Rosé pt 3

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El miedo y la inseguridad crecía dentro de Roier cada minuto. Contarle que aquel chico que vio en la taqueria hace unos días era ese padre por el que siempre había preguntado, ese a quién no conocía de nada y del que aún ni siquiera sabía su nombre.

Conocía a su hija, claro que sí. Sabía que a pesar de su corta edad, era una niña sumamente inteligente y comprensiva, conceptos heredados por completo de sus padres. Inteligencia por parte de Spreen y lo comprensivo de Roier.

Y es qué Rosé era la combinación perfecta de ambos. Era tan Roier, pero tan Spreen al mismo tiempo.

Había llegado el día, no había manera de seguir posponiendo algo que ya era inevitable. Decidió que lo mejor para ambos era darle la noticia solo. Solo él y Rosé, aún no podían imaginar cuál sería la reacción de la pequeña y como se comportaría si estaba Spreen en ese momento.

Era la hora del almuerzo, comían con tranquilidad entre bromas y risas compartidas entre padre e hija.

Roier respiró profundamente, dándose todo el coraje para hablar.

No había vuelta atrás:

—Rosé, mi amor. Debo decirte algo importante—hizo su mayor esfuerzo para no tartamudear.

La pequeña dejó de prestar atención a su comida, poniéndola ahora en su padre.

—Dime, papi—habló inocentemente.

—¿Sabes todas esas veces que preguntaste por tu otro papá?—preguntó, viendo como su hija asentía en modo de respuesta—Pues... lo que pasa es que—los nervios estaban haciendo de las suyas—Lo que pasa es que quiero hablarte de él y saber si te gustaría conocerlo.

Lo había hecho.

—¿Es ese chico lindo del otro día, no?

—¿Ah?—la pregunta lo había desconcertado—¿Cómo sabes que es él?

—Pues él tiene mis ojos y vi sus orejitas. Somos iguales, papi. Era obvio.

Ya lo sabía, esa niña era demasiado inteligente.

—Sí, mi amor. Es él, su nombre es Spreen, volvió hace unos días.

—Spreen... me gusta ese nombre. ¿Podría venir a cenar con nosotros?

—Claro que sí, Rosé. Si es lo que quieres, lo invitaré.

Y así la conversación se dio por finalizada.

Esa misma tarde Roier le envió el mensaje a Spreen invitándolo a comer, porque Rosé quería conocerlo.

Cuando el pelinegro recibió el mensaje, sintió su corazón acelerarse al máximo. Su hija quería cenar con él y conocerlo.

Estaba ansioso, pero emocionado en partes iguales.

"—Es momento de hacer las cosas bien—se dijo a sí mismo antes de salir de casa"

Tomó el camino más largo en dirección a la casa de Roier, que para su sorpresa seguía siendo la misma en donde vivieron juntos años atrás.

Estaba muy nervioso, como nunca. Pero ya estaba ahí.

Dio dos golpes en la puerta, y esperó a que le abrieran.

Escuchó unos cuantos pasos y murmullos que no podía entender del todo, hasta que por fin se abrió la puerta.

Ahí estaba la pequeña Rosé, con un vestido de color rojo, hermoso. Sonriendo.

Le estaba sonriendo, a él.

—Hola, Spreen—le tendió la mano en modo de saludo—Soy Rosé, tu hija.

Eso lo sorprendió por completo, solo tenía cuatro años y ya tenía una personalidad avasalladora.

Goma de mascar | spiderbear oneshotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora