Capítulo 59

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—¿Alexander que haces?

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—¿Alexander que haces?

—Tocar a mi mujer —le respondo a Alena cargándola encima de su nuevo escritorio.

—Acabo de decir que estas cosas deberían evitarse ¿No lo oíste? Debo dar el ejemplo —me contesta con la respiración agitada venerándome con esa mirada dorada cargada de deseo.

—Me gusta romper las reglas ¿No lo sabías? Es más excitante así profesora, ¡Ah! Que ya no eres profesora, ahora eres la dueña, eso me gusta más —le respondo acariciando sus muslos sobre la tela del vestido. —No debiste usar este tipo de prenda, ve lo duro que me pusiste Alena. —le suelto logrando que sienta la dureza.

—Tú te pondrías duro así me vieras vestida con una bolsa de basura, Alex aqui no —susurra tragando seco, pegando su frente a la mía.

—Talvez, deberías ponértela y probarme —le respondo prendiéndome de esos labios tiernos y carnosos que me mantienen delirando, jamás me es suficiente, la beso descargando toda la ansiedad y rabia acumuladas.

Sus pequeños gemidos me electrifican la piel mientras mi ganas se encienden, el vestido encajado no me permite tocarla como deseo.

—Quitate esta mierda o voy a romperla —digo sobre sus labios.

—Alex, ni se te ocurra —me suelta agitada. —Espera te está vibrando el celular —me informa sacándome el teléfono del saco.

«Como odio que me interrumpan»

—Dejalo sonar, Alena quiero cogerte, necesito penetrar ese coño o saborearlo, tú decide que prefieres. —le digo poniendo el celular en el escritorio.

—Qué romántico, Romeo debería ser tu segundo nombre —suelta de forma irónica abriendo las piernas recargándose sobre sus codos, me pierdo en sus ojos y un poema de Benedetti me llega a la mente de pronto.

«Me perdí en su mirada, es que el color de sus ojos me encantaba; no eran ni azules, ni verdes. Eran color café, café que quita el sueño, café que produce desvelos»

—¿Qué piensas? —pregunta mirándome tiernamente. ¡Maldita sea! Esta mujer me jodió.

—En tus ojos, en que son...

Cayó cuando vuelve a sonar el celular.

—Contesta debe ser importante —me dice entregándome el celular levantándose.

Miro el celular y es número desconocido.

—¿Quién mierda habla? —suelto y Alena se pelliza el puente de la nariz negando con la cabeza.

—Soy Samuel —habla con la voz entrecortada—. Alex debes venir, estamos llegando al hangar pero necesito tu ayuda, Jack... Alex Jack falleció —me suelta poniéndose a llorar, el pecho se me comprime llevándome aquella ocasión en la que perdí a Devil.

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