Atrás

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Roier nunca dejaba de mirar hacia atrás.

Hacia atrás por si lo veía.
Hacia atrás por si lo encontraba.
Hacia atrás por si él volvía.

Muchas veces paseando por la noche, juró escuchar esa voz. Esa voz llamándolo una y otra vez.

Susurrando su nombre cerca de su oído tal y como le gustaba cuando estaban juntos.

Spreen había desaparecido hace cinco meses. Desapareció sin dar explicaciones, sin dejar una pista, sin despedirse si quiera.

Y aunque Roier al principio pensó que el híbrido de oso le había abandonado, algo dentro de él le hacía sentir que algo raro había sucedido en realidad.

Recordaba su último día juntos, compartiendo el desayuno entre bromas del castaño y gruñidos del pelinegro.

Recuerda los besos y cada una de las palabras que se dijeron ese día.

Recuerda salir de casa por algo para comer y al volver darse cuenta que su amor ya no estaba.

No se llevó nada, ni siquiera sus preciados lentes de sol que cargaba siempre.

Y eso era exactamente lo que lo hacía dudar.

Su spreen nunca saldría a la calle sin sus lentes.
Su spreen nunca se iría sin despedirse.
Su spreen nunca lo dejaría así.


[...]


Roier llegaba a casa después de su paseo nocturno. Algo en la energía de su casa se sentía muy pesado, como si alguien hubiera entrado, pero sin mover nada de lugar, ni algún indicio de eso.

Subió la escalera hacia su habitación.

—Lo sabía—corrió a su cama tomando un papel que se encontraba encima—"Le queda poco tiempo, si te demoras no vivirá"—leyó lo escrito.

Justo debajo de eso habían unas coordenadas, sabía que se trataba sobre Spreen.

Debía correr o lo perdería para siempre.

No recuerda siquiera si cerró la puerta tras de sí, solo sabe que sus pies lo guiaban corriendo hacia el lugar indicado.

Demoró casi una hora en llegar, no paró nunca, ni siquiera para tomar aire. No sabe de donde había salido toda su resistencia, pero sí sabía que por spreen, era capaz de hacer todo y más. Incluso llevar su cuerpo al límite.

Cuándo llegó por fin al lugar tuvo que asomarse por un barranco, y lo vio.

Su hermoso chico se encontraba ahí, tirado cuál trapo viejo, herido, casi muerto.

Bajó de un salto, rodando por momentos, haciéndose daño. Pero no importaba nada. Lo había encontrado.

—¡Spreen!—le gritó cuando llegó a su lado—Mírame, cariño. Ya estoy aquí.

Sus ojos soltaban lágrimas y su voz se quebraba en cada frase. Por el dolor de verlo así, pero la felicidad de volver con él.

—R-ro—su voz era un susurro ahogado, casi inaudible.

—Aquí estoy, mi amor—besó su frente—Ya te encontré.

Porque Roier siempre encontraría a Spreen.

Porque Spreen siempre esperaría a Roier.

No importa el contexto ni lo difícil que fuera.

Goma de mascar | spiderbear oneshotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora