Capítulo 1

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El día está lluvioso, por lo que puede escuchar. Bueno, más bien "noche" dada las altas horas. Se pregunta qué clase de vida tendría, y cómo sería su futuro dueño. No sabía nada de él más allá de su apellido.

El señor Kim.

Renjun no tenía experiencia en ello, pero había aprendido bien. Todos sus certificados estaban completos y bien realizados, y en teoría sabía qué hacer en ciertos casos; además, si no sabía hacer algo todavía tenía la esperanza de que el señor Kim se lo explicara. Después de todo, el señor Kim ya sabía que él era su primer amo.

Nunca había estado en una subasta, nunca había sido presentado o prometido a nadie, y mucho menos se conocía de su existencia. Siempre apartado de los demás como una rareza y en cautiverio como la peste. Renjun siempre se lamentó en secreto por ello, deseando pertenecer, ser parte de algo. Siempre quiso ser de alguien, pero nunca se le permitió. No obstante, eso cambiaría ahora porque por fin tenía un dueño y él sería útil para alguien. Se sentía emocionado.

Espera en silencio sobre el suave sillón, con la textura acariciando su piel y el frío del acero picándole en el cuello. Se preguntaba igual si el señor Kim le dejaría el collar.

Pasos retumban de pronto, dirigiéndose a la habitación. Renjun se impacienta en secreto, guardando la compostura para verse más presentable y agradable a la vista. Sabe que a ningún amo le gustan las actitudes tan emocionales, a excepción de los amos con mascotas, aunque por la edad de los niños suele tener más sentido.

Pasos, pasos y pasos resuenan, y de pronto un rostro se deja ver, mostrando la conocida cara del señor Hwang, uno de sus mentores. Renjun esconde la decepción con maestría; sin embargo, otros dos mentores entran a la pequeña sala antes de que un cuarto «desconocido para Renjun» se deje ver.

La mirada del hombre es distante, fría y calculadora; analiza cada micro expresión de Renjun, cada célula de su cuerpo, cada pestaña en sus ojos y todo aquello visible y tocable que pueda captar. Mira a Renjun con tanta intensidad que él no puede evitar inclinarse y evitar sus ojos, sofocado por la fuerza de su presencia. El hombre no parece molesto o intrigado en ello, más interesado en buscar algo mientras le observa.

―¿Lo tocaron? ―cuestiona el hombre, casi como en una orden. Su voz es grave, cortante y demandante.

―En absoluto, señor, como usted nos lo ordenó ―uno de los mentores de Renjun le hace una corta reverencia en señal de respeto.

Renjun vibra de felicidad, tratando de ocultarlo lo mejor que puede. «Es él, es él.»

―Bien ―masculla el hombre―. ¿Por qué está desnudo? ―inquiere, alzando una ceja en dirección a uno de ellos.

―Por protocolo, señor, pero si lo desea podemos vestirlo ―ofrece.

El hombre niega con la cabeza, tomando la cadena que cuelga del collar sobre el cuello de Renjun. ―No, lo haré yo mismo. Vamos ―le ordena a Renjun, quien se levanta al momento y lo sigue por la otra entrada.

Renjun escucha los buenos deseos de sus mentores al señor Kim mientras se desplazan por el pasillo. Está solitario, siendo iluminado por elegantes lámparas a los costados. El suelo está forrado con una alfombra felpuda, por lo que sus pies agradecen el confortable tacto. Caminan varios minutos hasta que llegan a otra habitación con un hombre en ella. El hombre se inclina con respeto en cuanto ve al señor Kim y les abre una puerta por dónde éste pasa, seguido por Renjun.

Cómo había pensado, la lluvia recorre la estrecha calle, en dónde el lujoso auto del señor Kim los espera. Un hombre joven con un paraguas se apresura a cubrir al señor Kim de la lluvia, abriéndole la puerta trasera. La cadena en su collar se tensa conforme avanza, pero Renjun espera, hasta que el señor Kim le da un tirón y es el turno de Renjun para ser cubierto por el paraguas y finalmente entrar al auto.

Pacificador [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora