Capítulo 7: Dejando cicatriz

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Summer

Aun me costaba digerir todo lo que había ocurrido en apenas unas horas, pero lo peor era la nefasta sensación que tenía encima cada vez que miraba mi teléfono y no aparecía ninguna llamada o mensaje por parte de ninguno de mis amigos. Como si yo nunca hubiese estado en aquella fiesta. Como si no les importase si hubiese salido bien de allí o si me encontraba encerrada en un calabozo. 

Me pregunté en ese momento que es lo que hubiese ocurrido si no hubiese encontrado a Dominic, si él no me hubiese sacado de allí y hubiese cuidado de mí. 

Claramente quería pensar que se hubiesen ocupado de mi bienestar, yo que confiaba en ellos, pero la aplastante realidad me decía que ninguno de ellos estaba conmigo y no tenía señales de vida de ninguno. Mi cabeza comenzó a pensar todo tipo de adversidades que justificasen que no se hubiesen puesto ya en contacto conmigo, como haberse quedado sin batería o no tener cobertura. Y empecé a sentirme mal y egoísta, por que tal vez debía ser yo la que le preguntase a ellos.

Ya lo había echo en el coche, pero aún no tenía respuestas. Ni a Tyson ni a Yessi les llegaba tan siquiera los mensajes y estaba muy preocupada. Y hablando de preocupaciones... 

Snow saltó del sofá y llegó corriendo hasta nosotros para abrazarnos a ambos. Fue ahí, entre sus brazos, cuando sentí que respiraba y me sentía bastante mejor.

—Te he llamado un montón de veces, ¿Se puede saber dónde tenías el móvil? —Snow miraba a Dominic entre cabreada a punto de saltarle a la yugular y aliviada a su vez de que estuviésemos ahí o por lo menos, su novio.—Joder, creía que te habían cogido.

—Por suerte no fue así.—Dominic me miró de reojo, a lo que Snow me miró con media sonrisa.—Estamos bien.

Pero no era así del todo, asi que me acerqué al brazo de Dominic y le quité la banda del brazo. Al momento sus amigos se escandalizaron al ver la herida llena de sangre reseca. 

—No del todo, necesito algo para desinfectarlo y unas vendas limpias estarían bien. ¿Dónde tenéis el botiquín?—añadí en bajo bajo todas las curiosas miradas, pero Dominic me agarró de la mano y me miró seriamente.

—Tú necesitas comer algo, ya puedo ocuparme yo de esto después. 

Miré a Snow buscando su complicidad, ella se volvió hacia él con una mirada que helaba a cualquiera, sin embargo su voz sonó dulce y serena.

—Por una vez en tu vida, Dominic, deja que alguien te ayude. —escuché a mi lado su resoplido, pero ella siguió.—Además, hemos pedido cena y está ya de camino. Espero que te guste la comida oriental Summer. 

Me dijo Snow, a lo que solo asentí, era de mis favoritas. Miré mi reloj entonces y me di cuenta de que eran las tres de la mañana.

—¿No es muy tarde para comida a domicilio?—pregunté. 

—Es un restaurante veinticuatro horas, solo abren los fines de semana. —me explicó Dominic. 

Snow sonrió asintiendo y caminó a la cocina desapareciendo tras la puerta. Al otro lado del salón sus otros dos amigos aún nos miraban con mucha atención y casi podía jurar que sin parpadear. Miraban de Dominic a mí constantemente, como si les resultase extrañamente fascinante vernos ahí frente a ellos juntos. 

 Fue el chico de cabello  rojizo, pecas y ojos marrones el primero que cortó el silencio.

—Joder tío, me voy unos días y te mutilas medio brazo tratando de escapar de la poli. Y yo preocupado por lo que harías en mi ausencia.—Dominic caminó hasta él para darle un apretón de manos y un abrazo de costado.

El silencioso caos del Arte [Historia Ilustrada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora