Capítulo 3

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Esta cama es el cielo y el infierno a la vez.

El cielo por lo cómoda que es y lo bien que se duerme en ella. El infierno por como es tener que separarme de ella cada vez que me levanto.

Como puedo, me levanto, replanteándome si decirle a mi jefe que la cama me ha secuestrado. Tampoco sería una mentira.

Me tomo mi tiempo para prepararme, como a mi me gusta, tomarme las cosas con calma. Me ducho con calma y me visto de la misma manera, tranquila. A  las ocho de la mañana salgo de mi habitación para ver a mi jefe apoyado en la pared de delante.

Ruedo los ojos cuando me giro de camino al ascensor, ni por la mañana me deja tomarme mi café sola.

Ya llevaba dos días aquí y, en el tiempo que llevamos aquí, no me ha dejado ni respirar. Nunca estoy sola comiendo o cenando. Tampoco lo comprendo, en teoría está aquí para visitar a su familia, ¿Por qué no come con ellos?

En estos días me he dado cuenta de algo y es que, necesito salir de fiesta.

Realmente no soy de lo más fiestera pero a veces necesito desatarme por una noche, bailar libre, beber alcohol y, siendo sincera, un poco de sexo.

Mi vida sexual no es constantemente activa pero tampoco tengo telarañas, una vez al mes hay tema y si algún mes no hay, me apaño sola. No necesito hombres.

Tomo mi taza entre mis dedos, mi jefe está delante de mí mirando el móvil, probablemente revisando su trabajo y que todo vaya en orden.

Pienso en si decirle lo de la fiesta pero descarto la idea de inmediato. Probablemente me diría que no y no tengo ganas de pelear con este ogro disfrazado de paisano.

Canto mientras termino de prepararme mi playlist que grita fiesta. Quisiera poder ir con Sam, mi amiga del instituto que, a día de hoy, es mi fiel y eterna compañera de vida. Ojalá poder ir con ella, pero lamentablemente, no hay vuelos.

Sé que si hubiera, Sam vendría solo para una fiesta italiana.

Termino de abrochar mi vestido con una percha, cuando digo que no necesito a nadie lo digo de verdad y este vestido no le iba a quitar veracidad a mis palabras.

Es un vestido básico pero precioso, completamente negro y ceñido a mi cintura y caderas. En la espalda tiene un corazón como abertura precioso, dejando ver mi bronceada piel.

Abro la puerta y salgo, tratando de ser sigilosa para que mi jefe no se dé cuenta de que he salido. Me siento una adolescente escapando de sus padres.

Cuando giro la cabeza me encuentro a mi jefe, desajustándose la corbata y mirándome con el ceño fruncido. No se me pasa por alto la manera en la que escanea mi cuerpo antes de carraspear.

-¿Qué haces?- pregunta, haciendo que maldiga mil veces. Pienso en decirle que voy a por un helado o a tomar el aire pero decido que no, quiero mantener mi dignidad.

-Voy a salir- contesto simple, ocultando mi nerviosismo. Intento seguir con mi camino pero me lo impide.

-¿Por qué? ¿Has visto la hora que es?- ruedo los ojos, sabiendo lo que me viene.

-Me voy de fiesta, no voy a salir a las diez de la noche para eso- contesto, cansada de que me esté mandando siempre. Veo que me mira fijamente mientras piensa.

-Bien- trato de ocultar mi alegría interior hasta que sigue hablando- Pero a las dos de la mañana aquí- dice, haciendo que mi noche se desmorone ante mis pies.

-¿Que? ¿Por qué?- pregunto en un tono más elevado de lo que quería.

-Porque mañana tenemos una reunión a la una de la tarde y no quiero que andes peor de lo que ya andas con tacones- contesta simple, haciendo que la sangre hierva dentro de mi cuerpo.

Sin poder pronunciar algo sin gritarle a la cara lo arrogante que es, empiezo a avanzar hacia el ascensor sin poder mirarlo a la cara.

Cuando llego a el sé que me está mirando la espalda pero no me voy a girar, no voy a dejar que me humille más de lo que ya lo hace.

No entiendo que le pasa conmigo, con el resto de empleados no hace eso, tendría que importarle si llego a mi hora laboral, no la hora a la que me acuesto.

Con la sangre caliente decido que no voy a hacer caso a sus palabras. No tenía planeado salir hasta muy tarde pero después de esto, no llegaré a las tres de la mañana seguro.

Son las cinco de la madrugada y estoy llegando a mi habitación.

Lo mejor es que no estoy sola, conmigo está Matteo, un chico al que he conocido en la discoteca y, aunque no sea del todo mi tipo, me ha encantado su sentido del humor y carisma.

Estamos llegando a la habitación entre risas que yo intento callar entre risas también.

El alcohol me ha golpeado más de lo que creía.

Pero las risas mueren en mi garganta y el alcohol cae hasta mis pies cuando veo a mi puto jefe apoyado en la puerta de mi habitación.

Ya no está en traje, está en pijama mirándome con una cara inescrutable. Nunca me había mirado de esa forma antes y espero que sea la última.

Se mueve y se pone delante de nosotros, mi acompañante también ha dejado de reírse, lo cual le agradezco.

-Te dije una hora, ¿No?- pregunta, cruzando sus brazos.

-No soy su hija, vuelvo a la hora que quiero- respondo.

El va a responder pero mi acompañante habla primero.

-Creo que debería irme- dice el, me mira y me sonríe- Antes te he dado mi teléfono, escríbeme cuando quieras- asiento, el me da un pico y se va.

Me giro a mi jefe de nuevo y ahora el enfado vuelve a mí.

-Gracias, me ha jodido la noche- escupo, tomo la tarjeta para entrar de mi bolso y me encamino a la puerta. Sin embargo, pone su mano delante del lector de la puerta y la otra encima de mi cabeza, encerrándome.

-¿Enserio te lo ibas a tirar?- pregunta con un toque humorístico. Yo, obviamente indignada, me giro hacia el, logrando que la distancia sea aún menor.

-¿Y a usted que le importa?- pregunto.

-Mucho, Gema- acerca su boca a mi oído-No te vas a follar a alguien conmigo en la habitación de al lado- suspira en mi oído, mandando corrientes a mi entrepierna- Así que si quieres que alguien te folle, tendré que ser yo-

Mi mente está en blanco, literalmente. Lo miro a los ojos, viendo diversión en ellos, también hay algo que no sé identificar pero no me importa en este momento.

-Déjese de tonterías, por favor- suplico, aparto su mano del lector rápidamente pero me coge de la muñeca.

-No es ninguna tontería, Gema- dice, bajando la mirada a mis labios entreabiertos.

Bajo la mirada a los suyos y me siento atraída por ellos. ¿Debería besarlo?

Es una muy mala idea, pero el como mira mis labios hace que quiera tirarme a él y besarlo hasta quedarme sin aliento, nunca me habían mirado con tanto deseo como ahora y nunca había deseado tanto morder unos labios

Pero de repente se aparta.

Veo su mandíbula apretada y molestia en su rostro. Cuando se aparta bajo la mirada por instinto y automáticamente me sonrojo.

El se gira, va a a su habitación y cierra de un portazo.

Yo me meto en mi habitación aún sonrojada hasta las orejas. No sé si lo que he visto ha sido producto de mi imaginación por el alcohol o si de verdad lo he visto.

Estaba duro, muy duro.

Tanto que podía ver todo su tamaño a través del pantalón. No me puedo sacar la imagen de la cabeza.

Y como me la voy a sacar.

Mi jefe, aunque me lleve tan mal con el, está buenísimo y eso todas lo saben.

Y que se haya puesto así por mí solo hace que mi clítoris paltipe de excitación.

Finalmente, decido darme una ducha para relajarme y meterme en la cama, mañana pensaré en lo que acaba de pasar.

SecretariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora