de alta, decían: «La quimioterapia ha funcionado».
Fui testigo de aquella atrocidad, que le quitó la vida a la chica más linda.

Estaba recostado en la camilla, mientras Tina dormía, sus padres fueron a buscar algo de comer, mientras ellos no estaban, Tina despertaba, me miró y con ojos triste me prometió que no se iría sin mí.

No entendía qué quería decir, pero sentí aquel dolor en mi corazón, ahí fue que entendí, ella se estaba despidiendo de mí.
Poco a poco, ella se sentó. Le ayude a sentarse, aunque los doctores me habían dicho que no la dejara hacer eso.

Me abrazó con fuerza, y me pidió que luego de su partida, fuera a su casa a recoger algo que ella me había dejado sobre su mesita noche (me lo quería dar desde hace tiempo, pero ella presentía que algo como esto sucedería).

Sus padres llegaron, le regañaron por verla sentada, pero ella decía que estaba mejor y que pronto estaría fuera de aquí (pobre de la madre, la madre sí comprendió).

Pasaron las horas, Tina se durmió, y su madre se me acercó.
Estuvimos en el pasillo hablando sobre Tina, y que me daban las gracias por estar con ella en su peor momento.
No dije mucho, la madre me abrazó, ambos lloramos y luego Tina despertó.

Me acerqué a su camilla, me pidió que la abrazara y luego llegaron los doctores...

Todo parecía raro, así que me sacaron de la habitación, la madre de Tina me decía que le tenían que hacer un chequeo para ver si podían seguir con el tratamiento.

Antes de irme a casa, fui a ver a Tina, luego de que los doctores acabarán de hacer todo lo qué tenían que hacen, Tina me vio y sonrió.
La abracé fuertemente y la dejé descansar.
Me fui a casa, y todo ahí quedó.

Volví en la próxima tarde, la noche ya se hacía presente.
Tina se sentía mejor, pero algo me decía que lo peor llegaría.
Los padres me pedían que me quedara por esa noche, lo cual acepté encantado, Tina estaba más feliz de lo esperado.
Nos abrazamos, me quedé con ella, me dormí y ella me despertó.

Su voz sonaba extraña, era de madrugada, sus padres estaban dormidos, de un momento a otro se comenzó a escuchar un sonido. Tina se aferró a mí, los doctores llegaron rápidamente y ahí fue que comprendí, era tiempo de ver a Tina partir.

Los doctores me permitieron quedarme, porque Tina no me quería dejar ir. Me sorprendió, incluso muriendo, ella simplemente me quería dar amor, me miraba con ojos sollozos, trataba de disimular que no sentía dolor, pero yo lo podía notar.

Le sostuve las manos, para darle espacio a los doctores, ella comprendió y me apretó fuertemente las manos. Los doctores le inyectaban algo extraño, podía escuchar el sonido dejar de sonar y todo se calmó.

Al día siguiente, no pude alejarme de ella, ya sabía que pronto llegaría su fin, y sinceramente yo quería estar ahí.

La noche llegó rápidamente, Tina había dormido mucho y se despertó. La miré y me alegré de verla despierta otra vez. Con su mano izquierda me acarició la cara, me pidió que no llorara y no tuve más opción que llorar más.
Trataba de hablar, aunque su voz ahora sonaba muy mal, sus padres estaban (estaban llorando también).

A las 2 de la madrugada, Tina se despidió de todos; a su madre le dio las gracias por haber sido la mejor madre. Me abrazó, me pidió que me quedara una noche más, y acepté, pero ya sabía que eso no iba a pasar.

Con todo el dolor, Tina cerró sus ojos, mientras recitaba sus poemas, y me pedía que no la soltara. No la solté, incluso después de su muerte.

Los doctores no pudieron hacer nada. Su madre estaba destrozada. Su padre sólo podía abrazar a su amada esposa.
Mientras que—yo—abrazaba a aquel cuerpo sin vida.
Con la esperanza de regresarla, pero todo fue en vano.

Me dispuse a salvarla, así que me tomé un veneno, para ir al cielo (aunque acabé en el infierno, o eso pensaba, porque la Muerte me dio la bienvenida y me ayudó a salvar a mi amada). 

Es Lindo, ¿Verdad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora