Capítulo 10

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Es el gran día.

Bueno, "gran" para todos mis compañeros, porque para mi es de todo menos "gran".

Cogimos un vuelo a España esta misma mañana, donde está el nuevo y potencialmente exitoso hotel. Esto es por las grandes cantidades de turistas que vienen a este país cada año. Hemos ubicado el hotel a las afueras de la capital, Madrid, pero tenemos pensado crear nuevos hoteles por las costas, que es donde más apogeo hay.

Nos hemos instalado en nuestro mismo hotel, todos los trabajadores de la empresa están aquí, incluso el jefe. Obviamente, al lado mía.

A raíz de esta inauguración hay una gran fiesta. Por eso digo que es el gran día para mis compañeros, podrán salir, divertirse un rato, beber de la barra libre...

¿Y yo? Pues yo soy la organizadora de todo, puede que esto le perteneciera a otra persona pero Leonardo me lo encargó a mi sin ningún motivo aparente.

Yo estaba lista para servir tazas, acatar órdenes bordes y leer la agenda diariamente, no a esto.

Aún así, he sabido llevarlo a la perfección, aunque a veces estuviera de los nervios y me entrara tanta ansiedad que no podía dormir en toda la noche, no ha sido tan malo como yo pensaba.

Cuando salgo del ascensor me encuentro de frente a Bernardo, que me mira fijamente.

-Wow, Gema, estás genial- miro mi atuendo. La verdad si estoy genial. Llevo un vestido entubado de mangas largas y de tela fina, que me cubre también parte del cuello y torso, dejando el escote bastante visible (escote que tuve que rellenar con push up), de pechos para abajo el vestido es de una tela normal. Sonrío a Bernardo y le agradezco.

Avanzo hacia el salón donde se celebrará la fiesta, queriendo estar lejos de el, pero cuando me sigue me doy cuenta de que me estaba esperando a mí.

Joder.

Cuando abro las puertas del salón sonrío ampliamente. Todo ha sido organizado por mí. Desde todos los aperitivos hasta la planta de la esquina. Y lo peor es que lo tuve que hacer virtualmente.

Aunque me llevo arrepintiendo meses de hacer esto, en este preciso momento no me arrepiento.

-Hoy podremos tomar algo juntos por fin, ¿No?- ahora si me arrepiento.

-Claro, espera un momento. Tengo que ir a revisar que todo está bien- le doy una sonrisa- Después te busco y comemos algo-

El me asiente y yo voy a buscar a Leonardo. Tengo que preguntarle si todo es de su gusto o si quiere que cambiemos algo.

Después de unos minutos lo veo, empiezo a caminar hacia el pero me freno en seco.

Está con una mujer.

Una mujer que lo acaba de hacer sonreír.

El aire se queda en mis pulmones por un momento, negándose a salir.

La mujer es rubia, alta, con estilo y, en general, despampanante. Claro, ese es su tipo. Siempre va con mujeres rubias y altas, a veces pelirrojas, pero nunca morenas. Ella es superior en todo a mí, incluso a carisma, por lo visto, porque ha tardado muy poco en hacer sonreír a Leonardo y yo solo lo he conseguido unas cuantas veces en estos años.

Joder, sé que no debería estar sintiendo esto. Lo sé, pero no puedo evitarlo. Siento celos.

Y eso que no tenemos nada, que solo se la chupé una vez en la oficina porque probablemente estaría necesitado.

Si nosotros hicimos eso entonces a ella le haría lo innombrable, no quiero ni imaginarlo.

Doy una vuelta sobre mis talones y voy a revisar otras cosas, si tiene alguna queja que se la meta en el culo.


Cuando terminé de revisar todo me encontré con Bernardo y fui con el, al fin y al cabo no es mal chico, simplemente no es mi tipo.

-Tu tipo es tu jefe- ignoro lo que dice mi voz interior y sigo prestando atención a la aburrida anécdota de Bernardo.

De repente, una mano pesada se posa en mi hombro cubierto por la tela fina del vestido. Me giro en un movimiento rápido de cabeza para ver a mi jefe.

Joder.

Mira a mi acompañante con la mandíbula tensa, muy tensa.

-Buenas noches, señor- saludo, esperando que quite su mano de mi hombro, pero no lo hace.

-¿Por qué no me habías avisado de que has llegado?- por fin me mira y preferiría que no lo hubiera hecho, está muy cabreado.

-Porque estaba teniendo otra conversación, no quería interrumpir- explico. El me mira como si estuviera diciendo la cosa más estúpida que ha oído jamás.

-Ven conmigo- me, prácticamente, levanta de mi asiento.

Le doy una sonrisa tensa a Bernardo y le aseguro que volveré dentro de poco. Aunque me mantengo calmada, por dentro hecho fuego del enfado que tengo.

Llegamos a la habitación donde, en unos días, se recogerán los informes del hotel, la habitación de recepción.

-¿Qué haces con ese?- pregunta, sacándome de mis casillas por un momento.

-¿Y a usted que le importa?- pregunto, haciéndome sitio para irme, pero el me acorrala contra la pared.

-Responde, Gema, ¿Qué hacías con el?- pregunta, aunque creo que sería más correcto decir gruñe, porque es lo que hace.

-Hablar. ¿No lo tengo permitido?- pregunto cruzando los brazos sobre mi pecho.

-¿Hablar? Si casi se te echa encima- aprieto la mandíbula enfadada.

-¿Y a usted qué mas le da? Sé que no quiere relaciones entre empleados pero no estábamos haciendo nada malo, solo hablar-

-El no quería hablar-

-Sigo sin entender por qué tenía que intervenir usted. Soy adulta y sé poner límites-

-No se trata de eso- lo interrumpo.

-Me da igual de lo que se trate, deje de meterse en mi vida- lo empujo levemente poniendo ambas manos en su pecho y logro escapar.

Corro al baño de mujeres para que no pueda perseguirme, aunque no creo que lo haga. Estoy realmente cabreada. Me quedo delante del espejo y aprovecho para arreglar un poco mi maquillaje.

¿Quién se cree que es para interrumpir una conversación así? No estábamos haciendo nada malo.

Salgo del baño y voy a revisar todo una vez más. Después de confirmar que todo va como la seda me siento en la barra a beber sola, necesito un poco descanso y aclarar un poco mis ideas.

Miro el reloj en mi móvil. Once y media. Mierda.

Leonardo tiene que dar un discurso a las doce en punto y, conociéndolo, se habrá olvidado.

¿Debería decirle algo? ¿Debería dejar que se olvide y toda la fiesta se vaya a la mierda? Después de unos segundos pensado decido comerme mi orgullo y escribirle, sino la fiesta se iría a la mierda.

Tú: Le recuerdo que el discurso es en media hora.

Pasan unos segundos hasta que recibo una respuesta.

Ogro: Gracias por recordármelo, tengo algo que debatir contigo sobre eso. Nos vemos donde antes.

Miro el móvil con extrañeza, ¿Enserio quiere cambiar el discurso a media hora de empezar? Lo hemos revisado cincuenta veces, incluso en el avión.

Me encamino hacia allí rápidamente, quiero terminar con esto. Una vez el discurso se haga ya no tendré que estar al pendiente de todo. Pasará de una fiesta formal a una informal.

Abro la puerta rápidamente y, antes de poder siquiera decir algo, tengo unos labios con sabor a whisky pegados a los míos.




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