Roier supuso que la conversación le tomaría un buen tiempo y seguramente, lo dejaría muy mal como para atender la taqueria. Así que, antes de sentarse a conversar decidió cerrarla por lo menos esa tarde.
Se sentaron en una de las mesas, uno frente al otro.
Roier seguida soltando lágrimas silenciosas, mientras Spreen parecía estar en otro mundo asimilando lo que había descubierto hace unos minutos.
—¿E-es mi hija, cierto?—lo sabía, claro que si. Pero necesitaba escucharlo de él.
—Creo que es obvio.
—Solo... dilo, porfavor.
—Lo es. Es tu hija, Spreen.—afirmó, cerrando cualquier duda.
El pelinegro se dio un momento para volver a respirar normal, y asimilar por completo lo que acababa de saber.
—Pero, no lo entiendo ¿Porqué no me dijiste nada, boludo?
—Te fuiste el mismo día que me enteré, te lo iba a decir, pero terminaste con todo y me abandonaste.
—¡Pero, no me pongas esa excusa de mierda!—el gritó fue muy fuerte y doloroso—Debiste decírmelo, no me hubiera ido.
—¿Ahora es mi culpa?—lo apuntó con el dedo—No podía decírtelo, no era justo para ninguno. No quería que te quedaras solo por compromiso.
—Dios, Roier—se pasó las manos por la cara con desesperación—¡Me perdí cuatro años de su vida, por tu culpa!
Se levantó de la silla, caminando por todo el local.
—¡No te atrevas a culparme a mí, cabron. Tú te fuiste y me abandonaste, yo he estado aquí para ella, salimos sólitos adelante!
Los gritos se habían adueñado de la conversación.
Gritos. Lágrimas. Rabia. Dolor.
—¡Por qué yo no sabía, la puta madre. ¿Cómo querías que estuviera si nunca me dijiste nada?!
Spreen siempre había sido impulsivo, sabía que él se había ido. Pero era completamente injusto venir a enterarse casi cinco años después que era padre.
—Te lo dije—confesó el castaño.
El mayor lo miró de nuevo, prestandole atención.
—¿Qué?
—Te lo dije, te mandé un mensaje de voz el día que nació Rosé, confesandote todo. Contándote que teníamos una hermosa niña con tus mismos ojos y pestañas, te dije su nombre y te rogué que volvieras—tomó un momento para respirar—Pero no volviste y decidí que nunca más te rogaría de nuevo.
El pelinegro volvió a tomar asiento, él no recordaba ese mensaje. Si lo hubiera escuchado habría vuelto, estaba seguro.
—Yo nunca escuché ese mensaje, Roier. Un día vi que tenía un mensaje de voz tuyo, pero lo borré... yo, lo borré—el llanto de arrepentimiento había llegado a él.
—¿Qué haremos ahora?—preguntó el castaño—Ella no sabe nada de ti, y si vas a volver a irte prefiero que ni siquiera lo haga.
—¿Quién mierda crees que soy? Claro que no me iré, menos ahora. Es mi hija, boludo. Debo recuperar todo el tiempo que perdí con ella.
—Solo dame unos días para decírselo, solo es una niña. No voy a decirle de un día para otro—vio asentir al chico—Solo promete una cosa, Spreen.
—¿Qué cosa?
—Prométeme que no le romperas el corazón. No hagas que se encariñe y luego te vayas, es lo más importante que tengo. Nunca te lo perdonaría.
El chico de ojos violetas sabía que Roier hablaba enserió. Esa niña era su vida y no dejaría que nadie la dañara, ni siquiera él siendo su padre.
—Lo prometo, Ro. No me iré a ningún lado.
—Eso espero, Spreen.
Ahora venía la parte más difícil.
¿Cómo decirle a la pequeña Rosé que ese chico de ojos violetas igual que ella, era su padre?
૮ ˶ᵔ ᵕ ᵔ˶ აPt 3 próximamente
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Goma de mascar | spiderbear oneshots
Fanfic| SE SHIPPEAN CUBITOS | Oneshots de c!roier y c!spreen 🕷🐻 Actualizaciones casi diarias, ¡disfruten! Estos escritos los subo primero en mi tw: @spxrø por si quieren seguirme por ahí.