CLARISSEDespués de la noche de los Óscar, cuando Castro me dijo que me fuera, no regresé de inmediato a mi apartamento tras aterrizar el avión.
Durante el vuelo, recibí el mensaje diario de Erik Ramírez. Desde que entró al plató como camarógrafo de Castro, sentí que había una conexión.
Lo confirmé cuando parecía confundirse intencionadamente de camper y siempre abría la puerta justo cuando me cambiaba la blusa. Una vez podría considerarse un accidente, pero seis veces ya se siente como un juego. Y, por supuesto, yo también esperaba esos momentos, lista para desabrocharme la blusa justo cuando él la abría.
Erik pertenece a esa extraña categoría de personas que no me contempla como una unidad junto a Castro. Para él, soy únicamente Clarisse Sicilia. Me ve como su deseo, su meta; un modelo a seguir. No le interesa Frederick Castro, ni la trascendencia de su nombre, ni cuál es su papel en el mundo. No le preocupa que yo sea su jefa. Lo único que Erik anhela es poseerme. Me desea como lo que realmente es: un niño. Quiere que sea solo suya para presumirme ante los demás, para contarles a sus amigos y a otros hombres las cosas que hace conmigo en la cama, considerándome "suya".
Pasamos mucho tiempo en un juego de seducción. Él actuaba con esa timidez y torpeza que, por supuesto, no posee; me trataba como si fuera su superior. Y yo fingía que no me afectaba en absoluto y que lo despreciaba, porque solo era mi empleado y un joven de veinte años: ansioso e inexperto.
Después comenzaron los mensajes de texto. Cada día me enviaba una foto de las carteleras de las películas de la semana, porque un día escuchó cuando le comenté a Victoria Malboro lo frustrante que era tener que viajar para ir al cine más cercano.
Me encanta ir al cine y disfrutar de la experiencia completa: comprar palomitas, acomodarme en los asientos cómodos y escuchar las risas o los gritos del público. Pero rara vez tengo la oportunidad de hacerlo. El cine más cercano está en Los Ángeles, y a Castro no le gusta ir; considera que es una pérdida de tiempo cuando podemos ver las películas en casa.
Erik no tiene auto, así que siempre que lo convocamos al plató, debe tomar el tren y caminar varias calles hasta el viejo depósito que Castro sigue utilizando como punto de encuentro. En ese trayecto pasa cerca del New Berly Cinema, mi favorito por su encanto antiguo. Toma fotos del lugar y de las películas en cartelera; me envía los horarios y la disponibilidad en cada sala, seguido de un mensaje preguntándome si alguna película me interesa y ofreciéndose a llevarme a verla.
Mi primer pensamiento siempre era: «En caso de que se diera la oportunidad, tendría que llevarlo yo en mi auto».
Sin embargo, también me decía: «Ojalá Castro me lo pidiera». Luego me reía de mí misma, sabiendo que eso jamás iba a suceder.
No respondí a ninguno de esos mensajes. Los leía desde la pantalla de bloqueo, pero nunca les daba respuesta. Estuve así durante mucho tiempo, comparando la atención que Erik me brindaba con la ausencia de la de Castro.
La noche de los Óscar fue la gota que derramó el vaso. Fue la peor que he tenido en toda mi vida. Una humillación descomunal desde que pisamos la alfombra roja. Luego, cuando pasamos al teatro, Castro caminaba alrededor de todos como si fuera un pavo real. Me avergonzaba su actitud pedante y que los demás notaran cómo me dejaba atrás.
Entonces llegó el momento de anunciar a los ganadores y ahí me di cuenta de que las cosas podían ponerse peor. Sentía un dolor en el estómago que ya anticipaba todo. Omitieron decir mi nombre en la categoría por la que estábamos nominados. Podía soportar que mi nombre estuviera después del de Castro; siempre éramos: «Castro y Clarisse». Era lo justo porque él era el director. Pero que ignoraran mi nombre por completo fue como una daga directa a mi ego y valor. Castro perdió las nominaciones, pero yo, cada vez más, iba perdiendo relevancia y presencia. Me iba a convertir en nada.
ESTÁS LEYENDO
El Oasis de Mujeres +18
Художественная прозаEn el glamuroso y traicionero mundo de Hollywood, el director en ascenso Frederick Castro se encuentra atrapado en una tormentosa relación con la audaz guionista Clarisse Sicilia. A pesar de su talento indiscutible, Castro aún no ha conseguido el co...