Capítulo 19: Honor y Orgullo

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En las filas de soldados que permanecían firmes en sus formaciones soplaba suavemente una suave brisa que recorría la árida región conocida como las Llanuras de Katze. Con la mirada inquebrantable fija en el horizonte o en el soldado que tenían delante, estas firmes figuras parecían estatuas.

Entre ellos había granjeros, herreros, artesanos y obreros, individuos que carecían de entrenamiento para el combate y de destreza física para enfrentarse a los soldados imperiales. Sin embargo, el rey les había pedido que tomaran las armas, y ellos obedecieron obedientemente, sabiendo que la rebeldía les llevaría a pasar la vida entre rejas.

Cada hombre, ya fuera viejo o joven, llevaba en su corazón pensamientos sobre sus seres queridos, su familia o la comodidad de su hogar. Algunos eran plenamente conscientes de los horrores que les esperaban, mientras que otros ignoraban felizmente los verdaderos terrores de la guerra. Los hombres de la vanguardia comprendían sus peligros, pero se armaban de valor contra el miedo, agarrando con fuerza sus lanzas para mantener firmes sus temblorosas manos.

En el frente, muchos nobles montaban a caballo, portando armaduras de plata fina mientras galopaban de un lado a otro. Incluso en la guerra, tenían esa sonrisa de superioridad en el rostro, como si fueran más dignos que simples campesinos. Pero en sus armaduras no había ningún rasguño ni muestra de uso. Aun así, sus pensamientos iban de: "¿Por qué estoy aquí? ¡No puedo estar en el frente! Debería estar en la retaguardia, donde es seguro!" a "¡Este Ainz Ooal Gown pagará por hacer que el reino haga tanto!".

Les faltaba mucho matiz estratégico. La única orden que los nobles daban a sus soldados era avanzar y atacar a cualquiera que osara oponerse a ellos. El nuevo monarca había intentado introducir estrategias más complejas, pero los nobles encontraban que la sencillez de unas instrucciones claras era lo más comprensible.

Sentado sobre su corcel, el rey Zanac miraba a lo lejos, fijándose en la fortaleza enemiga que tenía delante. Sus párpados caían ligeramente, transmitiendo un aire de indiferencia o aburrimiento. Sin embargo, tras esta fachada ocultaba un torrente de emociones genuinas, una habilidad que había dominado a una temprana edad, como correspondía a su educación real.

Sin que nadie se diera cuenta, sintió un ligero escalofrío. Apretó las riendas de cuero para controlar esta reacción natural. Llevaba tiempo observando el campamento enemigo.

"Ese bastardo me obligará a hacer el primer movimiento. ¡Que así sea!". Levantó su espada, simbolizando que los líderes de las tropas cercanas preparasen a sus hombres. Era pesada, pero se había entrenado antes para sostenerla el tiempo suficiente en el aire.

"Algunos de ustedes morirán. Pero acabar con Ainz Ooal Gown es más importante. Entonces los nobles estarán finalmente satisfechos". Con eso, bajó su espada, y comenzó la marcha. Los comandantes dieron la orden del rey y los hombres se pusieron en marcha.

Los jefes de tropa gritaron: "¡Adelante!", y los soldados reclutados obedecieron. Mientras el rey Zanac esperaba ansioso la aparición de las fuerzas enemigas, éstas se dirigieron hacia el centro del campo. Tomó su telescopio y apuntó a la fortaleza, que parecía imperturbable ante el ejército que se acercaba mientras sus puertas se abrían con un chirrido.

"Imposible..." exclamó Zanac, con los ojos muy abiertos y la boca abierta. De la imponente fortaleza de Ainz Ooal Gown apareció una procesión de caballeros con armaduras de cuerpo entero de color obsidiana. Poseían terroríficos escudos con temibles pinchos en cada extremo, y sus espadas parecían haber sido forjadas en el abismo más oscuro. Zanac examinó su equipo y observó lo similares que eran sus armaduras y armas. Los caballeros formaban un ejército perfectamente coordinado, a la misma altura.

Overlord: World of GownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora