CAPÍTULO 2

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Deanna

Hoy me despierto sin ganas de ir a trabajar. Pero recuerdo el acuerdo con el señor Ricci y me obligo a levantarme de la cama. Entro al baño y apoyo ambas manos en el lavabo mirándome al espejo. Me toco por debajo de las ojeras notando que están hinchadas y tengo una buena cantidad de maquillaje corrida por la cara, olvidé desmaquillarme antes de ir a dormir.

Como no...

Ya empezamos. Conciencia, por favor mantente en silencio aunque sea esta mañana, no estoy de humor.

¿Necesitas que tu jefe te bese para estar de mejor humor?

Sí. Digo, no. Mierda. Me tapo la cara con las manos de la frustración.

Después de haberme aseado y vestido voy a la cocina a desayunar. Visto una gabardina beige, un pantalón del mismo color, una camiseta de algodón color gris con cuello alto y unos tacones blancos.

Abro la nevera para coger un vaso de leche pero no queda nada, solo verduras.

Suspiro, cerrando la nevera.

Me sirvo un vaso de agua y cojo un trozo de pan que me sobró de ayer. Agarro mi teléfono y llamo a Leo.

—Holi. —dice alargando la palabra.

Bufo.

¿Cómo se puede despertar la gente de tan buen humor?

—Uy, veo que alguien está de mal humor.

—Hola Leo, ¿me acercas al trabajo? —ignoro su comentario anterior.

—Soy tan buen amigo que llevo esperándote en la puerta hace un buen rato. —voy hacia la ventana y alzo un poco la cortina, efectivamente está ahí.

Leo se da cuenta y dirige la mirada a la ventana saludándome alegre con la mano. Sonrío y le devuelvo el saludo de la misma manera.

—Ya bajo. —digo colgando.

Agarro mi bolso y bajo las escaleras de mi edificio al llegar fuera veo a Leo y me dirijo a él con una falsa sonrisa.

—¡Hey! —me abraza.

—Hey. —susurro.

Frunce el ceño.

Ya en el coche se gira hacia mí mirándome.

—¿Vas a arrancar ya el coche? —pregunto.

Se cruza de brazos.

—No, hasta que me digas que es lo que te pasa. —dice serio.

Pongo los ojos en blanco.

¿Porqué no le dices que estás así porque no has parado de pensar en tu sexy jefe toda la noche y que por eso no has dormido?

Le tengo un odio permanente a mi conciencia.

—Es que…

—¿Es que, qué? —levanta una ceja.

Me giro para poder tener una visión entera de Leo.

Suspiro.

—No paro de pensar en lo de ayer. Se que fue una confusión o algo pero no se me quita de la cabeza y no he podido dormir nada.

Él sonríe ampliamente asintiendo.

—Así que eso es…Por tu jefe. —arranca el coche y empieza a conducir hacia mi trabajo.

—Sí. —afirmo.

Sacudo mis manos y me echo el pelo hacia atrás.

—Hoy va a ser un nuevo día. Cero confusiones. Cero distracción. —digo convencida.

The Death Temptation [+18] (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora